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SEGUNDO ISAÍAS “LIBRO DE LA CONSOLACIÓN”

LOS CUATRO CÁNTICOS DEL SIERVO DEL SEÑOR

Camilo Valverde Mudarra

ESPAÑA



El gran "tema" del Segundo Isaías es justamente el del Siervo del Señor.

SEGUNDO ISAÍAS “LIBRO DE LA CONSOLACIÓN”

Camilo Valverde Mudarra

LOS CUATRO CÁNTICOS DEL SIERVO DEL SEÑOR

El gran "tema" del Segundo Isaías es justamente el del Siervo del Señor. No faltan autores que consideran los cuatro "cantos del Servidor Sufriente" como obra de un autor diferente del 2º Isaías. El vocabulario y el conjunto del tema, es sin embargo, coherente con el conjunto del libro. Aunque ninguno de los cuatro cantos se inserta con naturalidad en el contexto inmediato, lo mismo se podría decir de otros textos de Is 40-55.
Estos cuatro cantos presentan un personaje misterioso. El término "Siervo" se utiliza en el segundo Isaías diecinueve veces y en una cierta relación con el Señor y en una ocasión significa "esclavo". Observando con cuidado los textos, parece que se trata de un personaje simbólico, que representa un modo de ser y de actuar ante el Señor. Ciertos aspectos comunes a casi todos los "cantos del Siervo", como su sufrimiento actual y el valor representativo de ese sufrimiento, la importancia de su vida delante del Señor, y el lenguaje con alusiones litúrgicas, con el cual se habla del Siervo, establecen una clara diferencia con todos los otros grupos o personajes individuales con los cuales teóricamente se podría identificar e1 Ser Sufriente.
Cuando un texto no se preocupa de establecer la identidad de un personaje, es probablemente porque no existe tal identidad, y porque el texto queda "abierto" a diferentes interpretaciones. Cuando el Segundo Isaías ha querido hablar de Israel como Servidor... lo ha hecho.
Lo importante es la perspectiva completamente nueva en el Antiguo Testamento y en el mundo religioso. El sufrimiento es un camino hacia Dios, no solamente una realidad de la cual hay que pedir la liberación (como en los salmos). Y ese sufrimiento puede tener valor no solamente para quien sufre, sino también para otros. El que la imagen del Siervo anónimo esté abierta a distintas posibilidades ha permitido a los autores del Nuevo Testamento identificarlo con Jesús, Siervo fiel del Señor, que ha muerto por los demás (véase Mt 12,18-21; 8,17; Lc 22,37; Hch 8,32ss). Lc 1,54 cita uno de los textos que también el Segundo Is aplica a Israel.
Los cuatro cánticos líricos se mueven en una línea teológica y doctrinal que superan la del resto del conjunto en profundidad y en horizontes. Introducen en una de las cimas culminantes de la revelación y de la teología del Antiguo Testamento.
Su gran novedad estriba en la misión ignominiosa, expiatoria del misterioso personaje, el Siervo de Yahvé sin igual en todo el Antiguo Testamento, por la que alcanzará una recompensa gloriosa. El Siervo, es un personaje individual, que oye e ilumina, es justo y tiene una fe decidida y fuerte, su misión se extiende por igual a todas las naciones sin ningún matiz nacionalista. Es una salvación puramente espiritual y desprovista de todo matiz político. Viene a convertir al verdadero Dios las almas de buena voluntad, cualquiera que sea su nacionalidad.
En cuanto a la homogeneidad y coherencia de los Cánticos, es admitida por la mayor parte de los autores; creemos más probable que es un ciclo literario independiente, escrito por un discípulo del Deutero-Isaías e insertado después en el contexto en que ahora se encuentran.

PRIMER CÁNTICO DEL SIERVO DEL SEÑOR: 42,1-7. YAHVÉ PRESENTA AL SIERVO.

