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El español nuestro: tasar

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Dos parejas de homófonos mal empleados. Reitero la responsabilidad de organismos y empresas, de todos y cada uno, en el cuidado de la lengua materna. 

En su Guacalito de cubanismos dice Juan Marinello: «Tener giribilla. Se dice de la persona que está poseída de desmedida actividad o desasosiego. También entre el populacho significa gracia, donaire, algo muy parecido a lo que los españoles llaman salero. Claro lo dice la copla popularísima: Me gusta la calderilla/ porque suena como plata,/ más me gusta la mulata/ porque tiene giribilla». (Tomado de los Archivos del Folklore Cubano). Aprovecho para precisar que guacal, del nahua huacalli, es ‘especie de cesta o jaula formada de varillas de madera, que se utiliza para el transporte de loza, cristal, frutas, etc.’ y ‘árbol de la familia de las Bignoniáceas, que produce frutos redondos de pericarpio leñoso, los cuales, partidos por la mitad y extraída la pulpa, se utilizan como vasija’, así como la ‘vasija así formada’.

El vocablo paz procede del latín pax, pacis y apareció por primera vez en el castellano escrito con el Cantar de Mío Cid, poema épico del 1140, época de la Guerra de Reconquista contra los árabes. Es común a todas las lenguas romances (derivadas del latín vulgar hablado por los legionarios romanos): en francés, se dice paix; en italiano, pace; en portugués paz; como se aprecia, en todas hay gran similitud, incluso, en lenguas no romances, como el inglés —peace— se parece también. Entre sus derivados, se encuentra: pacato, ‘de natural quieto’; pacificar, pacificación, pacífico, pacifismo; apaciguar. Tiene raíz común con pacto, ‘convenio’, que proviene del latín pactum, y que en esa lengua era el participio pasivo de pascisci (firmar la paz). El verbo pactare significaba ‘pagar tributo de guerra’, que es obligación que toca a los vencidos.

De Un guacalito de cubanismos, de Juan Marinello, son las siguientes expresiones, que van cayendo en desuso o variado su significado de acuerdo con los tiempos: en Cuba se acostumbra —o acostumbraba— llamar abogado de manigua «no solo al que alardea de profundos conocimientos en cuestiones jurídicas, sino a todo el que habla desmedidamente o trata de enredar las cuestiones sin conocimiento alguno de lo que trata».

En cuanto a la expresión ¡Agua!, explica Marinello su origen, referido al hecho de que en esa época, los muchachos callejeros gritaban así  cuando veían conducir por las calles algún catre o colombina: «Agua para las chinches» —insecto nocturno, fétido y sumamente incómodo, pues chupa la sangre humana taladrando la piel con picaduras irritantes— o simplemente ¡Agua!, caliente, por supuesto, para acabar con el desagradable insecto.

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