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El nacionalismo españolista en el socialismo español

Marta Tur



Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario digital EL PLURAL, 8 de octubre de 2013

Este artículo critica la visión nacionalista españolista que domina en gran manera el equipo de dirección del Partido Socialista Obrero Español y que imposibilita la resolución del problema español que ha causado el enfado general extendido en Catalunya contra el Estado español.

Desde que me integré de nuevo en la vida académica catalana he apoyado y asesorado a la mayoría de las fuerzas de izquierda con representación parlamentaria en Catalunya (PSC, ICV-EUiA y ERC). Y considero un gran honor que todas ellas, así como los movimientos sociales y los sindicatos mayoritarios, me pidieran que presidiera la Universitat Progressista d’Estiu de Catalunya –UPEC- (Universidad Progresista de Verano de Catalunya) como su primer Rector. Considero también que los gobiernos tripartitos, tanto el presidido por Pascual Maragall como el presidido por José Montilla, fueron de los gobiernos progresistas que introdujeron más reformas valiosas en aquellas áreas sobre las que tenían influencia, tales como sanidad, educación, vivienda, servicios sociales y otros, que mejoraron el bienestar social de la ciudadanía. Y los datos hablan por sí mismos: el gasto público social (que cubre las transferencias y los servicios públicos del Estado del Bienestar, como sanidad, educación, servicios sociales, vivienda, escuelas de infancia, servicios domiciliarios, y otros) por habitante creció como nunca antes había crecido durante el periodo democrático. Y en las áreas económicas, el Conseller de Economía y Finanzas de dichos gobiernos, el Sr. Antoni Castells, fue el único consejero autonómico con sensibilidad política socialista en España que criticó, entre otras medidas neoliberales, las políticas de bajada de impuestos del Presidente Zapatero. Solo más tarde, y en respuesta a las crisis financieras y económicas, el PSC, el partido mayoritario de los gobiernos tripartitos, cambió su política económica, siendo la introducción de recortes de gasto público (y su defensa del zapaterismo) la que causó su bajón electoral. En Catalunya, el PSC pagó un elevado coste electoral al seguir tan de cerca y defender las políticas públicas del gobierno socialista presidido por el Sr. Zapatero. Las políticas de recortes del gobierno PSOE abrieron el camino para que más tarde el gobierno Rajoy en España, y el gobierno Mas en Catalunya, aumentaran en mayores dosis tales políticas de austeridad.

La falta de autocrítica dentro del PSOE hacia lo que significó el zapaterismo en las áreas económicas en las últimas etapas del gobierno (que siguió a pies juntillas el dogma neoliberal) explica que la dirección de tal partido atribuyera el bajón del PSC, no a la defensa del zapaterismo, sino a su supuesto nacionalismo catalán. En más de una ocasión, dirigentes del PSOE habían acusado al PSC de estar contaminado por el nacionalismo catalán, resultado de su alianza con ERC. Esta acusación y crítica ha alcanzado un nuevo nivel de agresividad como consecuencia del compromiso del partido socialista catalán en apoyar el “dret a decidir”, el derecho a decidir, en Catalunya. Hay múltiples ejemplos de tal hostilidad. Pero el caso más característico y predecible ha sido el del Sr. José Bono, quien ha acusado al PSC, tanto en la época Pascual Maragall como en la época José Montilla, de ser el responsable de que –según él- Catalunya esté hoy a las puertas del independentismo. Según José Bono, que ello ocurra se debe a que el PSC se ha transformado en un partido nacionalista, y como tal ha perdido toda identidad de izquierdas. Según él, el nacionalismo es un planteamiento que por definición es “insolidario” y equivocado, y, según él, lo que la “izquierda debe hacer es defender la unidad de España, sin complejos, pues es la única manera de garantizar la igualdad de los españoles”.

