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LA MUJER, PRINCIPIO CONFORMANTE

La mujer es el principio conformante de la familia

Camilo Valverde Mudarra

ESPA脩A



Es la que une, entronca y da consistencia; ella crea hogar, hace familia.

LA MUJER, PRINCIPIO CONFORMANTE

Camilo Valverde Mudarra

La mujer es el principio conformante de la familia, de manera que, cuando falta, la familia se diluye, se disgrega y casi deja de tener entidad. Es la que une, entronca y da consistencia; ella crea hogar, hace familia. Sostiene y vitaliza al marido, al tiempo que da vida y educa a los hijos. El 铆ntimo entronque existente entre educaci贸n y desarrollo individual y social indica la relevancia sobresaliente con que la sociedad ha de tratar y suscitar la instrucci贸n materna, familiar y escolar.
La madre es el aliento vivo de la familia, en la que se establece un v铆nculo tan estrecho y envolvente que varios, padres e hijos, constituyen un “unum”, una entidad integral. La familia est谩 formada por los miembros que conviven en un hogar. El n煤cleo vital radica en los c贸nyuges. La uni贸n natural y la comuni贸n de vida robustecen al ni帽o y le proporcionan las defensas que precisa ante las enfurecidas olas de la vida. Sin embargo, en el espacio que respiramos, se han introducido novedades y tendencias que intentan destruir el matrimonio y la familia. Cervantes en su inmortal “Don Quijote de la Mancha”, afirma: “Es raz贸n concluyente que el intentar las cosas de las cuales antes nos puede suceder da帽o que provecho, es de juicios sin discurso y temerarios” (P. I: Cap. 34). La lecci贸n es exacta. Causar el da帽o y destruir jam谩s beneficia; es propio de necios e ignorantes. El que dilapida su estructura patrimonial busca veloz su miseria y la de los suyos.
La madre, con el sost茅n y presencia del c贸nyuge, cierra y a煤na la entidad familiar. La educaci贸n de los hijos se integra de modo coherente en los derechos y deberes de los padres en el 谩mbito de la familia, ra铆z educadora del ni帽o en la que ha de encontrar ternura, dedicaci贸n y autoridad. Pero, es necesaria la labor conjunta de los dos para lograr lo que es una obligaci贸n de justicia a la prole.
La descendencia es un fin natural e inmediato en la instituci贸n matrimonial y, a la vez, es el t茅rmino connatural que confirma la l贸gica humana de modo directo. La educaci贸n de los hijos es un quehacer ineludible de los padres, que son los primeros y m谩ximos responsables de su desarrollo, cuido y acci贸n indispensable que fundamenta todo el futuro del ni帽o. Estar铆amos ante una verdad insuficiente, si, en el g茅nero humano, quienes tienen potestad y derecho de engendrar, no detentaran tambi茅n el derecho y el deber de educar a los hijos por mandato de la naturaleza; y esta obra de la naturaleza, absolutamente especial铆sima, no puede soslayarse ni descuidarse, y, mucho menos, exponerla al desastre seguro, dej谩ndola sin terminar.
En la historia del pensamiento, se han dado variadas opiniones sobre la mujer. Algunos han defendido una indiferenciaci贸n, al considerar el sexo 煤nicamente como tema biol贸gico en el sentido vegetativo de la reproducci贸n. Otros, ante las notas existenciales y las actitudes vitales, aducen diferencias propias en la aprehensi贸n del mundo regulada por el orden biol贸gico y por el campo psicol贸gico. Hecho este que ha quedado patente, al incorporarse la mujer a multitud de tareas, vedadas hasta el momento, en la extraordinaria destreza y rigor con que desarrolla cualquiera encomendada. Son muchos los que apuntan una id茅ntica dignidad y una funci贸n distinta. Tesis que, en muchas 茅pocas, ha sustentado la actitud social de la consideraci贸n en rango de inferioridad: por infravaloraci贸n, se la coloca en el orden est茅tico o de diversi贸n; o, reconociendo su valor, se le recluye en el hogar, donde tiene su 煤nico 谩mbito de desarrollo. Ciertas culturas la han visto como base de las labores y origen de la existencia por lo que se le hac铆a realizar enormes esfuerzos agr铆colas creyendo que su influjo fecundante alentar铆a y vivificar铆a los frutos del campo.
Sabemos que, hist贸ricamente, en todas las 茅pocas y culturas, la mujer ha estado sojuzgada en el entramado civil, p煤blico y privado. Ha sido sometida, casi una esclava, y considerada un ser sin entidad. Tal vez, contribuy贸, desde el principio, la conciencia colectiva por la que el hombre sabi茅ndola superior, amparado en los largos periodos de gestaci贸n y en su fuerza f铆sica decidi贸 relegarla. En ello y en todo el pensamiento occidental, ha pesado sobremanera el relato del G茅nesis que responsabiliza, de la transgresi贸n y consecuente expulsi贸n del Para铆so, a dos figuras femeninas: Eva y la serpiente. La E.M. y el Renacimiento imaginaron al perverso animal con rostro de mujer e incluso, un busto de abundantes senos (as铆, las Biblias Ilustradas “D铆ptico de la tentaci贸n” de Hugo van der Goes s. XV). Son las causantes de la desgracia, introducen el pecado en el mundo con sus terribles consecuencias. Una seduce, es la tentadora, la otra se deja tentar. Representan la desobediencia en la historia, la maldad y la debilidad. Y el hombre, un ingenuo y d茅bil, que se deja arrastrar, como dice san Pablo. Ellos, al pedirles cuentas, se excusan infantilmente; 茅l: “la mujer que me diste me dio a comer”; y ella: “la serpiente me enga帽贸”.
La mujer ha soportado su postergaci贸n social, hasta que ya no aguant贸 m谩s, e inici贸 su emancipaci贸n. Pero, no es pol铆tica reivindicativa y falsa liberaci贸n lo que demanda su entidad femenina, sino la destrucci贸n de antiguas concepciones y la consideraci贸n exacta que le concierne en su transcendencia, en su absoluta peculiaridad e indefectible esencia personal.


Camilo Valverde. Mudarra es Lcdo. en Filolog铆a Rom谩nica
Catedr谩tico de Lengua y Literatura Espa帽olas,
Diplomado en Ciencias B铆blicas y poeta.

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