No se, cuantos sean ustedes. Cuantos tendrán la oportunidad de pensar por un momento, cuan difÃcil es la situación en mi paÃs. Llevamos ya, varios años, luchando contra poderosos terratenientes. Créanme que, estos, están por encima de ley. Son tan poderosos que toman el ejército de mi paÃs, Honduras, en alianza con la fuerza estadounidense, donde se usan, incluso helicópteros de la Boeing CH-47 Chinook y se lo lleva, a enfrentar a los campesinos del Bajo Aguán y de Zacate Grande, a quienes por herencia, les pertenece la tierra, en medio de la noche. Una clara guerra psicológica e intimidatoria. Insólito. No estamos armados. Mis niños tienen, únicamente, pistolas de palo con las que juegan en las tardes cuando no están bajo el sitio de la policÃa y el ejército, más los matones pagados por los terratenientes.
El drama que vivimos los hondureños es horrible. Aquà se ponen en práctica todas las tácticas de combate contrainsurgentes, El pueblo está desarmado. Las armas las tiene el crimen organizado, la policÃa, el ejército y los clanes, con el sicariato a disposición, las veinticuatro horas del dÃa, con asesinatos selectivos de campesinos, periodistas, miembros de instituciones de derechos humanos y todo aquel que se atraviese en su camino de terror en defensa de intereses hegemónicos en el área. Lo que vivimos los hondureños. Lo vivimos a diario. Es producto del golpe de estado ejecutado por la oligarquÃa hondureña y avalada por el pentágono y el gobierno Norte Americano.
Según datos del CONADEH, en los primeros seis meses del 2011 perdieron la vida en forma violenta alrededor de 3,600 personas, es decir, un promedio de 20 personas diarias, lo que ubica a Honduras como uno de los paÃses más violentos de la región y del continente. Esta es el drama que vivimos, este tiene sus matices en todos los rincones de la nación, pero el lado más oscuro les toca vivirlo a los campesinos aglutinados en organizaciones en el Bajo Aguán y Zacate Grande. Hoy, por ellos, en memoria de ellos quiero cantarles.
Están ahí. Son seres ceñidos por la vergüenza.
Espantados por la angustia de querer ser felices,
burlan la muerte por volver a la materia de la que fueron formados. Sus niños tienen estampado en sus ojos
lo mórbido e inefable del dolor. Sus rostros traslucen
el terror que producen los fusiles fratricidas obedeciendo
el mandato del amo. Jugando a la guerra con pistolas de palo, amenazan la seguridad de la nación . Hoy, deben ser destruidos . El sueño y el alimento desertaron de aquí en la noche, llevándose con ellos la esperaza .
Descalzos y sin camisita capturan el mundo en la lente de una cámara.