Aunque la tendencia poética actual no distinga entre los aspectos que subyacen en el título de este escrito, la verdad es que existe una marcada diferencia entre poesía y prosa poética. Digo esto porque estoy harto de encontrarme con poemas cuya estructura invita a la sonrisa, cuando no a la indignación en el peor de los casos. Ser poeta no es cualquier cosa. A mí, sin ir más lejos, me resulta más difícil escribir un buen poema que una prosa poética bien escrita. Aunque en ambos supuetos existen unas reglas mínimas para componer con decoro, en el caso de la poesía debe extremarse la prudencia. ¿Razones? Las hay. En el segundo caso (prosa poética) existe la posibilidad retórica que, aunque de forma moderada, por la extensión de la obra permite la rápida recuperación ambiental. En el poema, no. Un poema de sesenta versos, por ejemplo, debe gran parte de su éxito a la concisión. Un buen tropo simplifica la explicación requerida por la prosa con bastantes más palabras. A mi entender, en la prosificación resulta más sencillo el lirismo, la metáfora puede ser más extensa y, por tanto me siento más cómodo. Yo, ahora mismo no sería capaz de escribir un poema ni siquiera mediocre. En cambio, me siento inclinado a la prosa poética, y estoy convencido de que me saldría aceptable si decidiese enfrentarme a ella.
Diana Gioia, experta en estos menesteres, podría abundar en el tema y darnos una lección al respecto. Con la sencillez que caracteriza su expresividad. Estoy seguro de que entenderíamos sus explicaciones y agradeceríamos su esfuerzo. A lo peor, cuanto he dicho en este breve escrito carece de rigor literario. Diana, si es tan amable, nos sacará de dudas. Es un ruego.
Augustus.