Quiere huir de la noche, evadir la deshonra,
ausentarse del mundo;
desertar de la hondura de este infierno
donde los golpes caen como cae la sombra o cae la llovizna
maltratando los pómulos con zarpazos de afrenta desvelada,
con ráfagas de cólera perversa exonerando puños.
Quiere dar testimonio de tanto desamparo inmolado al desprecio
cuando estallan los miedos rigurosos,
cuando las orfandades
se ocultan bajo sayos de hostiles novilunios.
La voz vuelca promesas, pero ya no las cree
aunque invoque crepúsculos.
La voz escancia pactos de rocÃo,
empecina palabras, restaura compromisos, congrega juramentos,
propaga los convenios en torrentes de frágiles vergüenzas,
pero ella ya no encuentra la esperanza entre tanto perjurio.
Alguien llora a lo lejos con un llanto que eclipsa su nombre de derrota
hundido en el asombro de su propia agonÃa
pero ella ya no escucha
las sÃlabas ahogadas por coágulos desnudos.
Atraviesa relojes con su insomnio en hilachas,
su demencia en mendrugos.
Cruza la estupefacta alevosÃa
como el cauce de un rÃo desbordado de pena naufragante y amarga.
Avasalla la ausencia con pies de dignidad empecinada
sobre esa latitud a contrasueño que orilla los sepulcros.
Y aunque rueden los besos sobre su piel sin luna, sobre su sed sin tregua,
abdicó a la piedad de las mordazas,
proscribió los silencios,
desterró a la intemperie su ternura de musgo.
Libro “Desde otras voces”