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Antología Poética

Selección e introducción por Alejandro Elissagaray

Luis Benitez

Argentina



La poesía de Luis Benítez ofrece la particularidad de que su estilo no pretende llegar a la mera representación de un estado anímico, sino resolver la ecuación entre las palabras, las emociones y los pensamientos. En esta tríada podemos rastrear la sustancia de su poética, distanciada de manera categórica tanto de las ampulosidades del discurso retórico como de los riesgos del intimista. Benítez no dirige al lector señales unidireccionales. La plurisignificación acentúa los planteos convergentes en sus textos y ejerce un liderazgo esencial en la elaboración de las imágenes. Cada poema -o cada verso- apunta a múltiples lecturas, no sólo desde el marco semántico, sino también desde la construcción sintáctica. La sintaxis de Benítez está dotada de una original conjugación de osadía e irre-verencia formal a la vez.
Su poesía es tan gris como los interrogantes que vierte acerca del mundo. El autor volatiliza las contradicciones que exhibe la realidad aparencial, sepulta los absolutos que han predominado en la historia de la civilización (el bien y el mal, la verdad y el engaño, la paz y la guerra, por ejemplo) con el objeto de aproximarnos a un todo sintético que los unifique de modo armónico. Penetra en la raíz de la conflictiva experiencia humana en la tierra y por eso se anima a examinar las problemáticas más cruciales que nos invaden desde nuestros orígenes, como el tiempo, la existencia, la memoria y el conocimiento.
La poesía de Luis Benítez es, por qué no decirlo, algo enigmática. Nos sugiere un conjunto de pasadizos, labe-rintos o playas desoladas donde confluyen los fantasmas del pasado y la dolorosa mirada del presente. No recala en el futuro lejano, sino en la cercanía de lo que fue y también de lo que en la actualidad gozamos o padecemos. Se nos ocurre como un incesante juego de acertijos apropiados para despertarnos de la abulia existencial.
Estos pormenores de índole estético-filosóficos conforman el sustrato de sus preocupaciones, se hallan ligados a su necesidad de aprehender lo inasible. La sobriedad lexical y el vuelo impío de sus indagaciones no nos hablan entonces de un poeta oscuro, sino más bien de un creador de silencios que cantan los destellos del universo y el resplandor del vacío.
Sus referencias míticas, históricas y culturales nos internan en los intramundos de personajes reales o ficticios, pero integrados al caos que paradójicamente ordena al mundo. Con la emoción serena y algo desdibujada, a veces insinúa un horizonte de matices épicos donde no faltan los elementos heroicos. Como muy bien sostiene Pamela Nader “a través del mito, Luis Benítez construye una poética destinada a conectarnos con ese universo transpersonal, oculto sugestivo y más palpable que aquello que solemos llamar 'realidad'.
El autor se propone contarnos historias concebidas a la manera de los antiguos relatos a los que son tan afectos los pueblos de tradición oral”. (1)
Pero el tema del mito nos lleva a otras reflexiones. Decía el crítico y traductor Antonio Aliberti, en 1990, a propósito de Guerras, Epitafios y Conversaciones, uno de los poemarios de Benítez que más difusión alcanzó en los suplementos literarios nacionales y extranjeros: “No es fácil la incorporación de tantas voces que Benítez asume con una gran dosis de naturalidad”. (2)
No hay definición más acertada que ésta para referirse al carácter abiertamente polisémico del discurso poético de Benítez, fuente de la inclusión de las múltiples voces en sus textos.
Por otro lado, si nos detuviéramos en estas profundas sutilezas discursivas, advertiríamos que la apertura de la que nos hablara Umberto Eco equivale en Benítez a la solidez del perpetuado fluir por las dimensiones de otros géneros, lo que termina produciendo en sus construcciones verbales un fino proceso exploratorio del lenguaje literario. Paradójicamente, el silencio impreso en sus versos tiene la peculiaridad de abrirse en un cúmulo de sonoridades y de determinar, a su vez, unidad de sentido y de forma. No hay lugar, pues, para la dispersión de imágenes e ideas. Los contextos se asocian solidariamente y constituyen un corpues dinámico y esencial.
Nos dice Benítez en uno de sus poemas:

 Solo entre lejanas cosas y sólo
 en la memoria de los suyos,
 Anacauatl El Loco edifica ejércitos futuros
 y futuras llamas que cruzarán los otros.
 Una corte de mosquitos y un puñal de roble
 tiene, pero elige con precisión sus generales:
 los hombres que mañana labrarán su furor
       /en piedra
 duermen en el tiempo y en Tenochtitlán del Lago
 sin saber que un desterrado trenza lejano
 sus destinos como tranza lazos
 para cazar su cena...
     (Fractal, 1993)

Su obra poética es una incesante búsqueda, un itinerario, un conjunto de valores -es más que poesía, o en todo caso lo es desde las márgenes de lo dramático, merced a una teatralidad de ribetes míticos, pero también de lo narrativo, que aflora con su fuerza épica para resaltar perfiles humanos, describir situaciones y estructurar pequeñas historias encubiertas con la rara sistematicidad de un poeta que sabe conjugar la actitud observadora con la exaltación lírica.

Alejandro Elissagaray

NOTAS
(1) NADER, Pamela. Mito e integración, del libro Itinerarios (Conversaciones con Luis Benítez), Buenos Aires, Editorial Nueva Generación, 1997.
(2) ALIBERTI, Antonio.

 

:::  LEEER EL LIBRO :::

P.-S.

De POEMAS DE LA TIERRA Y LA MEMORIA
Ed. Stephen Bloom, Buenos Aires, 1980.

Este artículo tiene © del autor.

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