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AL CALOR DE LA IMAGINACIÓN

Encarnación Hernández Torregrosa

ESPAÑA



Como cada noche veo a través de mi ventana como las luces se encienden lentamente en la calle, el frío es la causa de que apenas se vea algún caminante a esa hora. El invierno empuja a la gente a encerrarse en sus casas frente al calor de la estufa o la chimenea, mientras en la soledad de mi hogar convivo con el pasado que se amontona en las estanterías en forma de cientos de volúmenes que compiten con el presente que veo al otro lado del cristal.

Siento mi boca reseca, mientras experimento ese deseo que me lleva a coger entre mis manos la pluma con la que garabatear unas palabras y dar forma a mi gran historia. Es en esta soledad cuando mi espíritu sueña con ese mundo misterioso por donde cabalga el anhelo de llegar a ser una escritora, y me dejo atrapar por esas páginas en blanco en las que plasmar miles de palabras. Pero de pronto siento frío. Levanto la mirada del papel y la luz de la pequeña lámpara que hay sobre la mesa proporciona sombras que se confunden con la oscuridad que me rodea, mientras instintivamente aguardo a que suceda algo.

El agotamiento me ha llevado a una terrible confusión, no recuerdo como el blanco de las paginas que están frente a mi sea cubierto con cientos de signos dando forma a esa historia que a sido durante años el tormento donde se ha debatido mi espíritu. Una angustiosa sensación me lleva a dejar la pluma sobre la mesa, la inquietud recorre mi cuerpo y un extraño sonido me lleva a girarme en mi asiento esperando hallar la respuesta a esta incertidumbre. He notado como algo se movía en la sombra, más allá de la habitación donde me encuentro un crujido es cuanto me ha puesto en alerta. El silencio es roto por unos pasos que no me son del todo desconocidos. Esa manera pausada de caminar, la rítmica respiración en forma de suspiro, incluso mi excitación me lleva de pronto a recordar otro tiempo ya lejano. Nuevamente notó frío, es el frío de la desaparición, y casi con temor pienso: ¡No es posible! ¡Es él que esta aquí...!

En mi cabeza donde unos segundos antes palpitaban las ideas, surge la imagen de un hombre que desapareció de mi vida. De improviso miro hacía la puerta y en mitad de la oscuridad lo veo frente a mí en medio de un suave resplandor. No puedo utilizar palabras pomposas para referirme a él simplemente lo contemplo en silencio. Su imagen no ha cambiado, es la misma que yo guardaba en mi mente y que quedó impresa en mi retina el triste día que se lo llevaron; yo apenas era una niña. Recuerdo que ese día mi corazón estaba acelerado como ahora, mi cuerpo temblaba, un sudor frío recorría todo mi ser al tiempo que mis ojos se quedaron fijos en su rostro al verlo en aquella caja de madera en mitad del salón. Entonces deje escapar el llanto que intentaba retener tapando mi boca con mis pequeñas mano. De esa forma se alejó de mi vida.

... Ahora comprendo que fue él quien despertó en mí el deseo que experimento desde entonces al ver las paginas en blanco. Siendo a penas una niña cada tarde me sentaba en sus rodillas, con su imaginación y una voz suave, me conducía por un universo lleno de  paisajes inexplicable. En sus palabras había algo cómodo y a la vez inquietante, pero yo me sentía feliz a su lado. Me dejaba llevar por mi apetito infantil y exploraba con los ojos de la fantasía, esos mundos que apasionadamente él me describía...

Pero... al verlo ahora frente a mí no puedo describir la emoción que me lleva a quedar paralizada, siento simplemente la necesidad de sonreírle. Sé perfectamente porque esta aquí pero el sonido de la calle me saca inoportunamente de lo que es un maravilloso instante. Miro la oscuridad que se extiende más allá de mi ventana y noto la fría humedad de la noche como si yo misma formara parte de ella... si de improviso faltara la luz no importaría ya que él esta junto a mi. De nuevo lo miro y veo que es tan real como la oscuridad y mi soledad. Sencillamente me quedo fascinada ante mí visión.

Bajo la mirada sin saber bien porque, pero algo me dice que mi acto es de total respeto hacía quien me hace sentir la dulce sensación de volver a ser una niña... y como si el tiempo no hubiera pasado, surge en mi interior aquella felicidad olvidada. Ese suave resplandor que lo rodea adquiere ciertas tonalidades cálidas, como si se hubiera adueñado del espectro del arco iris mostrando de esta forma sus sentimientos. Mi turbación me lleva a verlo como si el tránsito a otra vida no afectara la realidad que me rodea. Es maravillosamente real y a la vez etéreo. Él fue mi maestro, un erudito... La palabra que sale de mi garganta lo define:

- ¡abuelo!

Yo misma no sé dónde me encuentro aunque estoy tranquila a su lado. Deseo retenerlo. Deseo hablar con él... pero surge de mis labios una sonrisa al tiempo que un susurro llega hasta mis oídos:

- Sí pequeña, estoy junto a ti

Parece observar la habitación. La luz de la lámpara que esta en mi mesa ofrece una imagen difusa de sus contornos. El silencio es cuanto se cruza entre nosotros aunque yo siento una oleada de sensaciones que se introducen en mi mente proveniente de él. Son imágenes que se alternan con emociones y estas con cientos de palabras. El placer se mezcla con la angustia y de nuevo ese gozo de vivir unas historias inexplicables en lugares jamás imaginados. Me siento agotada y a la vez feliz.

Abro los ojos y no puedo distinguir con claridad sus facciones, pero algo mágico en este anciano llama mi atención. Quiero decirle tantas cosas... pero me detengo. Está a mi lado aproximando su mano para rozar la mía, pero no siento su tacto. Sus delgados dedos traspasan mi piel y como dominada por un impulso incontrolado me sorprendo al escuchar mi voz:

- ¿Me ayudaras a contar tu historia?