Portavoces extremos del nacionalismo españolista

La intensidad de las creencias del Sr. Bono parece impedirle reconocer que es portador y promotor del mayor nacionalismo existente en España, que es un nacionalismo oprimente para aquellos que no comulgan con su visión de España. Su nacionalismo extremo surgió de la nación castellana y de su historia, y es profundamente insolidario, pues es una concepción radial del Estado centrado en Madrid, que ofende y perjudica a lo que se llama periferia. Es el nacionalismo españolista que he descrito y criticado extensamente, y que imbuye la concepción de España existente en el establishment español basado en la Capital del Reino. Su imagen de España es la centrada en el Estado español, dirigido desde Madrid, monopolizando el significado de Patria y Nación. (Ver mi artículo “El nacionalismo españolista”. El Plural 05.08.13). Agravando su nacionalismo españolista, existe un conservadurismo representativo de la derecha castellana (incluyendo la madrileña), con la cual se lleva muy bien. Hijo de vencedores de la Guerra Civil (su familia fue falangista), negó a los que lucharon para defender la II República que llevaran en las Cortes, en sus hombros, la bandera republicana, y en otro ejemplo de insensibilidad democrática, permitió a los combatientes de la División Azul, que lucharon a favor de Hitler, que desfilaran al lado de los que lucharon por la democracia en España y en Catalunya cuando fue Ministro de Defensa. No admite el carácter plurinacional del Estado español, enfatizando una unidad presidida por su concepto de España.

Hace falta y es urgente denunciar que el nacionalismo españolista, con su visión radial de España, es opresivo, injusto e insolidario. Este diseño radial de España, en el que todo parte y termina en Madrid, se refleja en que ir de Barcelona a Madrid lleve 2 ½ horas por tren mientras que ir de Barcelona a Bilbao (que es la misma distancia) lleve seis horas. Pero esto, el Sr. Bono lo ve como natural, no ve ningún acto de insolidaridad. Y ve normal que todas las instituciones del Estado español estén radicadas en Madrid. Su falta de experiencia internacional y su desconocimiento de otras experiencias, hacen que desconozca que no haya otro país donde las instituciones del Estado central estén tan afincadas en el centro como en España. Todo ello es profundamente insolidario. Pero su dogmatismo españolista (y los beneficios que sustrae de ello) le lleva a no verlo. Su concepto de nación es asfixiante para todos aquellos que no coincidan con él, y profundamente insolidario. Es, sin lugar a dudas, una de las personas castellanas que más han estimulado el secesionismo en Catalunya. El Triangle, una de las revistas catalanas más agudas en su crítica de la situación política española, lo ha definido como “uno de los fundadores de la Patria Catalana”.

Pero otro nacionalista españolista de peso es el ex presidente de Extremadura, el Sr. Ibarra, que es insaciable en su constante agresividad hacia las fuerzas que él llama nacionalistas, y que incluyen también el PSC. A diferencia de Bono, Ibarra es de izquierdas. Es otra voz que es responsable de la radicalización en Catalunya, definido por El Triangle como otro padre de la Patria Catalana. Pero el que se lleva la palma es Juan Alberto Belloch, que en una reciente entrevista llega a afirmar que pedir el derecho a decidir es idéntico a lo que hacía ETA (sí, léase la entrevista y verá que dice esto), lo cual debería descalificar a dicho señor para tener cualquier cargo político en un sistema democrático. Definir como un acto terrorista la petición de un referéndum pacífico y sin violencia, mediante movilizaciones también pacíficas y no violentas, para poder decidir sobre el futuro de una nación en España, es una aberración indigna de una persona que se considera de izquierdas.

