Sin nombre ( Fragmento)
El niño lloraba con angustia y sus gritos se dejaban oÃr a lo lejos, la gente curiosa empezaba a mirar estupefacta.
__Dejen al niño__, decÃan algunas damas que mostraban su angustia y desespero contagiándose con los gritos del niño
__¡Déjenme!.¡ No me peguen!__. DecÃa llorando __Lo que pasa es que tengo hambre.
Tres hombres lo sostenÃan por los brazos y por las piernas. El se agitaba, se retorcÃa queriéndose salir de esas tenazas que lo sujetaban y entre más se movÃa, más era apretado por las fuertes manos que como garras lo asÃan, aprisionándolo más y más Empezó a gritar y a repartir mordiscos a todos para todos los lados, pero era en vano no daba en el blanco. Los hombres que lo sujetaban lograron vencerlo evitando ser mordidos.
Lo sacaron del recinto y a empujones y golpes, lo arrojaron al medio de la vÃa, conminándolo a que no volviera más ni él ni sus amigos, ya que les podrÃa ir peor.
Minutos antes una algarabÃa de muchachos entraron al establecimiento eran como ocho, diez, o doce, entraron gritando, haciendo un coleo, quitándole a las personas, la comidas del plato, carteras a las damas y cuanta cosa podÃan tomar entre sus manos.
__ Son una pandilla de delincuentes juveniles, una sarta de los sin padre y sin nadie que los reprima, unos sinvergüenzas__. DecÃan los clientes, atónitos al rebullicio que formaron los muchachos.
Los mesoneros y guardas del local se atravesaban a ellos, tratándolos de atrapar y ellos los esquivaban, era como un juego de rugby, que, quien tuviese la pelota era perseguido y los otros lo ayudaban a esquivar. Pero cayó uno, fue golpeado y maltratado inmisericordemente.
Cabizbajo se retiró del lugar, iba golpeado, hecho jirones su ropa, con moretones en los ojos , pero contento porque además de lograr escabullirse; si eso podrÃa llamarse asÃ; salir de ese trance medio muerto. Supo que sus amigos se habÃan retirado victoriosos de esta escaramuza, con las prendas, carteras y comida que habÃan sustraÃdo de éste restauran.
Se reunieron todos a la orilla del rÃo, que pasaba raudo y sucio, hediondo y caliginoso, llevando en sus aguas marrones, el sucio de la ciudad. La inmundicia es arrojada dÃa tras dÃa y noche tras noche, los excrementos y desechos que contaminan las aguas de un rÃo, que bajaba puro y limpio en remotos tiempos.
Acá en el rÃo se repartÃan la zafra, uno sacaba de sus bolsillos un lustroso reloj, otro de dentro de su faltriquera un par de objetos de oro, y otro enseñaba con risa sardónica, el usufructo de sus labores del dÃa.
Eran unos bribonzuelos
__No hay comida, pero tenemos muchos objetos de valor, mañana iremos donde Don pedro a vender nuestro tesoro__. Comenta uno de ellos gozoso con ojos hambrientos..
__No con ese señor no deberÃamos ir, es un tramposo y usurero nos va a dar cualquier pendejada por nuestras cosas __. Comenta nuestro golpeado niño __ y dale lo que nos costo conseguirlas__. Les replica, mostrándole los amoratados ojos.
__Tiene razón__. Agregan los demás __DeberÃamos ir nosotros mismos a buscar otro comprador.
__SÃ, pero mientras tanto, ¿qué comemos, de qué vivimos?. Tenemos que pagar a los policÃas , para que nos dejen tranquilos y comprar algo para comer, también para ir donde doña Lola y las muchachas__. Comenta de nuevo el primer interlocutor, que parece ser el jefe de tan escuálida pandilla y el de más edad.
Esa noche se acostaron sin comer, tuvieron que apretarse bien lo que tenÃan por cinturones y juntarse muy cerca uno del otro para darse calor, porque esa noche era frÃa, bajaba de la montaña una niebla. El rocÃo de las noches de octubre que baja como el sudor, bañando las calles con un frÃo vapor.
Los más grandes sacaban sus pipas, y le metÃan piedras para olvidar sus penas, otros, destapaban sus pomos para absorber la pega, lÃquido viscoso y amarillo que va llenando sus pulmones de veneno, insuflándoles mentiras, notas de un piano viejo que gime lloroso en una noche negra .
El despertar es más triste que la noche anterior. El hambre hace estragos. Un niño no se levanta, está muy mal, se ve muy golpeado, sus moretones se notan desde lejos, sus ayes fueron mitigadas con inhalaciones que le mentÃan. Su estado es muy lamentable.
