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El petróleo: ese excremento del diablo

Carlos Garrido Chalén

Perú



A Sir Siegmund Warburg, se le atribuye esa frase precisa, contundente, apodíctica y a la vez hiriente, el petróleo: ese excremento del diablo.

Excremento es defecación, evacuación, deyección, heces, porquería. También guano, basura, estiércol, mierda, deposición, fiemo y majada. Algunos le dicen también gallinaza, zurrullo, sirle, boñigo, aguas mayores, cagarruta y cagada. Pero ¿porqué del diablo?¿Porqué darle al petróleo, esa connotación excrementicia, despectiva?.

 El análisis que con impúdica franqueza, hizo Alejandro Ferreyros, en un periódico nacional, quizá pueda explicar de alguna manera la naturaleza de esa frase:

“El psicoanálisis atribuye al dinero simbolismos diversos. El más conocido es el de los significados relacionados con las llamadas funciones excretoras. Si bien esta interpretación escatológica del dinero puede resultar desconcertante, desde antes es conocido el cuento infantil del asno que transformaba la alfalfa por vía digestiva en monedas de oro, o aquel de los guisantes mágicos y la gallina de los huevos de oro. En la región del inconsciente, las heces tienen un valor afectivo que no siempre coincide con las actitudes conscientes de asco y repulsión con que adornan los adultos. La avaricia, por ejemplo, estaría relacionada con fijaciones anal retentivas, que quiere decir algo así como “estreñimiento mental”, en la que la experiencia de acumular y retener provee al ahorrista de poder y control sobre los demás. Un poco como al niño al que se trata de enseñarle que no se haga en cualquier parte ni situación. Actitudes sociales extendidas en esa misma dirección se encuentran cuando se identifica plata y suciedad, o cuando se escucha decir cosas como que no se habla de plata en la mesa o que fulanito tiene plata como mierda, por ejemplo. Una historia que puede ilustrar la complejidad psicológica es aquella del ganador de una lotería que lo convertiría en millonario repentino: no se le ocurre mejor idea que despedirse de su vida de pobre prendiéndole fuego a su modesta vivienda. Sólo que se olvida sacar el boleto de la casa antes de arrojar el fosforito. Cuando se dio cuenta ya era tarde y todo era humo. No pudo soportar su desatino y se suicidó”.

Decir que el petróleo es la cabriola digestiva del acusador, es, fuera de toda defecación o hacer de vientre, hurgar en el poder filibustero de su entorno, de sus usos corruptores e impudicias. En esa liviandad prohibida que nace del desvalor y de lo impropio. Que se preña de deshonestidad y de basura, de indignidad y de desverguenza. En esa zafiedad, el poder del petróleo es caca de loro obscena, impura.

Por eso seguramente Sir Siegmund Warburg se animó a decirle al petróleo, suciedad, basura del averno; a creerla bardoma, cochambre y porquería, del más inmundo de los seres creados, del infierno.

Carlos Garrido Chalén es abogado, periodista y poeta laureado, Premio Nacional de Poesía, Patrimonio Cultural Vivo de la Nación.

Este artículo tiene © del autor.

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