No observo ningún movimiento en sus labios pero sus palabras llegan a mí de forma clara.

-¡Desde luego!

- ¿De cuanto tiempo disponemos?- le respondo

- De toda una  vida

En ese momento lo miro detenidamente y veo que su piel es traslúcida, su rostro esta inerte como el de una estatua, sus manos poseen la delicadeza de la porcelana. Sus ojos me observan intensamente y en ellos descubro un resplandor que ofrece a su rostro un agradable sentimiento de cariño. En sus labios se marcan infinitas líneas que muestran una suave sonrisa. En esta noche llego a sentir tal cúmulo de emociones que me encuentro confundida y deseo por un momento estar más cerca de él. Intento aproximarme pero no lo conseguirlo.

Aunque nos encontramos en la misma habitación siento que nos separa una barrera infranqueable. Frente mi naturaleza humana se encuentra su naturaleza espectral. 

En una rápida mirada veo con inquietud como las manecillas del reloj recorren la esfera a una velocidad vertiginosa. Más allá de la ventana la oscuridad de la noche va tomando el suave color amarillento de la mañana. En el cielo los tonos rosados del amanecer son seguidos con rapidez por los naranjas del atardecer, dando paso de nuevo a la noche que toma posesión de la inmensidad del cielo. Con la velocidad de un parpadeo uno tras otro los amaneceres seguidos de la oscuridad se suceden. Con esa  misma rapidez mi mano escribe incansable sobre el papel. De esta forma las palabras cubren las páginas que se van amontonando frente a mí hasta que el agotamiento me lleva a caer sobre la mesa del despacho, en ese instante la voz de mi abuelo resuena en mi cerebro:

- No digas una palabra más... Observa esas paginas en las que me has dado vida, son tu oportunidad- Siento su voz pausada y suave junto a mí, pero no puedo incorporarme el peso del cansancio me tiene atrapada, mientras continua diciendo- ...mi vida estuvo próxima al fracaso pero tú al fin has encadenado la pasión con los recuerdos. Ahora querida niña, has de continuar...

- ¿Qué quieres decir? - responde mi mente. Pero es el silencio quien me acompaña.

Despierto de mi sueño cuando compruebo que ha amanecido. La mañana es fría y a través de la ventana veo como la gente camina con rapidez, la luz sobre mi mesa aun esta encendida. Al ver su resplandor, pienso en lo ocurrido durante la noche  sin comprender que fue lo que sucedido. Instintivamente busco el rostro de quien estuvo junto a mí y descubro que estoy totalmente sola aunque veo cientos de páginas escritas sobre la mesa.

...Han trascurrido casi diez años. Los relatos y cuentos descritos por mi abuelo cuando yo apenas era una niña han llenado cientos y cientos de libros en los que se describen universos llenos de paisajes imaginaros. Hoy las mentes infantiles de otros niños cabalgan por mundos de fantasía alcanzando la felicidad de encontrar un lugar cómodo y en ocasiones inquietante entre las páginas de esos libros.

Pero en esta noche de nuevo la oscuridad o quizás los años trascurridos me llevan a ser más silenciosa, y como si el tiempo no hubiera pasado escuchó de nuevo ese rumor que me conduce a pensar en él, pero en esta ocasión me alegra sentir en la habitación su presencia. Ahora sé que mis sensaciones y sus historias no envejecerán. Su presencia a mi lado a sido necesaria para seguir ese sendero que al fin es el destino de aquellos que ven otros mundos donde a decir de muchos, sólo existe el vacío. Observo las páginas en blanco y sé que allí se encierra una nueva historia, con satisfacción veo que aun puedo seguir con mis relatos, alargo mi mano para coger una de esas cuartillas y comienzo a escribir:

Fue un gran hombre que camino sin apenas hacer ruido. Vivió rozando la felicidad aquí en su pequeño pueblo donde por primera vez vieron sus ojos la luz del sol y donde su sombra se alargo hasta desaparecer.

Cuando falleció todos pensaron que lo mato la tristeza, la edad o esa enfermedad que hace que el corazón se detenga como si se tratara del mecanismo de un reloj... Su marcha fue como el correr de su vida: Sin levantar demasiada expectación en una mañana cualquiera, de un día indeterminado y en ese rincón del casino del pueblo donde el saber y el conocimiento se cuenta por los libros que guardan las estanterías. Esperó a su oscura compañera mientras sujetaba un libro entre sus manos, su rostro mostró la serenidad de quien conocía la llegada de su última hora. Cuando ella llegó, él simplemente cerró el libro, se dirigió a ella... y se fue.

Pero yo aun lo veo a la puerta de su casa sentado en su sillón de anea echando el humo de su vieja pipa como si fuese una pequeña chimenea, impregnando de olor a tabaco todo su entorno mientras cuenta un nuevo cuento a sus nietos. Incluso si presto atención puedo oír su inconfundible voz diciendo:

- Era se una vez...

En realidad es el eco de su voz lo que acompaña mis horas de trabajo frente al escritorio, el humo de su pipa forma parte del aroma de ese pasado que siento tan  cerca, y sus cuentos hoy  tienen forma de historias guardadas entre las paginas de numerosos libro.

Aunque... un sonido me distrae de mi trabajo. En el pasillo que está al otro lado de la puerta se escucha el sonido de unos pasos que se aproximan en la oscuridad. En mi ánimo un sentimiento de felicidad me lleva a pensar de nuevo en él... pero la figura de mi hija es quien me saca de la confusión. Por un instante imagine que...

Mientras ella me sonríe pienso: ¡Hasta pronto abuelo!

Este artículo tiene © del autor.

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