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Al otro lado del río Tajo

Willo Cucufate



 

 “La guardia esta vez se quedará viéndonos pasar,
quien iba a decir que esto iba a ocurrir un día,
la guardia quieta y callada mientras tú gritas
viva el primero de mayo.
Segismundo Canastro - Manuel Espada
(El Alentejo)

 

El mismo José Saramago se cuestiona y reflexiona acerca de que  se puede levantar del suelo. Del suelo -nos dice- se pueden levantar las cosechas, los árboles y los animales. Saramago expresa una gran satisfacción cuando confiesa que esta novela se acerca a la vida, que como ella  se ha levantado del suelo. (Es casi un testimonio).
Esta es la historia de entre otros, también de “Los Maltiempo”: De Domingo el zapatero, andariego y borracho; de Juan, el campesino, convertido en estatua por obra y gracia de la tortura, poseedor  de unos inexplicables ojos de cielo; de Antonio, el soldado navegante de encrucijadas de cuartel y de María Adelaida, marcada por la genética huella azul de sus bellos ojos bastardos, herencia desconocida de un su lejano tatarabuelo, emigrante y violador.
El espacio geográfico en que se desarrollan las acciones de esta interesante y dolorosa historia es Portugal, concretamente El Alentejo, esa parte sur-oeste de la península ibérica, que sirve de entrada a esa enorme cloaca marina conocida como Mar Mediterráneo. Pero no nos engañemos ésta novela no es una historia de piratas y corsarios que por iniciativa propia o por encomienda Real saquean patrimonios ajenos; no se trata tampoco de Españoles, Franceses e Ingleses disputándose los laureles de la historia en una fiera batalla marina en las costas de Cabo Trafalgar.
Algunos dirán que se trata de una novela de corte pastoril, porque sí es una historia que se desarrolla en el campo, en el latifundio que como un embravecido mar interior nos sacude con su podredumbre explotadora,  sus tormentas y cataclismos sociales.
El latifundio es un mar chucaro, es como un país tempestuoso gobernado por la divina trinidad del engaño, la injusticia y la represión: Iglesia, patronos y la Benemérita; cada uno  con sus ángeles, lacayos y dragones. Desde el cielo azul e inocente los coros angelicales  observan preocupados a esos rebeldes y terrenales pedazos de cielo que fulgurantes en los ojos de hombres y mujeres emiten una luz liberadora que denuncia el pecado original en los medios de producción y alumbra los cerros en sus alturas, los valles con sus primaveras, los llanos con sus trigales y los bosques  con sus nobles maderas de crucifixión.
Esta es la historia del campo y sus hombres, del Portugal de los tiempos de la primera guerra, en donde la infantería era tan necesaria e imprescindible que las bayonetas eran  tan largas que bien podrían empalar dos humanidades en un solo cuerpo encarnado en una hemorragia de ideas  libertarias.
En el latifundio igual que la primera guerra, la segunda se vive de lejos; las suásticas nazis, los kamikasis japoneses y los destellos atómicos  fueron apenas rumores lejanos  casi incomprensibles para el jornalero, que en una guerra no declarada trabajaba, luchaba, era torturado y  moría exigiendo arroz, tortillas y frijoles, ¿Qué comerán los hombres del campo de Portugal? Estas mentes perversas e ignorantes exigían un jornal ¿justo? Aquel que en la actualidad le dicen salario mínimo. (Equivalente a una mínima canasta básica, a una mínima educación, a una mínima salud y a una mínima familia). Estas mentes ociosas y malévolas luchaban por una jornada laboral de ocho horas y por un primero de mayo victorioso y reivindicativo.
La historia de Los Maltiempo se desarrolla en un latifundio marcado por usos, costumbres y pensamientos  todavía de corte medieval, al tiempo que se desarrolla dentro de los afanes de una República mal llamada “Patria Nueva”( como decía mi abuelo: La que es puta vuelve, hasta con dientes de oro -mujeres perdonen el machismo de mi abuelo-). República dirigida por una dictadura de fachada civil con Salazar a la cabeza; al acecho, oculta la milicia garantizando el status quo de la “gente de bien”. En el exterior la República, nuestra madre patria, sacrificando juventudes, haciendo su papel de gendarme colonial como único recurso para mantener a flote una economía a favor de una minoría.
