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1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34

FRAGMENTO

Valentín Justel Tejedor

España



 

Al adentrarnos en aquel mirífico parterre, observamos que en una de sus áreas oblongas, se columbraba junto al conclusivo embarcadero, una elíptica laguna. Sus diáfanas y perspicuas aguas, reflejaban el nacarado celaje de un cielo ñublo.

Pronto, las orbiculares ondas de las esplinadas gotas de lluvia, comenzaron a irrumpir como hilos de plata, sobre la superficie del bucólico lago. Así tras el repentino chubasco, se alzó cenital y majestuoso el arco iris, para proseguir con unos urentes instantes de sol.

En el corazón de la radial laguna, emergía una isla de media hectárea de superficie, que todos conocían como “La Isla del Laberinto”.

Se trataba de un verdeceledón islote, circuido de abundantes ñisñiles, así como de otras hierbas acuáticas y palustres.

En su núcleo existía una inextricable fragosidad de galerías y angostos corredores, flanqueados todos ellos por encastillados setos de espesa fronda. Aquel laberinto tenía la peculiaridad, de que cada uno de sus lienzos vegetales, describía la gnómica Espiral de Durero. Así, la distinta combinación de los más de cuarenta frentes helicoidales, hacían muy dificultoso hallar la salida.

Al otro lado de la laguna, nacía un sendero de áureo sablón, tendido entre dos ringleras de argénteos abedules, desde donde se vislumbraba en su extremo septentrional una fuente monumental, que combinaba a la perfección hidráulica, arquitectura y escultura.

A su alrededor como centinelas, montaba guardia un incontable séquito de nemorosas coníferas.

Pero aquella fontana de agua viva, escondía un secreto que pocos podían imaginar. Bastaba contemplar, con premiosidad, aquellos surtidores y estatuas, para descubrir el verdadero enigma.

Así, el grupo escultórico se componía de un gran delfín de bronce en su centro, inserido sobre un ancho y elevado basamento con una base cuadrada. Sobre la cabeza del delfín, destacaba un místico e iconográfico querubín de cabellos ensortijados, y alas simétricas. En los flancos del cetáceo, había tres jóvenes y hermosas nereidas, con tronco humano y extremidades inferiores de pez, apoyadas sobre cinco conchas convexas. Estos caparazones de mármol bardiglio imperiale, reposaban sobre ocho minúsculos escalones de mármol macael. A su alrededor, entre las trece ánforas que circuían interiormente la fontana, brotaban veintiún chorros verticales de agua, que ascendían y descendían alternativamente. Salvaguardando el perímetro de la majestuosa fuente, había un rastel de treinta y cuatro balaústres de granito. Allí estaba representada la secuencia de Fibonacci (…)

 

 

 

 

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