Todo el dÃa, él tenÃa el celular.
En el desayuno, llegaba primero que los platos de comida, en el almuerzo y cena era igual.
No descansaba , ni por un instante, dale que dale a las teclas, que ya las tenÃa medio borrosas, de tanto manosearlas.
Ya todos nos acostumbramos a su presencia, a los pitidos incesantes. Los unos salidos de quien sabe donde y los otros, timbres interminables que sonaban por doquier.
Cuando nos encontrábamos bajo los embrujos de Morfeo, el sonido del timbre nos hacÃa dar un brinco casi hasta el techo, sacándonos de nuestros sueños y esto pasaba a cualquier hora de la madrugada, y a esa hora, cualquier ruido parecÃa haber salidos del interior de la tierra y retumbaba cual incipiente terremoto.
Y esa noche no se dormÃa más. Nos sacaba de nuestras casillas el pito exagerado. Si no era para dejar un mensaje, era por la hora, o por el despertador, o por la llegada de la novia o pitaba bajo cualquier pretexto, solo para mortificar.
TenÃa un afán por comunicarse, y casi lo llevaba como amuleto debajo del cuello.
EfraÃn, todo el dÃa, toda la noche, todo el tiempo, su oficio es el de molestar con su aparato nuevo, un diminuto celular. Creo que hasta se baña con el.
Por ahora no es muy ducho en su uso, dice que es muy nuevo, dizque de la última generación, que suena música, que toma fotos, que se oye la radio y se ve la televisión, y que casi se puede ver al otro interlocutor que esta a quien sabe cuantas millas hablando con él.
Pues para mÃ, el EfraÃn esta medio chiflado y ese aparato nuevo, uhmmmm, no lo sabe usar, pues esta todo el dÃa dale que dale, tecleando acá y tecleando allá. ”Te vas a embobar con eso”, le digo.
Además me comenta: “Tiene tantas funciones, este nuevo aparato, que parece casi infinitas".
Que si hay buen tiempo para ir al parque.
Buen sol para jugar en la playa.
Que hoy esta nublado
O que hay mucho sol.
Pues no sé, es muy, muy avanzado”
“Ni que fueran gafas oscuras”, le replico.
O si no me comenta otras de sus bondades; que si es analógico, o que digital, o que ambas al mismo tiempo, que envÃa mails, mensajes, que navega en Internet y en océanos espaciales.
“¡Qué maravilla! Este invento está invencible, lo máximo del siglo veintiuno”.
EfraÃn está que no habla con nadie, no come, no va al cine, no visita a la novia, todo el dÃa está alelado con su celular.
Y no he hablado de los juegos...
Juega, dizque: al ajedrez, al gurrufÃo, a las metras, a las barajas, solitarios y un sin fin de juegos a dos manos, a tres y más. Por eso no sale de su habitación.
Todas sus funciones están supeditadas a la tecla "Ok".
EnvÃo de mensaje. Ok
Borrar cualquier cosa. Ok
Llamar a terceros, a cuartos y hasta a si mismo. Ok
“Que magia tan grande, estoy ante tanta maravilla electrónica y avance de la ciencia anonadado”.
Leà el catalogo y comenta que hasta puede intercambiar elementos galácticos, todo con clicar la tecla adecuada y marcar la tecla que comanda el Ok
Esa noche no pude dormir habÃa mucho ruido en la habitación del muchacho, y por respeto a la privacidad de los jóvenes adolescentes y no dañar su formación intelectual..., decidà esperar hasta el dÃa siguiente, para asà saber lo que pasaba.
Esa mañana al abrir su puerta, EfraÃn habÃa desaparecido y en cambio, salieron no se de donde ni como, unas docenas de ovejas, y un teléfono celular que temblaba con un pitido extraño en la orilla de la cama.
En el visor se observaba: Intercambio, intercambio, intercambio... En el titilar de su luz azul.
Cambio varias docenas de ovejas de Argentina, al sitio de donde usted se encuentre . Marcar la tecla "Ok", para aceptar su transacción.
Nota: Transacción completa. Intercambio, intercambio, intercambio...
... Para mi el cambio puede ser o no satisfactorio. No importa si es por un botón, una lija, una botella de vino, un burro.
Lo importante es que me regresen a EfraÃn, aunque sea con un poco de inteligencia, para ver si asà deja de teclear tanto a su moderno celular de última generación.