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Violencia en Argentina (XXIV): Los laureles que supimos conseguir

Carlos O. Antognazzi

Argentina



En un capítulo anterior señalaba la disonancia del discurso político, más propenso a la búsqueda enfervorizada de votos que a la coherencia. Esta suerte de patología cultural, que parece profundizarse con el transcurrir del tiempo, provoca un vacío contagioso que termina delineando nuestra idiosincrasia: la abulia, el desinterés, la picardía criolla para ganar rápido y con poco esfuerzo lo que en países más serios lleva mucho más tiempo, el poco o nulo valor de la palabra dada.

Violencia en Argentina (XXIV):

Los laureles que supimos conseguir

En un capítulo anterior señalaba la disonancia del discurso político, más propenso a la búsqueda enfervorizada de votos que a la coherencia. Esta suerte de patología cultural, que parece profundizarse con el transcurrir del tiempo, provoca un vacío contagioso que termina delineando nuestra idiosincrasia: la abulia, el desinterés, la picardía criolla para ganar rápido y con poco esfuerzo lo que en países más serios lleva mucho más tiempo, el poco o nulo valor de la palabra dada.

Cultura cívica

El ataque que sufrió Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, el 01º/08 por apoyar la gestión de Aníbal Ibarra es una muestra elocuente de la incivilidad que nos asola. Carlotto vivió algo que soportamos desde hace años: la imposibilidad de comprender que la verdad se construye con muchas verdades parciales, y que las opiniones son discutibles, pero no censurables ni, mucho menos, pasibles de ser impedidas por la fuerza. Si Carlotto se equivoca con su apoyo, es parte de su derecho como ciudadana. Lo que no puede aprobarse es la agresión por parte de quienes opinan lo contrario. En el caso, además, brilla una paradoja: esas personas que sufren por la pérdida de un familiar en República Cromagnon, y que están seguros de que Ibarra y Chabán son culpables, parecen olvidar que en el complejo entramado de intereses que alimentó el incendio hay otros actores no menos importantes, como la corrupción, la desidia generalizada que no controla y que prefiere “atar con alambre” en lugar de construir como corresponde y, también, la irresponsabilidad de quienes voluntariamente se recluyeron con sus hijos menores en un ámbito cerrado y bajo el fragor de los decibeles, el humo y las bengalas.

Daría la impresión de que estos padres que protestan han elegido sus culpables con la pasión de los que en realidad eligen a chivos expiatorios. Psicológicamente puede argumentarse que en esa actitud esconden o difuminan la angustia de no querer reconocer que poseen parte de la culpa, y que el hijo perdido podría estar vivo de haberse tenido a tiempo un elemental sentido común. Pero clamar por la justicia nunca puede convertirse en una injusticia, porque se estaría subvirtiendo el sentido mismo de la protesta. La mejor arma para evitar otro Cromagnon es la maduración individual y colectiva, y para eso hay que hacer, primero, un blanqueo y un mea culpa. En segundo lugar, hay que urdir un sistema que facilite el control y no lo dificulte, como ocurre en la actualidad. En suma: para evitar otro desastre hay que alentar la cultura cívica.

Humor popular

El Presidente Kirchner ha cambiado nuevamente el discurso. Para un espíritu suspicaz no deja de ser un matiz curioso: de asegurar que las elecciones de octubre serían un plebiscito a su gestión, y de entablar una guerra con quien lo puso en el cargo, Eduardo Duhalde, de pronto baja los decibeles y habla de conseguir un «respaldo a la gestión» y, ahora, apenas pide «una victoria digna». ¿A qué se debe el cambio? ¿Lo asaltó un principio de cordura? ¿O, una vez más, todo es puro acomodo de acuerdo a los tiempos políticos? Es probable que los asesores de Kirchner hayan detectado que tanta virulencia contra Duhalde (en buena medida injustificada, si se atiende a que los métodos de uno y otro son similares) estaba mermando la capacidad de convocatoria. Resulta una paradoja que Agatha Christie supo explorar en Testigo de cargo: atacar al extremo a una persona termina por volcar las simpatías del público hacia la víctima y no hacia el victimario.

Así Kirchner, luego de señalar que recibió de Duhalde «un país quebrado, un país fundido», y que además el ex Presidente había «vendido y destrozado» a la provincia de Buenos Aires, ahora baja el tono. Era evidente que de mantenerse el nivel de agresión no se podría llegar a octubre sin que rodaran cabezas, planteado esto en un sentido bastante literal. La justa dosis de violencia o agresividad implica saber manejarse dentro de ciertos límites, y Kirchner había sobrepasado ese límite ambiguo demasiado lejos de octubre. Corolario: hay que juntar y dar de nuevo. Por otra parte, le resultaría difícil explicar a Kirchner cómo puede haber estado lo suficientemente unido a quien ahora fustiga como para que haya resultado el elegido para secundarlo.

En el acto que realizó el 02/08/05 en la ciudad de Esteban Echeverría Kirchner volvió a su caballito de batalla al augurar «una Argentina distinta», en donde «van bajando la indigencia, la desocupación y también el desempleo. Están, paso a paso, lográndose una transformación y un cambio» (La Nación, 03/08/05, p. 06). Sin embargo el reflejo especular de esta sentencia fueron seis horas de caos por los cortes impuestos por los piqueteros. La frase parece repetir la perorata del Gran Hermano, siempre mencionando cifras del avance cuando los que están obligados a escuchar viven el retroceso. ¿Prefiguró Orwell la Argentina actual o la Argentina actual esconde las miserias de la demagogia totalitaria?