Una de las virtudes de esta hermosa novela es que de alguna manera desmitifica la llamada “Revolución de los claveles”,  ya que desde la ficción el campesino hambreado, torturado y asesinado, llámese Juan Maltiempo, Apolinario Serrano, Chico Mendez o Custodio Calzón, se pregunta: ¿ Pero que clase de revolución, de democracia es esta, si seguimos en la miseria?.
La literatura es como una inmensa tela de araña a la que debemos saber hilvanar ya sea para entenderla o para construirla. Hace algunos días tuve la oportunidad de leer un libro del autor francés Perrault, titulado “Cuentos de Hadas”,  este libro me llamó la atención porque en él aparecen  las versiones originales de los cuentos de hadas, los que por lo general Walt Disney ha variado con el pretexto de hacerlos adecuados a los niños. Me llamó mucho la atención el cuento de La Caperucita Roja,  cuento que en esta publicación aparece titulado como “La Caperucita Encarnada”, ante el cuestionamiento del infante que persiste en mi de ¿Porqué encarnada? Lo único que se me ocurrió pensar  es que tomando en cuenta que caperucita era anglosajona, con el sol su piel se le ponía de color carne, además como se trata de una traducción, pues pensé que este aspecto también influía y que por aquí venia lo del uso del termino “encarnada”.
Pero ¿Qué tiene que ver esto con Los Maltiempo del Alentejo? Hay varias cosas que decir: El libro de los cuentos de Hadas es una traducción española  de 1953 y hay que recordar que tanto en España como en Portugal, por esa época aún vivían una guerra caliente en contra de cucos anarquistas y comunistas, quizás es por eso que la revolución de los militares portugueses fue de Claveles rosados y no de Rosas rojas; es por eso que un personaje de Levantado del Suelo, con el temor en el cuerpo y en el espíritu, dice: Saludemos la revolución con mantas encarnadas, al tiempo que otro personaje le corrige confiado, Se dice rojo, ahora ya se puede decir rojo.     
Sabido es que José Saramago es un hombre de larga militancia comunista y de declaradas convicciones ateas, para una personalidad tan prestigiosa en el mundo del la literatura como él, este detalle es casi una gracia, para cualquier otro mortal habitante del latifundio globalizado hacerse confeso de estas linduras sería como padecer de la enfermedad de Hansen en los tiempos bíblicos  o en la actualidad confesar ser un apestado de Sida.
En términos de uso del narrador bien podríamos asegurar que Saramago es un anarquista. Un anarquista narrativo que de manera conciente maniobra con un narrador camaleónico, que a cualquier lector desprevenido puede confundir; es un narrador tan dinámico, con una movilidad tan versátil que es capaz de moverse desde las atribuciones de un narrador omnisciente, pasando por un testigo (que se parece mucho al autor), hasta compartir  aventuras con un protagonista; es un concierto de voces narrativas casi simultaneas, pero no a la manera de Milan Kundera, en donde el concierto narrativo se forma con el uso simultaneo  de diversos géneros literarios para novelar. Esta pequeña comparación entre dos estilos narrativos, que nos plantean dos “conciertos narrativos” distintos, podría  de alguna manera darnos algunas luces, acerca de la  diferencia entre la novela conocida como moderna y la novela  a la que se me ocurre llamarle “actual”.
En cuanto a los personajes y su caracterización, Saramago tiene por tradición darles vida no sólo a partir de la consecuencia de sus acciones con la competencia  de la temática tratada, hay toda una constante, toda una intencionalidad a la hora de bautizar a sus personajes, sus nombres en si ya representan una acción, un concepto, una ironía o toda una vida ficcionada, como por ejemplo, en esta novela nos encontramos con un austero Ricardo Reís, dando asilo a un Juan Maltiempo, que recién liberado de la cárcel  deambula en una Lisboa poética, hermética y sometida. Saramago le da sentido existencial a la literatura, hace a la literatura parte de la vida, hace que las musas dejen de levitar en el etéreo parnaso de la subjetividad y nos invita a reflexionar, a dudar y a cuestionar. (Si queremos).
Levantado del suelo, es una novela cuya cercanía con la vida, por su ironía, por su contenido social, por su critica política y por su irreverencia religiosa hacen de esta recreación literaria un suceso universal pasado, presente y quizás futuro, que tiene que ver  con la incontenible lucha por la búsqueda de ese paraíso perdido convertido en propiedad privada, origen verdadero del pecado original.

Willo Cucufate

Este artículo tiene © del autor.

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