– Te sorprendà por detrás mientras lavabas,
rodeando con mis manos tu cintura,
moldeando con mi cuerpo tu figura,
y tú... tú te dejabas.
– Empecé mordiéndote un arete
y el pallar de tu oreja izquierda;
y tú, como nave al garete,
incapaz de mandarme a la mierda.
– Tu cuello rozaban mis labios,
poniéndote la piel de gallina.
Excitábame tu olor a cocina:
humor a ajo, grajo y resabios.
– Te desaté el mandil
y, bajo la pechera,
redescubrà el altar de tus pezones:
dos poderosas razones,
mujer servil y ¡vaca lechera!
– Te remangaste para mà el uniforme,
pero el calzón te lo bajé yo;
separaste las piernas,
resignada y conforme,
y un leve quejido se oyó.
– Y mis embates, uno a uno,
recibÃas contra el fregadero.
"¡Qué neño tan majadero!",
me decÃas;
!Ay, mi cholaza de Puno!
– La cocina fue inundada,
no sé con qué agua bendita,
y la enagua te quedó empapada
toditita.
– Hasta que, un "buen" dÃa,
la Juana anunció
que un bebé tendrÃa.
A mi madre se lo dijo
y ella me interrogó;
la vergüenza me sonrojó,
pero no acepté el hijo.
– Porque esta Juana era tremenda
y se metÃa con cualquiera;
además, no estaba en mi agenda
casarme con la primera.
– "Neño Francisco de mé ha abosado
e tingo on testego ocolar",
al vecino mandó llamar
y el vecino la ha apoyado.
– ¡Ay, Juana, ya me jodiste!,
¡Ay, Juana, con tus tretas!
Valiéndote de tus tetas,
¡por detrás me sorprendiste!