Juan Rivera
El sr. Fernández DÃaz, ministro del Interior, es un crédulo.Cree a pie juntillas que Escriva de Balaguer, santo varón capaz de ver la huella de un carmelita descalzo en la nieve, se llamaba asÃ; la secta de fanáticos a la que pertenece una Obra de Dios o que los antidisturbios se identifican y no se extralimitan cuando les ordenan disolver manifestaciones del 15 M o del 25 S.
De pequeño ya apuntaba maneras: la pederastia del clero -pensaba- era un invento de la masonerÃa bolchevique y en el Vaticano no hay alfombras porque allà no debe taparse miseria alguna. De mayor,barruntaba que Bárcenas amasó su fortuna limpiamente, nadie del PP estaba implicado en el caso Gürtel o que Rajoy es el súmmum de la inteligencia y perspicacia.
Mientras que sus pensamientos estuvieron circunscritos a su cÃrculo de beatos y los dejó caer entre quinarios, rezos y suspiros de mojigatas, no pasó nada.El problema vino cuando lo hicieron cargo público. Para más inri, ministro.Desde entonces, cuando opina, a falta de ángeles, sube el pan.
Sus últimas perlas, perdón inspiraciones divinas, rozan las alucinaciones provocadas por el ergotismo o como él lo llamarÃa, el “ fuego de San Antonio” ( ya se sabe, comer sin saberlo el cornezuelo alucinógeno que parasita el centeno), tan presente en la dieta de los mÃsticos y santos que escuchaban todo tipo de voces y a los que tanto admira.
Al hablar redacta un tratado de estulticia.Se pronuncia sin pudor sobre lo divino y lo humano, ya sea la homosexualidad, la asignatura de religión o el porcentaje de católicos en el paÃs.
Para que la realidad no le estropee un dogma preconcebido - el 75% de españoles son católicos a marchamartillo- obvia que, pese a los privilegios seculares disfrutados por su credo, la exclusividad del control educativo e ideológico fomentado por los poderes públicos en las leyes y constituciones a lo largo del XIX,XX y XXI o el nacionalcatolicismo franquista del que siente tanta nostalgia, en la España de 2013, - aunque los datos del CSIC los intente maquillar hasta IntereconomÃa-, ni un 15% de la población va a misa, la cruz en la casilla de la renta a favor de la Iglesia la ponen sólo el 35% o 6 de cada 10 bodas son civiles.
Es decir, aunque le pese, la sociedad española está afortunadamente lejos de la uniformidad sumisa a la que aspira y es mucho más plural y abierta de lo que desearÃan los Torquemadas vocacionales que tanto abundan en las filas del conservadurismo hispano.
Con tanta obsesión por los asuntos celestiales,el ministro no está para gobernar.Lo mejor que podÃa hacer serÃa consolidar la conquista del ParaÃso que tiene al alcance de la mano y abandonar el valle de lágrimas que es su dedicación a la polÃtica, retirándose a un lugar recóndito para dedicarse a la meditación. Como buen ermitaño.
Eso sÃ, cuando dé el paso deberÃa llevarse con él al Gobierno y a la cúpula de su Partido.Al completo.Que no falte nadie ( aunque en su fuero interno sean más de “ sobre”).
No sabemos si Dios, en el caso de que existiera, le agradecerÃa la acción.La gran mayorÃa de españoles , con toda seguridad, sÃ.