La presidenta de Argentina, Cristina Fernández, ha presentado en sociedad a su muñeca Cristinita. Es de tela y cuesta 11 euros. Dada la categorÃa de la dama, deberÃa haber sido de porcelana y precio más alto. Es una forma de que todos los argentinos tengan a su presidenta en casa, como se tienen vÃrgenes, santos y cristos. Hay muñecas de peor calidad, las de plástico y cartón. De ser presidenta de los esquimales, la habrÃan fabricado con piel de foca. Cristinita no es una Barbie ni una chochona ni Mariquita Pérez. SerÃa bueno que todos los mandatarios del mundo tuviesen la réplica de su imagen en una muñeca para que la gente pudiera manejarla a su antojo, como hacen ellos con los ciudadanos. Lo malo serÃa para los que creyesen en el vudú, faltarÃan agujas para clavárselas. La Cristinita de tela mejora la imagen de la Cristina de carne y hueso: no es chillona, ni demagoga ni expropia. En España serÃa conveniente que del presidente del Gobierno se fabricase un muñeco, que se podrÃa llamar Marianito, de trapo. En lugar de llevar una banda cruzándole el pecho, como Cristinita, se le pondrÃa unas tijeras en la diestra, porque los recortes es la actividad que le caracteriza. Hay gente que se colecciona muñecas, bien por carencia de cariño, de hijos o por acumular piezas de arte de valor. Una muñeca es una compañÃa muda, ciega y sorda, pero fiel. Lo de que es ciega no está muy claro, pues algunas parece que te miran. Personas hay que temen a las muñecas. Se creen que en cualquier momento les asaltarán. El cine y las novelas de terror tienen mucho que ver en esto. Una muñeca es algo bueno o malo. Si le dices a una niña que es una muñeca, la piropeas; si se lo dices a una mujer, la insultas.