Sin desearlo Kirchner consiguió que grupos rivales se unan en una sola gran protesta, desde los moderados a los trogloditas de Quebracho. Todos con capuchas, pasamontañas y palos. ¿No estaban prohibidos? ¿Nadie se animó a hacer cumplir la ley? Ignorar la ley una vez basta para entrar en un camino sin retorno, o al menos de retorno arduo y errático. En Argentina, por añadidura, se la ha ignorado ya demasiadas veces. Pero la presión electoral de octubre se siente en ambas partes: desde el Gobierno se restringirá al límite toda medida que pueda tornarse impopular; desde la oposición piquetera, se tensará al límite la protesta para conseguir lo que fuera del período electoral nunca conseguirán. Quienes volcarán la balanza en uno u otro sentido son los pobladores de Buenos Aires, que son los que sufren los cortes de calle. Kirchner se inclinará por el humor popular. Si la protesta piquetera enoja a los ciudadanos de Buenos Aires, no vacilará en dispersarlos. Pero la realidad nunca es tan clara como en los papeles, y es viable un sinfín de matices en uno y otro sentido.

29 años

Como de costumbre, Kirchner no ahorró críticas al periodismo. Señaló que el diario La Nación miente cuando dice que los asistentes a sus actos van porque los llevan a la fuerza, o con la fuerza de las prebendas gastronómicas y/o monetarias, como esa zanahoria que se ata en un palo sobre el pescuezo del burro para que éste avance procurando alcanzarla. Sin embargo, muchos presentes aseguraron que iban “presionados” con perder los planes de ayuda o “incentivados” con alguna caja de comida. ¿Mienten los asistentes a los actos? ¿Por qué lo harían, si en principio concurren voluntariamente para apoyar a sus candidatos? La respuesta a esta contradicción está más cerca de lo afirmado por La Nación que por el séquito de Kirchner. Y deja una enseñanza curiosa: Kirchner, que ha estado manifestándose en contra de la vieja política, apela a los mecanismos coercitivos de ella para hacer su “nueva” política. Entre el aparato que supo orquestar Duhalde, y que ahora ha reflotado para apuntalar a su esposa, y el de Kirchner, sólo hay una diferencia nominal. Argentina sigue oscilando entre dos facciones de poder y un único partido, y no gracias al justicialismo sino al arco opositor, que persiste en sus errores y en no encontrar una forma efectiva de oponerse.

Caso interesante de doble personalidad, Kirchner vive fustigando a los EE.UU. y al FMI, pero resulta ser el Presidente que más le ha pagado al FMI. En el suplemento Economía & Negocios de La Nación del 08/08/05 se hace notar que Kirchner lleva pagados 13.212,84 millones de dólares al FMI, frente a los 9721,55 millones que pagó Menem, los 3481,93 millones de De la Rúa, los 3207,93 de Alfonsín y los 3088,58 de Duhalde. Es decir que mientras Kirchner endulza los oídos de la seudo izquierda que lo acompaña acata sumisamente las directivas del FMI. Sólo el infantilismo social que padece Argentina puede aceptar este doble discurso sin sonrojarse o pedir explicaciones.

En La cultura de la víctima (La Nación, Enfoques, 07/08/05) Fernando A. Iglesias señala algo que suele pasar desapercibido en medio de la maraña: considerando que el peronismo comenzó a gobernar en Argentina con el GOU, en 1943, descubrimos que hasta hoy estuvo en el poder 29 años, mientras que los militares gobernaron 19 y los radicales 14. Las cifras no engañan: el peronismo ha gobernado el país diez años más que los militares y el doble que los radicales. ¿De qué o quiénes se quejan entonces los peronistas? ¿Entiende Kirchner que su propio partido ha fundido al país y nos ha dejado en esta situación calamitosa? Esto llega al extremo en Santa Fe, en donde desde el arribo a la democracia en 1983 siempre estuvo gobernando el peronismo. ¿Es que 22 años no le han alcanzado a las huestes de Obeid y Reutemann para mejorar la provincia? Sabemos que no quisieron evitar la inundación de la ciudad; ¿sabrán acaso proyectarla hacia el futuro venturoso que el partido asegura que nos merecemos? ¿Qué garantía hay si durante 22 años no lo hicieron?

Estos son, entonces, los verdaderos laureles que supimos conseguir. Este es el país que nos merecemos por elegir como elegimos, por no controlar, por vivir sumidos en el desinterés suicida del «por algo será» o «no me importa» o «mientas no me perjudique...». No hay misterios. Desde 1943 hacia acá el peronismo ha estado la mitad del tiempo en ejercicio del poder, y fue un gobierno peronista quien llamó a los militares, cuando el 09/02/1975 María Estela Martínez de Perón firmó el decreto 261 pidiendo la intervención en Tucumán para «aniquilar» la subversión. El partido todavía no rindió cuentas a la sociedad. Que el lector saque entonces sus propias conclusiones sobre nuestros males de hoy.

© Carlos O. Antognazzi.
Escritor.

Publicado en el diario “Castellanos” (Rafaela, Santa Fe, República Argentina) el 19/08/2005. Copyright: Carlos O. Antognazzi, 2005.

Este artículo tiene © del autor.

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