Ya he manifestado en recientes artículos, publicados en este Portal, que la actitud de ERC iba a despertar de su sopor a la minoría nacionalista española después de que la caída de CiU (lamentable contratiempo político) diese paso a un discurso catalanista plagado de despropósitos. Y no me he equivocado. Porque el chantaje de Puicercós, muy alejado de la razón que mueve a los pueblos a mantenerse unidos (el proceso integrador europeo es un ejemplo vivo de la aspiración de cientos de millones de seres humanos) e inadmisible en cualquier democracia, es el fiel exponente de un talante político dictatorial que tiene su nefasto efecto en la juventud, política y culturalmente mal formada. Para IRC lo importante es salirse con la suya, sin tener en cuenta para nada que con sólo siete votos parlamentarios, por muy influenciables que les sean al partido gobernante, no pueden materializar la bochornosa coacción que pretende salir airosa. O sí que lo tiene en cuenta, porque no creo que la dirigencia de ERC sea tan políticamente inepta como para no percatarse de una realidad cuya evidencia no le deja lugar a la duda, cuando sí que son capaces (y lo que voy a afirmar no es demagogia) de alimentar su ego y su bolsillo con el sacrificio de 43 millones de españoles que ansían la unidad, exceptuando a una minoría, creo que equivocada, que responde más a la comodidad del seguimiento de consignas esquizofrénicas y paranoicas que al esfuerzo mental capaz de dar claridad a sus propias ideas.

 Unos y otros, Ibarretxe y Puicercós, representantes de un ideal sin fundamento histórico que lo avale, están uniendo sus fuerzas para hacer posible un proyecto inviable, ¿con qué fin? No quiero pensar mal, pero el protagonismo de ambos, y, aguas debajo de sus adláteres es tan enorme, que no puedo evitar el lógico razonamiento de que ellos, conociendo la imposibilidad de fragmentar a España, insistan, para su propia satisfacción, y tal vez para algo todavía peor, en desestabilizar a un país (el suyo) dispuesto a hacer posible algún día el acercamiento político, cultural, económico y social a naciones como Francia y Alemania, que, aun teniendo en sí mismas notorias diferencias de todo tipo, saben hacerlas confluir en la unitaria bifurcación de la diversidad. Por eso son grandes países.

 
 Me imagino a Cataluña y a Euskadi en las respectivas manos de Puicercós (o de Carod Rovira) y de Ibarretxe. ¡Que Dios nos pille confesados!

 No creo posible el adelantamiento de unas elecciones legislativas porque siete votos se empecinen en conseguir lo imposible. Antes que esto, tanto el PSOE como el PP encontrarían soluciones aceptables para todos, ya que a ninguno de ambos partidos les interesa un adelantamiento electoral que defraudaría todavía más al electorado. Pero si así sucediere, ¡pues qué bien! España entera comprendería que ni el PSOE ni el PP están todavía maduros para gobernar, aunque sí para percatarse de que, por encima de cualquier diferencia ideológica y personal, la unidad de España está más, mucho más allá de las pretensiones esquizofrénicas y paranoicas de unos locos de atar.