Versiones más moderadas de este nacionalismo españolista

Un comportamiento menos extremo, pero igualmente desfavorable, es la declaración de muchísimos dirigentes socialistas –desde Felipe González a la nueva Presidenta de Andalucía, Susana Díaz- que señalan que el derecho a decidir y la posible escisión no son posibles porque la Constitución no lo permite. Pero la Constitución refleja las relaciones de poder existentes en la mal llamada Transición modélica de la dictadura a la democracia, cuando las fuerzas conservadoras, herederas de la dictadura, controlaban el estado y las izquierdas, que habían liderado las fuerzas democráticas, salían de la clandestinidad. Hablar de consenso entre iguales es una frivolidad. Refleja el poder de las fuerzas ultraconservadoras, lo que explica la baja calidad de la democracia española, como lo muestra que, treinta y cinco años después de la Transición, España continúe a la cola de la Europa Social (con uno de los gastos públicos sociales por habitante más bajos) y el Estado español todavía no respete su plurinacionalidad, con más de 130.000 desaparecidos, es decir, asesinados políticos, cuyos familiares no reciben ninguna ayuda del Estado para encontrarlos y homenajearlos.

La agitación social existente hoy en España es un síntoma de la escasa legitimidad del Estado central, el cual está imponiendo a la ciudadanía políticas muy impopulares sin ningún mandato popular para que ello ocurra. A esta agitación social de las clases populares frente a la insensibilidad social del Estado español (reflejada en la Constitución) se añade el hartazgo de grandes sectores de la población en Catalunya hacia el Estado Central por su inhabilidad y oposición a considerar a España como una entidad plurinacional.

Es muy fácil entender qué está pasando en Catalunya. Y algunos de nosotros lo hemos estado prediciendo desde hace ya años. Y la razón para entender la radicalización del hartazgo es el comportamiento del Estado español, sumergido en un nacionalismo extremo españolista de una extraordinaria rigidez. Que Catalunya sea una nación (que podría haber convivido con otros pueblos y naciones de España) no ha sido aceptado ni por el PP ni por el PSOE. Fue Pascual Maragall, un gran catalán y un gran español (le conozco muy bien, es amigo mío y doy fe de lo que digo), el que intentó, a través del Estatut, que se iniciara tal relación y se creara una España poliédrica, en lugar de radial. Y así fue como se aprobó, de manera que la gran mayoría de los partidos y fuerzas sociales lo aprobaron. Zapatero ganó las elecciones gracias al apoyo del electorado catalán, que creyó su promesa de que aceptaría lo que el Parlament catalán aprobara. Y no lo aprobó.

A partir de entonces se pudo ver que no era posible. Pasó a las Cortes, donde se “cepilló” (término chulesco que, naturalmente, no fue considerado ofensivo por el establishment español). Aun así, se aprobó (a pesar del cepillo) por referéndum. Pero no fue aprobado (en temas claves) por el Tribunal Constitucional, controlado por los dos partidos, PP y PSOE. El juez clave en aquella decisión negativa había sido nombrado por Zapatero.

Cada paso fue aumentando la frustración, y los que vivimos en Catalunya lo pudimos ver. Y añádanse a ello las declaraciones constantes de los portavoces y representantes del establishment socialista madrileño (uno tras otro) que, en su tono ofensivo, condescendiente y arrogante, continúan diariamente dando lecciones a Catalunya de democracia, acusándola de insolidaria, egoísta, etc.etc. Hablan constantemente del problema catalán sin nunca hablar del problema español, que es el que crea el catalán. Se ha llegado así a un nivel de hartazgo, no hacia España, sino hacia el Estado español, que creo que es irreversible.

Pero, es importante señalar que, a nivel de España, a lo largo de todo el territorio, veo un hartazgo más y más generalizado, bien expresado en el eslogan del movimiento 15M de que “no nos representan”, eslogan en el que coincide la mayoría de la población en España. Hoy este Estado central está perdiendo la legitimidad, no solo en Catalunya sino en el resto de España. Y mientras, el establishment españolista ni se entera. La esperanza es que los distintos pueblos y naciones de España se movilicen (ya lo están haciendo) y rebelen pacíficamente frente a este Estado español que hoy muestra de una manea clara su insensibilidad democrática, su insensibilidad social y su asfixia radial y nacional.

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