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Mensuario del Hombre Nada

Gabriel Impaglione

Argentina



 

Enero:

 

Salgo a juntar la limosna de la noche,

rodajas de luto en los umbrales,

breves uvas del rocío fugitivo.

A disputar con perros las orillas

de las horas quietas calle abajo.

Le doy un poema al cartonero,

al chicobicicleta de las doce,

al que le duele como a mí el frío,

la extensa oscuridad de cada día.

 

Febrero:

 

Salir a la intemperie

con el alma en cueros

y ojos ardidos de preguntas,

perseguir nada,

oficio mal pago

y maloliente.

Si palabras inútiles,

inútil uno,

ya no queda

siquiera aunquesea

en el residuo.

 

Marzo:

 

Qué parte de uno

se rompió qué día, a qué hora,

cómo dolió tanto entonces,

ay tanto

que todo ese dolor

fue un largo sueño extraviado.

 

Abril:

 

Hoy me vi al espejo.

No me sabía de cuerpo entero.

Tengo un brazo inútil

y otro brazo izquierdo que es mal visto.

Una oreja llena

de voces subversivas

y otra pierna gastada

de llevar cuesta arriba el deseo.

 

Ah, como sombra refulgente,

cierta aguda insistencia metálica

caliente  

áspera

                               en los desvelos.

 

Mayo:

 

Pensaba en la patria.

O sea en todo.

Vengo de su entraña

a su entraña voy,

y en el camino amo

su boca de amapola,

la fruta de zumo

desbordada.

Pero ella es una piedra,

hueco, no sé,

espalda.

Y qué hago ahora

con estas manos duras

y el cereal ausente

y las palabras!

 

Junio:

 

Será que ya no sirvo para algunas cosas,

que tanto desandar la hora me ha gastado.

Cómo es sentirse desalado

sin risa sin horario

siquiera para ayunar como es debido?

Le respondo a las preguntas

con un silencio extraviado.

 

Julio:

 

Será que empecinado

empuño tonterías?

Voy pasando de moda como un disco.

Ando lleno de palabras

que no importan.

 

Agosto:

 

Será la poesía

una forma de nada que sobra,

oficio triste

que resbala en vana superficie,

canto prisionero

de gota de sombra

en el viento.

 

Septiembre:

 

Algo nos iguala y también la muerte.

Cierta sustancia gris que bailotea

en las sombras de cada nosesabe.

Por eso uno se cansa

de girar en vano por la ciudad

tan ancha

que parece infinita.

Entre ayuno y mendrugo

una distancia inmensurable.

 

Octubre:

 

Se desvive así:

cada exhalación

roba un siglo de esperanza rota.

Un amigo llega con abrazo

y el vino se hace ancho

y soy pasado

a la deriva.

 

Noviembre:

 

Hombre sin trabajo

piensa apenas en desmorirse

lo suficiente

para volverse deseo la próxima hora.

No lo sabía.

 

Diciembre:

 

Ya no es herramienta rota

brazo partido boca deshecha

tristeza mordiendo el buendía.

Es no ver los hijos

tanto como el pan.

El credo del Hombre Nada

es intemperie

y látigo y latido fugaz

en los intersticios de la piedra

vencida.

Y la mágica paciencia

su galope encantado

venciéndolo todo

aunque no se sepa

aunque nunca llegue,

aunque no se entienda.

 

Aunque sea tarde.

 

Enero:

 

Volví a casa con la sed

a preguntar doce veces

por noticias de agua.

 

Los brazos de barro

serán diamante un día?
 


 

Del poemario Prensa Callejera
Editado por La Luna Que, para su colección de poesía Poeta Joaquín Gianuzzi, con la cura de Julio Carabelli. BsAs, diciembre de 2004.

Ilustraciones: Alejandro Ramón Sainz Alfonso
Miembro del Taller de Gráfica de la Habana
Cuba
tgrafica@cubarte.cult.cu 

Este artículo tiene © del autor.

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