Hasta donde las armas de juguete lo matan
nos presiente marchando con la mirada
evadida de los fuegos artificiales
Es que a tan pocas millas se nos han implantado
los cubanos, los rojos en toda su insidiosa rojez:
trece mil millas o sólo noventa
A veces, Dios y Kennedy, juntos, alineados
lo confunden
En octubre del 67
en el resplandor
la infantería
no resplandecía
Se quita en 1969
a un millón de millas
su última pierna
El mundo entero ni maldito le reconoce
los fuegos naturales.