Is 42,1-7 es el primero de los así llamados "Siervo de Yahvé", = elegido. Es un breve poema estilizado en la forma de un discurso divino. Se trata de dos cánticos, aunque unidos temáticamente (Is 42,1-4,5-7). A este, como a los demás cantos del siervo, se le dio pronto un sentido mesiánico y de ellos se sirvieron los autores del N.T. para entender mejor la figura de Jesús. La liturgia cristiana, en seguimiento del N.T., lo ha asumido y aplicado a Jesús. Yahvé es el que habla y hace la presentación del Siervo en forma y figura tomadas de los usos y costumbres de la corte.
La discusión sobre la identidad del Siervo se hizo larga:
- Unos, hablan de un personaje individual: desde Moisés y David, reyes Ezequías y Josiás, profetas Jeremías, Ezequiel y el mismo Segundo Isaías; personajes literarios como Job, hasta Ciro. Es probable que este cántico se refiera inicialmente a Ciro, al que se llegó a considerar siervo del Señor, su enviado para implantar el derecho y la justicia (en Is 45,1 se le llama incluso mesías, es decir, ungido).
- Otros sugieren un personaje colectivo, el pueblo de Israel (véase después Is 49,1-6).
- Finalmente una figura simbólica, que, aunque se puede reconocer en muchos, representa un modo peculiar de actuar delante de Dios, que Jesús llevará a su plena expresión.
El texto, en cuestión, muestra un personaje ligado de un modo particularmente estrecho al Señor. El lo ha elegido, lo sostiene y lo considera una "víctima aceptable" (en quien me complazco) Mt 3,17; 17,5: en Bautismo y Transfiguración de Jesús. El Siervo va a traer la salvación a las naciones (Is 42,1). La traducción más frecuente "para que traiga el derecho a las naciones" otorga un colorido jurídico a esta figura. Yahvé ha derramado su espíritu sobre el Siervo, persona que progresivamente se manifiesta decisiva para la historia de su propio pueblo y de las demás naciones y le ha dado el carisma en orden al desempeño de su misión, la de anunciar la ley divina, la revelación de la voluntad del Señor. Esta misión es universal y consiste en "traer, proclamar, implantar la salvación", llevar la verdad salvadora a las naciones. El Siervo desarrolla esta función de una manera sencilla y humilde sin la menor apariencia o gesto de violencia.
Se encuentra en una situación de debilidad y sufrimiento, pero su "llama" no se extingue hasta haber llevado a término su labor. Así pues, es un anuncio de gracia y de esperanza. Las imágenes de Is 42,2-3 describen a alguien que no se lamenta, que no responde, no protesta exteriormente, que pasa casi inadvertido. La importancia de este personaje es subrayada por la declaración del Señor, que se proclama creador y conservador del universo (Is 42,5) antes de reafirmar que ha sido él quien se ha elegido a su Siervo para constituirlo en alianza del pueblo y luz de las naciones: (6). Alianza es un término que indica en primer lugar la obligación que asume quien establece un pacto; de esa obligación derivan las obligaciones recíprocas de un pacto bilateral. En el marco de las relaciones de Dios con el hombre, tal como aparecen en el Antiguo Testamento, la alianza significa, por tanto, también la obligación que el Señor se impone a sí mismo de actuar en favor de su pueblo. Que el Servidor lleve la alianza del pueblo significa que ha sido entregado a Israel y a las naciones en don del Señor, y en expresión de la obligación que el Señor asume de "hacer el bien" al mundo. Sobre el sentido tanto de la expresión luz de las naciones como para abrir los ojos a los ciegos, para sacar a los presos de la cárcel, del calabozo a los que habitan en tinieblas (Is 42,7): y guiaré a los ciegos por caminos que desconocen; cambiaré ante ellos las tinieblas en luz (16) ¡Sordos, oíd, ciegos, abrid vuestros ojos para ver (18) Is 42,16-25: los israelitas que habían estado ciegos; ver y comprender; pero, la incomprensión no es definitiva. Cristo es la luz:

 Lc 2,32: Mis ojos han visto tu salvación, luz que ilumina las naciones;
 Jn 1,3: Él es vida y la vida es la luz de los hombres, la luz luce en las tinieblas.
 Jn 8,12: Yo soy la luz del mundo; el que me siga no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

Este canto Is 42,l-7 es la descripción que el Segundo Isaías hace de un personaje, que asume la palabra de Dios y que se completará en los otros cánticos del Siervo.

