ArtÃculo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, y en la columna “Pensamiento CrÃtico” en el diario PÚBLICO, 15 de noviembre de 2013
Este artÃculo señala que la construcción del euro fue parte de un proyecto polÃtico, que está siendo ampliamente exitoso, liderado por el mundo empresarial (tanto financiero como industrial) para debilitar al mundo del trabajo y a la Europa social que este creó. La complicidad de las izquierdas gobernantes en este proyecto explica su enorme descrédito.
No hay plena conciencia entre la mayorÃa de las izquierdas en nuestro paÃs de que el establecimiento del euro respondió a un proyecto de debilitar, por todos los medios posibles, al mundo del trabajo y al modelo social que este mundo estableció y que habÃa convertido a Europa en un punto de referencia internacional para todas las fuerzas progresistas del mundo. Este proyecto ha sido altamente exitoso, como lo muestra que el mundo empresarial (tanto el financiero como el industrial) está consiguiendo todo lo que ha deseado desde hace mucho tiempo. Hoy los gobiernos están forzando la bajada de salarios, el aumento del desempleo, el desmantelamiento del Estado del Bienestar, la privatización de las pensiones y de los servicios públicos como la sanidad, la educación, los servicios sociales, y otros. Todas estas medidas se han realizado bajo el mandato de las instituciones que gobiernan el euro, tales como el Banco Central Europeo, la Comisión Europea, el Consejo Europeo y el gobierno alemán, instituciones todas ellas de sensibilidad ultraliberal y que utilizan los instrumentos financieros que tienen a su disposición para imponer tales polÃticas neoliberales. Que esto es asà es obvio. Y la evidencia empÃrica que avala tal interpretación de lo que está ocurriendo en Europa es abrumadora. Ni que decir tiene que los mayores medios de información, controlados por tales intereses empresariales, ocultan esta realidad.
Encontramos múltiples ejemplos de esta instrumentalización. Veamos uno de los casos más recientes. Hace unos meses se aprobó el presupuesto plurianual de la Unión Europea, dentro de las normas establecidas para la preparación de presupuestos en los próximos siete años (sÃ, leyó bien, siete años). En estas normativas, escritas en letra pequeña, se indica que cualquier transferencia de fondos (que se definen como “ayuda”) a autoridades municipales, regionales o nacionales (es lo que el lector ha podido ver en las pancartas de su ayuntamiento o comunidad autónoma, en la que se indica que el proyecto se ha financiado con fondos de la UE, con la bandera de estrellas en lugar prominente) está condicionada a que el gobierno del paÃs se comprometa a seguir las polÃticas macroeconómicas neoliberales (que no tienen nada que ver con el proyecto financiado) que incluyen la retahÃla de medidas que mencioné antes. Y estas medidas macroeconómicas las dicta y las supervisa la Comisión Europea, el grupo de tecnócratas que nadie ha elegido y que, en su mayorÃa, son de persuasión ultraliberal. En otras palabras, la Comisión Europea le dirá al gobierno español “usted no puede apoyar con fondos europeos la construcción, por ejemplo, de un hospital en Girona, a no ser que usted, gobierno de Madrid, se haya comprometido a bajar los salarios del paÃs”.
El gobierno que ha promovido este sistema (y que tiene una enorme influencia en la Comisión Europea) es el gobierno alemán, máximo sostenedor de las polÃticas de austeridad hoy en la UE y en la Eurozona. Y lamento decirle que usted, ciudadano español, no tiene ninguna voz o posibilidad de cambiar esto, a no ser que se movilice para que España salga de este sistema que tiene al paÃs estancado. Por cierto, parte de estos fondos vienen de su bolsillo, reciclados a través de la siempre presente Comisión Europea. Y me sabe mal informarle también que el Parlamento Europeo no pinta nada en esto. Ni tampoco puede hacer nada. En realidad, intentó hacer algo, pero no le dejaron. HabÃa propuesto que los paÃses pudieran utilizar fondos de la UE que estuvieran catalogados como inversiones para estimular el crecimiento, y también sugirió que en el cálculo del déficit público se separara el gasto en inversiones del gasto en consumo. Pero todo sigue como la Comisión decidió. ¿Lo entiende? Y mientras, se define como extremistas a aquellos que quieren salirse del sistema por considerar el cambio dentro del euro como imposible.
Los costes polÃticos del euro para las izquierdas
Una caracterÃstica de nuestros tiempos es el enorme descrédito de los partidos socialdemócratas en la Unión Europea. De nuevo, los números hablan por sà mismos. El descenso de su apoyo electoral (sobre todo entre las clases populares) ha sido enorme. Y el número de militantes ha bajado espectacularmente. Como decÃa un observador, con gran agudeza polÃtica, “los militantes de tales partidos se han reducido a personas con cargos polÃticos, y a personas que esperan poder tener cargos polÃticos”. Aun cuando esta frase tiene un componente simplificador e injusto, lo cierto es que tales partidos han perdido a las personas más comprometidas ideológicamente con el socialismo, teniendo hoy muy poca capacidad de movilización.
Este descrédito se debe precisamente a su complicidad en establecer tal sistema de gobierno del euro. De nuevo, la evidencia que avala esta tesis es robusta. Es cierto que hay intentos de cambiar tal sistema de gobierno, esfuerzo al que se le añaden los partidos polÃticos más a la izquierda que la socialdemocracia. Pero este intento de reformar el sistema de gobierno asume que tal sistema es reformable, es decir, que puede cambiar para que sirva al mundo del trabajo, que constituye la mayorÃa de las clases populares. La evidencia, sin embargo, parece cuestionar que ello sea posible. El caso citado anteriormente asà lo señala.
La protesta generalizada y el hartazgo popular hacia esta Europa
Está también claro que el hartazgo de las clases populares de la Unión Europea hacia tal entidad polÃtica está alcanzando niveles amenazadores para la reproducción de tal sistema de gobierno. Y es lógico que tal hartazgo lo lideren aquellas fuerzas polÃticas que cuestionan más radicalmente la existencia del euro y de la Unión Europea. El crecimiento de los partidos de la ultraderecha a nivel de Europa es un indicador de ello. Su éxito se basa en su radicalismo en contra de lo que llaman “las élites tecnócratas que roban el poder nacional” (acusación que es difÃcil desmentir), proponiendo la salida del euro y de la UE. En cierta manera, su éxito se debe al fracaso de las izquierdas en entender y responder al enfado de las clases populares hacia esta Europa, la Europa que de sueño democrático y social se ha convertido en pesadilla antisocial y antidemocrática. ¿Hasta cuándo tendremos que esperar a que las izquierdas entiendan que esta Europa no es cambiable y que otra Europa es posible?
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