__Hay que llevarlo a algún hospital __, comentan todos los muchachos.
Entre todos lo levantan y lo llevan al hospital, donde lo dejan en la puerta y se van corriendo, para que no les indaguen y les hagan explicar el porqué del estado lamentable de su compañero.
Luego empiezan a vagar por las calles, entran a un mercado y uno por uno se hacen de viandas y alimentos que roban. Uno una fruta, otro un pedazo de queso, otro un pan y asà van juntando cosas para poder comer.
Se van a una plazoleta, donde todo esta a medio construir y allà reparten la comida . Son como una gran familia. Son como lobos que viven en el bosque en estado salvaje, cazando y viviendo a campo traviesa, a lo que van atrapando. Van con los peligros que pasan subsistiendo en ese estado de indigencia y salvajismo sin control de nadie, ni de la sociedad, que parece ser su enemiga.
Acordaron ir a visitar a su amigo, al que dejaron en las afueras del hospital, encomendaron al más pequeño de todos a indagar el paradero de su compañero de aventuras. Lo acicalaron y le enseñaron como hacer y con quien hablar para poder conseguir la razón de su amigo, que tardaba más de lo necesario en regresar donde ellos. En otras ocasiones esperaban un par de dÃas, e inmediatamente lo veÃan regresar lleno de sonrisas, porque solamente las sonrisas están en sus ojos, cuando ellos permanecÃan juntos y lograban estar libremente como un solo hombre por la ciudad, que los divisa como aparte, con otros ojos, como en una pelÃcula, que se ve y luego se olvida, que se observa desde lejos y no se logra tocar, ni logra hacer mella en los corazones.,Como a través de un cristal que sirve como escudo y que no puede ser salpicado
Esta vez caminaban cabizbajos por la ciudad, habÃa una fina lluvia y ellos andaban entre ella, que les lavaba el rostro y ocultaba sus penas, enjuagándoles las lágrimas que les salÃa a torrentes, pero que se confundÃa con ella. Su amigo habÃa fallecido.
Al entrar al hospital, fue inmediatamente auscultado y llevado a cirugÃa , no aguantó la operación , su mala alimentación y los golpes recibidos, parece que tenÃa algo dentro reventado, como todos ellos, los que viven en las calles que tienen reventada muy dentro el alma .
Un grito, los saco de su estupor. __Viene la policÃa corramos__. Inmediatamente, como uno solo todos corrieron desperdigándose, huyendo del sitio, para encontrarse en su lugar de costumbre, e ir luego a ocultarse de nuevo a su recóndito escondite, allá en la oscura e húmeda cueva cerca del rÃo.
Faltaron dos del grupo, esperaron y esperaron , por tres largos y grises dÃas, y nada que aparecÃan.
QuerÃan por lo menos, salir de su angustia, querÃan conocer el paradero de los dos compañeros. Claro que sabÃan o se imaginaban que estaban detenidos, y esto los asustaba aún más. SabÃan de antemano que muchos de los que desaparecÃan, eran a veces encontrados muertos en algún callejón. SabÃan que estaban en peligro asà que decidieron ir donde doña Inés, a que fuera a la policÃa a averiguar el paradero de sus dos amigos.
Doña Inés, era una médico psicólogo, que trabajaba a tiempo completo en ayudar a la niñez abandonada. Era fundadora de una ONG que hacia vida comunitaria en barrios de algunas ciudades del paÃs. RecogÃan a los muchachos, haciéndolos regresar a sus hogares o salvándolos de los vicios y malas costumbres, llegando a regenerarlos. Dándole a los muchachos, albergue, alimentos, vestidos, cursos de superación y charlas.
Doña Inés era muy querida por los muchachos de la calle y gozaba de una buena reputación entre ellos.
También otras organizaciones , como la iglesia, tanto la católica, como la evangélica, Que trabajan con las uñas y las manos vacÃas, sin presupuesto ni ayuda externa, siendo los sacerdotes y ministros los que socorren a los muchachos tratando de sacarlos del atolladero donde se encuentran. No logran salvar a todos, pero sà a alguno de ellos. Muchas veces la droga ha entrado muy dentro de su alma y de su cuerpo, con tal fuerza, que es muy difÃcil recuperar al joven.
Los muchachos se dirigieron a donde Doña Inés, a que indagara sobre el paradero de sus amigos........
.........__Te andábamos buscando a ti y tu grupo, porque en el hospital se murió uno de ustedes todo reventado. Y como ustedes fueron los que lo llevaron a la puerta del mismo y salieron en veloz carrera. Por que asà lo supimos, y, que sabemos, que alguno de ustedes, o tu mismo, fueron lo que lo golpearon. Asà que habla y nos comentas los hechos__. De esta manera les hablaban los policÃas a los dos amigos que estaban detenidos en el reten por averiguaciones.