SEGUNDO CÁNTICO, 49,1-7 VOCACIÓN Y MISIÓN DEL SIERVO DEL SEÑOR.

El Siervo es identificado con el pueblo de Israel (Is 49,3). Algunos autores suponen que la determinación "Israel" no es original y que ha sido añadida como una interpretación. El Siervo será entonces una figura individual de carácter profético, regio o mesiánico. Porque este texto habla de Israel y porque el modo de hablar es diferente, es posible mantener que se habla del Siervo en dos modos diferentes. Por lo demás, el texto tiene numerosas dificultades de comprensión, que las traducciones procuran a veces limar para lograr un sentido coherente.
El que habla no es Yahvé, sino el mismo Siervo. El Siervo habla en primera persona, hace su autopresentación, se dirige a todos los pueblos y les informa de la vocación a que ha sido llamado por Yahvé. El Siervo se presenta en declaración solemne a los ojos de las "islas" y de las "naciones lejanas" (Is 49,1, véase antes (Is 43,9). Tiene, además, conciencia de ser un elegido del Señor desde el primer momento: Desde el seno materno: “Tú fuiste quien del seno me sacaste, me pusiste a los pechos de mi madre Sal 22,l0. “Tú eres mi protector desde las entrañas de mi madre Sal 71,6). Es una expresión apta para referirse a los orígenes de Israel: escucha, siervo mío, Israel a quien yo elegí (Is 44,1.2.24).
Como en la vocación de Jeremías, está presente la objeción; pero la protección de Dios acaba con toda la perplejidad y el Siervo puede anunciar la salvación hasta los últimos confines de la tierra. Su misión r parece estar en relación con una proclamación (Is 49,2a).La suya es una llamada mediante la palabra, que es espada y flecha, es decir, una realidad que toma la iniciativa. Sin embargo, las expresiones no tienen que ver propiamente con un "ministerio de la palabra". La imagen de la "lengua" y "los labios" (más que la boca) como espada afilada tiene con frecuencia en el A. T. un sentido negativo: así labios de la mujer adúltera (Prov 5,4) o los de los malvados (Sal 64,4).
En vano me he afanado, para nada he gastado mis fuerzas. Pero mi derecho estaba en Yahvé, mi recompensa en mi Dios (Is 49,4) No es propiamente una declaración del Siervo que, en un primer momento, se sentiría desanimado por lo que considera un fracaso de su misión y luego será confortado por el Seño, y termina con un éxito clamoroso tanto entre Israel como entre las naciones. Esta misión tiene una doble proyección. Es a la vez nacional y universalista. En su aspecto nacional, el Siervo debe reconducir a Israel a la Tierra Prometida y ser el instrumento de la alianza definitiva (49, 5-6; 42, 6). En su proyección universalista, el Siervo ha sido puesto como luz de las gentes y debe llevar la salvación hasta los extremos de la tierra.
