En su mano izquierda asía un trompeta dorada. El extraño le preguntó por qué no tocaba algo.
--Nunca he sido músico-el tono de la doncella sonaba dócil y complaciente.
--Eso carece de importancia, sólo quiero escuhar el instrumento, poco interesa si la pieza es mal interpretada.
--Como desees.
Adoptó posición para soplar y logró emitir unos lastimosos gemidos que consiguieron afectar seriamente el oído de Escipión. Éste trató de consolarla y aparentar que le había agradado.
--Eres bastante... talentosa, siendo la primer vez que tocas.
--Gracias.
La chica tomó asiento en la arena y dibujó en el aire unas figuras indistinguibles.
--Jamás podré compararme a ellas -dijo.
--¿A quienes?-interrogó el viajero.
--Las esferas. ¿Sientes el canto? Siempre ha sido así, adornan la noche y el día con sus bellísimas melodías angelicales. La bóveda celeste parece ceder a sus mínimos caprichos en virtud de aquellas habilidades espléndidas para el ritmo que poseen...
Escipión el Africano aguzó el oído, pero aún seguía en blanco. Lucía cual si la muchacha le hubiese tendido una red de mentiras con el propósito de engañarle como a un idiota de la peor calaña. De repente un misterioso sonido irrumpió en el aire. Era lo más hermoso que la naturaleza hubiese producido en todos los tiempos.
--¿Es eso?
--Sí.
--Las quiero.
--Lo siento, son inalcanzables, incluso para ti, poderoso guerrero.
--¿Me conoces?
--Naturalmente, es tu sueño.
El intruso miró a ambos lados y reconoció la tienda donde acampaba y vio que le resultaba tan lejana, impalpable, semejante a las esferas.
GUILLERMO BADÍA HERNANDEZ.
15 años
Cuba
Ilustración: Ray Respall Rojas
17 años
Cuba