GRACIAS, MAESTRO

Cuando alguien tan famoso como Gabriel García Márquez habla, todos los foros públicos de información se hacen eco y sus palabras se repiten hasta la saciedad, corriéndose el riesgo de ser tergiversadas o adaptadas, según el gusto del consumidor. Supongo que por eso, el irrepetible “Gabo”, no suele conceder entrevistas o hacer declaraciones, conocedor como es de la repercusión mundial que las mismas tienen. Esta muy elogiable postura, comporta que sus admiradores, entre los que me cuento desde que tengo uso de razón como lectora, pasemos largos períodos sin saber de él, más que a través de su creación literaria.

Por eso me he alegrado con la entrevista realizada al autor colombiano, y que ha aparecido el domingo en el suplemento de cultura del periódico INFORMACIÓN de Alicante; después de tanto tiempo en el que sólo sabíamos de su enfermedad y de la triste posibilidad de una muerte inminente. No sólo no está muerto, sino que está vivo y lúcido como siempre, o quizás más que siempre, puesto que sus setenta y muchos años de experiencia y creación le han enseñado a ser humilde y honesto consigo mismo y con los demás, y actúa en consecuencia.

Es toda una lección de inteligencia y humildad revelar que lleva un año sin escribir, no porque en rigor no pueda hacerlo, sino porque cree que no tiene nada que decir y sus lectores lo notarían. Aún sabiendo que cualquier cosa que escribiera se publicaría y sería un éxito de ventas, su dignidad le impide hacerlo y su humildad le permite hacer pública su falta de inspiración.

¡Cuántos y cuántas deberíamos aplicarnos el cuento! Cuántas páginas hueras de contenido, cuántas pseudo obras de arte, cuanta basura ilegible cae en las manos de los sufridos lectores, tanto da que estén firmadas por desconocidos, como por apellidos ilustres (da igual que el lustre se lo dé el ingenio o el dinero) En este país, en el que casi todos llevamos dentro un escritor (sólo hay que ver los miles de libros que se editan al año), deberíamos posicionarnos con algo más de humildad ante la hoja en blanco, y aprender a tirar a la papelera mucho de lo que escribimos. El buen gusto y la inteligencia nos lo agradecerían y, de paso, frenaríamos la trágica deforestación de la Amazonía.

Hoy toca dar las gracias al maestro, por una nueva lección, que espero y deseo no sea la última.

Mercé Sànchiz Baell