Les hacÃan preguntas, y los acosaban, tres dÃas tenÃan detenidos. Los agarraron en un callejón donde el más pequeño se metió asustado y el amigo decidió seguirlo para ayudarlo.
Él era uno de los lÃderes del grupo y querÃa a sus amigos, Cosa extraña en este caso, los mayores cuidaban a los menores casi fraternalmente. Eran como una jaurÃa de lobos donde el lobo mayor cuidaba de los cachorros .Fue lo último que hizo, lo apresaron .
__Ya que tu eres unos de los lÃderes del grupo, debes saber que cosa pasó __, Lo seguÃan acosando __ y este es otro de tu mariquitas __, le decÃan sonriendo con picardÃa.
__El no es ningún mariquita, entre mis amigos y yo, no existe ningún marica.
__Pues a mà me parece que si, eso de andar por todas partes con menores y ese celo al cuidarlos me parece sospechoso __. Era parte de la tortura psicológica, para tratar de ablandarlos y que cantaran.
__Ya estas cerca de los diez y ocho , estas listo para la recluta.
__Dejen en paz a esos muchachos, ya tiene tres dÃas aquà y deben salir, asà que suéltenlos, ven que no saben nada __. Quien hablaba era el comisario Bastardo.
Julio Bastardo, Julián para lo amigos. Era un efectivo policial, que en su tiempo libre ayudaba a los muchachos a tratar de regenerarlos, los llevaba a un estudio donde les enseñaba defensa personal les hacÃa practicar Karate y deportes, les daba charlas y cultura en general, trataba por todos los medios de alejarlos de las drogas y trataba de sacar adelante a algunos, sabiendo que era un gesto algo imposible., porque habÃan muchos que ya no eran regenerables, eran una cuenta regresiva para la sociedad, no tenÃan remedio. Eran irreversibles.
Al cuarto dÃa muy temprano los soltaron, al más pequeño lo enviaron a un retén de menores.. Allà interactuará con otro grupo de menores que como él, viven o han vivido en extrema condiciones. Van a un retén donde muchas veces la concupiscencia de los directores hacen que lo que nació para favorecer a los muchachos , sea todo lo contrario, porque el trabajo es destruido por la desidia y el desinterés. Dejando que los muchachos vivan entre ellos sin control ni cuido existiendo un peligro para los más menores por la precocidad y las malas mañas de los más grandes. Algunos muchachos a veces salen más rebelde de lo que entraron y con mucho más conocimientos.
A veces la medicina es peor que la enfermedad.
Pero siempre hay excepciones, ya que todos los organismos oficiales que se encargan de menores, no son iguales
Se juntaron cerca del puente, la alegrÃa que manifestaron, el abrazo, las palabras, todo fue en ese dÃa felicidad para ellos, se les veÃa en sus rostro , cosa difÃcil, la alegrÃa. Para ellos ese dÃa iba a ser de fiesta y libertad.
Ir al parque, a la fuente y bañarse en ella, lanzarse al agua desde los brazos de hércules, hacia el centro, donde los chorros se alzan lavándoles los rostros de piedra. Bañarse entre las estatuas de las diosas que posan desnudas con sus senos al aire mostrando belleza y candor.
Otros se dedicaron a otra clase de juegos, juegos de niños, porque en ellos también existe el candor infantil, otros a vagar entre la gente, y otros a ver vitrinas que muestran artÃculos que nunca podrán comprar
Los más pÃcaros, piden limosna para comprar dulces y confites.
Otros hurgan en los pipotes a ver que sorpresa encontrar. Desecho de basura donde la gente bota a veces alimentos y éstos lo recogen para llevarse un pan a la boca.
Otra noche más, esta vez estrellada , con un titilar azul, de noche clara
Siempre apretujados unos con los otros dándose calor, oyendo el murmullo de las aguas, el sonido de la brisa que hace hablar a las ramas de los árboles, a los grillos y sapos que no descansan de cantar una partitura infinita
El sol de las diez calienta los periódicos que cobijan a los menores, los que se estiran y contornean desemperezándose. Los mayores hace rato que salieron, un dÃa más de calle, de sabor a hiel, de tratar de sacar el pan donde no lo hay para una cruda subsistencia.
Alguno de ellos no llegará a los diez y ocho, se quedará en el camino, tirado en la vÃa, acuchillado, asesinado cruelmente, muerto por alguien que se defiende de ser agredido, alguien que lo arremete por miedo, por un ajuste de cuentas, por una riña insignificante, para robarle un pan o quitarle una droga, un objeto de valor que haya conseguido y guarde como un tesoro, o por una sobredosis, que le engaña la mente y el estómago haciéndolo sentir mejor. Por enfrentamiento a las autoridades, cuando estos ya sin remedio, tornan a delinquir.
Rubén Patrizi