Las expresiones usadas no tienen que ver con obstáculos objetivos. El Siervo se había esforzado por lo que era (siguiendo el hebreo) "vacío, caos, vanidad". En vano, debe comprenderse probablemente como un sustantivo. Se había cansado "por lo que es vano" (véase Is 30,7). "Caos" designa en el Segundo Isaías lo que vanamente procura oponerse al señor y a su soberanía: las naciones, sus jefes, los ídolos, los artesanos que los construyen. "Vanidad" aparece sólo aquí, en el Segundo Isaías, pero Jeremías y el Eclesiastés lo emplean frecuentemente para indicar todo lo que no tiene consistencia: la vida humana, las leyes de las naciones, la belleza femenina. "Cansarse" expresa en el Segundo Isaías un aspecto profundo de las relaciones entre Dios y el hombre: seguimiento o abandono. El Señor no se cansa y los que se apoyan en Él participan de su fuerza (Is 40,28.30.31). Se cansan quienes no siguen al Señor sino a magos y encantadores (Is 47,12.15). El Señor acusa a Israel de haberse "cansado" de Él, mientras que él no lo ha agobiado (cansado) con sus exigencias (véase Is 43,22.23.24).
Concluyendo, pues, Is 49,4 no es una declaración de desánimo del Servidor que no ha tenido éxito en sus proyectos y comprueba que los resultados no corresponden a las expectativas y esfuerzos; es más bien una confesión de culpa. El Siervo-Israel ha gastado sus fuerzas (véase Sal 71,9) siguiendo algo que no era sino vacío, caos, vanidad: los ídolos, las naciones, los gobernantes infieles. A la luz de esta interpretación de Is 49,4 el verso anterior (Is 49,3) no indica la satisfacción del Señor con respecto a su siervo Israel (estoy orgulloso de ti) sino la determinación del Señor (más allá de los vanos esfuerzos de Israel) de glorificarse a través de su propia acción, llevando a término una tarea casi imposible, la conversión de Israel.
Habiéndose dado cuenta del sin sentido de sus esfuerzos y de su vida, el Siervo reconoce (Is 49,4b) que su causa, su destino (véase la explicación de (Is 42,1) y su actividad y recompensa no pueden encontrarse sino en el Señor. En esta misma línea Is 41,4; 43,13, manifiestan que la actividad que tiene sentido es la obra de Dios. La recompensa del Señor es uno de sus atributos que lo acompañan en Is 40,10. Cuando el Siervo-Israel ha reconocido sus errores anteriores, está en condiciones de recibir otra misión, la de colaborar en hacer retornar Jacob-Israel al Señor (Is 49, 51). La confesión en Dios se halla mi fuerza se contrapone ahora a la confesión de Is 49,4 "había gastado mis fuerzas por lo que no era nada". Is 49,6 tiene solamente una conexión general con Is 49,1-5 y amplía la función del Siervo, convirtiéndolo en luz de las naciones. Llama la atención la mención arcaizante de las tribus de Jacob, así como el sentido de supervivientes de Israel. Es difícil sobre todo la frase literal del texto hebreo "para que seas mi salvación hasta los extremos de la tierra"; es como si la salvación, que es la obra del Señor, fuese puesta en las manos del Siervo-Israel. Esta misión evoca la del Siervo de Is 42,1-7, que se expresaba de modo más coherente y matizado. El segundo elemento de la misión de Is 42 aparece más adelante en Is 49,8 (alianza del pueblo), en una posición que no se integra bien con Is 49,8-12.
Is 49,7 concluye el poema con una exaltación de Israel, en la línea de Is 49,1-5.
Como conjunto este texto se diferencia de aquellos en los que probablemente se habla de un Siervo individual, que tiene una especial relación con Dios, y que lleva a cabo su misión por medio del sufrimiento. Este segundo canto, en cambio, exalta a Israel que, después de haber reconocido sus errores, es antepuesto a reyes y príncipes a los ojos de todas las naciones.

