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Desde el fondo del "Botellón"

Diana Gioia

ESPAÑA



No me hace feliz ver las calles que rodean a las facultades en Valencia, los viernes por la mañana cuando voy a impartir clase, sembradas de cristales rotos y vomitonas. Porque las borracheras ya no son sólo los viernes sino los jueves. Pero me causa más espanto todavía saber que es peor lo que no se ve, las dosis de droga que no mezclan con alcohol porque saben que es mortal. ¿No tienen clase los viernes todos esos chavales? ¿No trabajan?Y ... en su casa ... cuando llegan a las 8 de la mañana enfermos, lívidos, sucios ... ¿qué les dicen? ¿Los ven por lo menos? ¿Por qué no nos preguntamos, en vez del motivo por el cual beben hasta enfermar, el motivo por el cual en sus respectivos hogares (¿hogares?) encuentran aceptable que esto ocurra? Tal vez si el primer día que llegaron a casa en esas deterioradas y humillantes condiciones hubieran tenido a alguien con quien hablar ...

Es demasiado fácil, señores, lamentarse del botellón de los jóvenes. Lamentémonos de la ausencia de comunicación entre las personas que conviven, el abandono de muchos chavales en sus propias casas, desde muy pequeños, porque esto no ocurre de golpe, sin más, se empieza por dejarles los días de fiesta delante de la tele, sin ofrecerles un paseo o una actividad lúdica o artística compartida, se pasa por no saber quiénes son sus amigos, qué les preocupa, qué les gusta/ría hacer. Se termina teniendo un hijo o una hija vomitando veneno en un portal.

Soy profesora de universidad, tengo un hijo de 15 años, me he pasado la vida entre jóvenes, estoy lejos de la perfección, como todo ser humano, pero me he pasado 15 años acompañando a mi hijo al cine, a pasear, a merendar, he ofrecido mi casa siempre para que estuvieran a gusto (aunque pueda ser un rollo que te la dejen revuelta), le he preguntado cada día por sus cosas, he buscado en sus ojos las respuestas cuando no sabía expresarme lo que no iba bien. Me he dejado la piel en su vida para que ahora empiece a volar con seguridad y confianza en sí mismo. Se equivocará, por supuesto, de ahí se aprende, pero no creo que esté dispuesto a quemar su vida, la aprecia demasiado, la hemos forjado juntos.

No busquemos los motivos en el fondo del botellón, están fuera.

 

Diana Gioia

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