TERCER CÁNTICO: 50,4-11.SUFRIMIENTO Y CONFIANZA DEL SIERVO.

Este, por su forma y fondo, es una confesión al estilo de las de Jeremías. En concreto, se trata de un salmo profético de confianza. La misión del Siervo es descrita como una tarea profética. Is 50,4-9 es una declaración en primera persona de un personaje anónimo, que habla él de sí y de su misión; aunque no se le llama Siervo su situación y destino coinciden, sin embargo, en diferentes aspectos con los del misterioso personaje que se entreveía en Is 42,1-7; 42,18-23 y 43,8-13.
Este texto pone de relieve, más que los anteriores, que este personaje es plenamente consciente de su misión y de su destino. Por ello, la insistencia sobre el "aprender", y "abrir el oído". La suya es una lengua obediente, cuya actividad principal es animar a los desfallecidos. Su oído está en permanente actitud de escucha de la revelación, que recibe de modo continuo. Está en constante diálogo con Dios, lo que le distingue de las experiencias de los profetas anteriores. Este profeta es presentado como víctima de expiación, mártir voluntario con entera obediencia a la voluntad de Dios y plena confianza en Él. La predicación del Siervo de Yahvé lleva el sello de la persecución y el sufrimiento.
El Siervo sabe que debe enfrentarse, en un juicio, con sus enemigos. Así lo sugiere el vocabulario judicial de Is 50,8-9a: defensor, denunciar, comparecer, domar, condenar, sabe que dispone de los medios necesarios para hacer frente a la situación y salir victorioso. Pero sabe también, que no tendrá necesidad de utilizar esos medios (véase Is 54,17 y Mt 10,19-20). El señor mismo tomará a su cargo su defensa y él no se rebela a su destino.
La imagen de Is 50,4-9 sugiere la de un prisionero que después de haber sido maltratado (Is 50,6) espera el momento del juicio. Por la mañana muy temprano (Is 50,4) se ha despertado con la seguridad de que Dios le ayuda y de que por ello será capaz de derrotar a sus enemigos. Espera ese momento con alegría, como un momento de triunfo propio y de glorificación de Dios. Le falta, sin embargo, todavía la experiencia final de los tribunales corrompidos, del triunfo de la injusticia, del silencio de Dios.
El pueblo de Sion ha de confiar en el Señor, como el Siervo confiaba y no ha sido defraudado. Is 50,10 puede tener el sentido de una exhortación: “temed, obedeced” y también de una proposición condicional normativa: “el que teme al Señor ... aunque camine en tinieblas”... Es esta la actitud del Siervo.
El versículo Is 50,11 se refiere a los enemigos de Sion o del Señor, que son víctimas de la violencia e injusticia que ellos han promovido.

CUARTO CÁNTICO: 52,13-53,12. PASIÓN Y GLORIA DEL SIERVO.

Entre los cánticos de alegría que celebran la restauración de Jerusalén, capítulos 51, 52 y 54 del Segundo Isaías, se sitúa este sombrío texto teológico, como para indicar que la rehabilitación de Israel y de sus habitantes presupone el sufrimiento compartido.
Ofrece la forma literaria de una liturgia profética. Es el más famoso e impresionante de los cuatro poemas. Presenta, igual que los anteriores, problemas de identificación. A diferencia de ellos, se limita a narrar los sufrimientos del siervo, su muerte ignominiosa y su último sentido. El cuerpo del himno se desarrolla sobre la trama de los sucesos trágicos vividos por el siervo, alcanza su cima en el contraste "humillación-glorificación", y ve una rehabilitación gloriosa.
Presenta una triple disposición:

a) Oráculo de Yahvé: Presentación del siervo: 52, 13-15.
b) Profecía de la pasión del siervo: 53, 1-10. Lamentación colectiva
c) Oráculo de Yahvé: Glorificación, su destino: 53, 11-12. noción de la obra salvadora

a) Oráculo divino: 52, 13-15. Habla Yahvé, dirige la mirada al futuro del Siervo, al momento de su exaltación. Resalta el contraste entre su momento de dolor y abatimiento y su momento de triunfo y exaltación. También describe la impresión de las muchedumbres en relación a esos dos tiempos de su misión. Horror al principio y asombro después. Ello quiere decir que el acontecimiento salvador de la misión del Siervo solamente puede ser reconocido luego de su cumplimiento.
b) Profecía de la pasión: 53, 1-10. El profeta empieza describiendo el estado del Siervo en el momento de su pasión. Acumula en su descripción toda clase de sufrimientos: desprecio, enfermedad, castigos corporales. Es presentado como desfigurado, traspasado, aplastado.
En la larga sección central, Is 52,14-53,10) un grupo, "nosotros", como si fuera un coro, habla meditativamente del Siervo. Esta sección recuerda la relación del servidor con el coro, con otros "muchos" (Is 53,11) y con el Señor. Todos nosotros nos acusamos de ceguera e incapacidad para reconocer lo que estaba sucediendo: el Siervo, un ser despreciado y humillado por Dios y por los hombres.
En un tercer tiempo, se reconoce el valor y el significado del dolor y del sufrimiento del Siervo. El profeta ve en este dolor una misión confiada por Yahvé y que el Siervo ha aceptado con toda generosidad y entrega, con pleno conocimiento de causa. Esta función era la de redimir al mundo cargando sobre sí los pecados de los hombres, sus dolores y enfermedades, como víctima de expiación vicaria para cumplir el plan de Dios sobre la humanidad. Por este sufrimiento total, en el que se cumplen los planes de Dios, el Siervo recibe la vida y, como herencia, una posteridad innumerable que se prolonga más allá de la muerte. La exaltación final del Siervo (Is 53,12: Le daré un puesto de honor, un lugar entre los poderosos) menciona a muchos. El tema central del texto es la relación entre el Siervo y el grupo. Esta relación está sugerida por numerosas expresiones que hablan de una presencia, actividad y sufrimiento del siervo junto a los demás (Is 53,4.5.12) y en su lugar.
Es un hombre desfigurado y despreciado, ya que su tormento es considerado como signo de un juicio por parte de Dios. Pero, en realidad, son los espectadores los que tienen que confesar su propio pecado, que ha caído sobre él sin culpa alguna. El castigo es nuestro, pero el dolor es suyo. Su entrega es total, con la docilidad de un cordero conducido al sacrificio. Lo que le aguarda es la muerte y la sepultura. Sin embargo, "Él jamás cometió injusticia ni hubo engaño en su boca". Pero la muerte no es el desenlace definitivo. Más aún, la muerte hace brotar el misterio de fecundidad que aquel retoño contenía; y el justo contempla ahora la luz y se sacia en Dios, que declara inocente a su Siervo. Su sufrimiento expiatorio ha liberado a los hombres, que ahora serán el botín de su triunfo y de su victoria sobre el mal.
c) Oráculo de Yahvé: 53,11-12. Yahvé, en este oráculo, que cierra los cánticos, introduce solemnemente una idea muy importante en la descripción de la obra salvadora del siervo. Justifica a los hombres, restableciendo la relación inicial entre ellos y Dios, después de haber destruido el pecado y sus consecuencias.
El vocabulario que describe la misión salvadora del Siervo está especialmente elegido para expresar la función semántica de la pasión y el dolor. El Siervo carga sobre sí las enfermedades y los dolores. Nuestro castigo pesa sobre él. Ofrece su vida en expiación. Se entrega de modo voluntario a la muerte. Intercede por todos nosotros. Justifica y es justificado. Y como recompensa tendrá una gran posteridad.
Sobrepasa con valentía, con sus llagas nos curó (Is 53,5), conceptos profundamente afincados en la cultura religiosa antigua y en la del Antiguo Testamento. El Siervo no responde herida por herida como permitía e incluso ordenaba la ley del talión (Ex 21,25); mucho menos trata de vengarse de ningún modo de la ofensa recibida (Gn 4,23-24). Por el contrario, sorprendentemente sus propias heridas llevan la curación a un cuerpo cubierto de ellas, el cuerpo de Israel y de cada uno de sus miembros. El Sal 38 incluye las heridas del cuerpo como parte de la descripción de la figura repugnante de uno que implora la misericordia del Señor.
Así mismo, Is 53,6, el Señor cargó sobre él todas nuestras culpas, se refiere probablemente al castigo infligido por las culpas. La lengua hebrea puede utilizar el mismo término para varios conceptos relacionados entre sí en el orden jurídico y religioso, como transgresión, culpa y castigo. "Cargar", castigar, es el velo que utiliza Is 59,16 para indicar una intervención salvífica del Señor que pone remedio a una situación extrema, aunque para ello sea necesario recurrir al dolor. Is 53,6b significa que el Señor ha "tocado" con una intervención salvífica la transgresión de todos por medio del Siervo.
En el Cántico, la tercera fundamentación teológica es la presencia del Siervo en la expiación de la culpa y en la reconciliación entre el señor y su pueblo ("nosotros"). Por haberse entregado en lugar de los pecadores Is 53,10 traduce la expresión hebrea "entregarse como expiación". El término hebreo jurídico religioso que traducimos como "expiación" tiene múltiples significados: la transgresión, la obligación y responsabilidad que surgen de la culpa, la culpa misma, el reato, y por extensión la expiación de la culpa, y hasta la compensación (véase Lv 5, y en particular Is 53,15-16.18-19, donde aparecen los diferentes sentidos del mismo término).
En el versículo, Is 53,11 trata de la expiación: Mi siervo traerá a muchos la salvación. La expresión traduce la expresión hebrea "declarar justo" o "justificar" (Ex 23,7; Dt 25,1). El Siervo no convierte en justo al injusto, un pensamiento completamente ausente del A Testamento. Para ser "justificado" es necesario tener en sí un elemento de justicia, es decir, participar en la justicia del Señor, que es el único Justo (Is 45,24-25). El Señor puede borrar la rebelión y olvidar el pecado (Is 43,25; 44,22), de manera que permita al hombre presentarse a juicio con él, "justificarse", y así "ser justificado" en su presencia (Is 43,26).
Estas expresiones, cargando con sus culpas (Is 53,11), o cargó con sus pecados (de ellos) (Is 53,12), manifiestan que el Siervo asume la culpa en que otros habían incurrido. Como en Ez 23,49, estas palabras expresan una verdadera responsabilidad moral sobre las acciones que cada uno, individuo o grupo, debe reconocer. De un modo semejante, el sumo sacerdote Aarón, lleva ante el Señor los símbolos que representan los nombres de las tribus de Israel y, como representante del pueblo, porta también la "flor de oro", signo de las culpas cultuales que el sumo sacerdote expía (véase Ex 28,36-39 y en particular Is 53,38). Es el papel parecido al que tiene el macho cabrío expiatorio (Lv 16,22), sobre el cual el Sumo Sacerdote descarga de modo simbólico todas las culpas del pueblo, para que sean llevadas al desierto. El pensamiento de la asunción de la culpa que se anuncia en esos textos adquiere toda su fuerza en este cántico de Isaías.
Al poder aceptar la asunción de la culpa de otros, el pensamiento de la substitución de los culpables en el castigo se hace también posible y aceptable en toda su circunstancia. La misión del Siervo en este contexto no es declarar justo a alguien que no lo es, ni es olvidar o borrar el pecado. Pero él puede asumir la culpa de los demás como argumento para que el Señor pueda olvidar y borrar el pasado aceptando como justo lo que ante él no podría serlo, porque la mancha exigía una reparación muy especial.
Más que un profeta parece un evangelista el que habla. El Nuevo Testamento ve aquí designado literalmente a Jesucristo: Mt. 3,17; 12,15-21; 26, 67-68; 27,26; Mc. 15,19. 27-28; Lc.4, 17-21; 2 Cor 6,2.
En señal de premio y de pago, por haberse ofrecido para tomar y expiar la culpa, el Siervo tendrá descendencia, prolongará sus días (Is 53,10). El Siervo ha muerto verdaderamente, ha abandonado la tierra de los vivos (Is 53,8; véase el contraste del reino de los vivientes con el Sheol, reino de las tinieblas, en Ez 32,23-27). Su supervivencia no significa, sin embargo, que el concepto de resurrección en sentido cristiano esté ya presente, pero, sí, implica que quien se pone al lado de los pecadores para asumir su culpa y buscar la expiación de la misma, participa de un modo especial de la bendición del Señor. Precisamente, porque el Siervo ha cumplido esa condición, el Señor permite que continúe presente de algún modo en aquellos con quienes se ha identificado y extraído del abismo.
Precisamente, a causa de su profundidad teológica, este texto ha sido utilizado frecuentemente por el Nuevo Testamento para procurar comprender la figura de Jesús, que ha muerto "por la salvación del pueblo". A pesar de algunas vacilaciones se puede considerar la pasión del siervo como un sacrificio expiatorio, su dolor como una justificación y una reconciliación del pueblo con Dios. Este entramado de humillación y de exaltación para los cristianos ha tenido un nombre concreto: Cristo y su pasión, muerte y glorificación.
Hay que señalar la imprecisión de los límites atribuidos a los poemas; los cantos se presentan distintos de su contexto y, al mismo tiempo, profundamente insertos en su trama. Duhm, en 1892, fue el primero en considerarlos como formando un todo coherente y distinto del conjunto del libro y los atribuyó a un autor de la primera mitad del s. V.

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