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LA POESÍA DE ODALIS LEYVA ROSABAL, Y SU CAMINO SIN FIN QUE EVOLUCIONA.

Lázaro David Najarro Pujol

Cuba



Guáimaro fue como un refugio en una etapa difícil de mi vida. En esa centenaria ciudad camagüeyana, Cuna de la Constitución cubana, conocí a  Odalis Leyva Rosabal, cuando solo escribía poesía para su consumo personal y las gavetas de su habitación donde abrigó su timidez.

 

Me confesó que a los nueve años de edad comenzó a plasmar en sus cuadernos escolares sus sentimientos, hasta que hace pocos años se dio cuenta que era necesario compartir con otras personas sus creaciones literarias.

 

Esta joven cultiva también la décima, pero con un enfoque novedoso sin abandonar sus raíces. En los años 2003 y 2004 obtuvo mención en el concurso Iberoamericano Cucalambé  y segundo premio en 2005  en ese mismo evento auspiciado por provincia de Las Tunas.

 Odalis evoca con frecuencia al artista de la plástica guaimareño Roberto Fabelo: “El arte es una cosa  rara, única, casi inasible; un camino sin fin que evoluciona”. 

Y por ese camino ha venido transitando esta sencilla poetisa de ojos redondos y grandes. No es muy conversadora porque sus palabras fluyen con sus poemas o con su nostalgia que se le reduce en el umbral de una puerta, a su ciudad que no acierta a desvestirla: “(No luce como un abismo, y quien cruce sus escalones tan viejos tendrá duendes...)”

 

Odalis Leyva Rosabal dedicó poemas al Caballero de  Paris, que como ella quería acabar con la infamia de este mundo; a Marilyn Monroe, que prefirió hacer rabiar a los villanos; a Don Quijote, que adentro era el muerto y afuera el hombre; a la ciudad de sus insomnios, en la que ella nació reina de su memoria, llanto asible...

 

A su mamá Omayda Rosabal la evocó desde su niñez: “Madre, silencio de alcoba/ manantial de mi argumento,/ imagen del testamento,/ dulce flor que luz me roba.

Guáimaro abrigó y dio altar a su voz, al testamento hondo de su pensamiento. Quizás en ese testamento estén las prosas que guardó como un tesoro en sus sueños infantiles. Recuerda a su parque, el majestuoso Parque de la Constitución, donde vertió la locura de su partida-lamento o en las calles de la ciudad en la que fue Eva de sueños, “pero tan breve como el silencio que llueve en el fondo de una cueva”.

                   

La autora del Premio de décima joven, 2003: Ciudad para Giselle, publicado por la editorial Sanlope de Las Tunas en el 2005, siente los perjurios de la guerra y pide que no la condenen, porque ella existe sin muerte: “¿Qué dolor abre la puerta/ de un jefe en loco arrebato?/ ¿Por qué se esconde el retrato/ de un joven con cara fría/ si ha muerto sin poesía/ que la vida le destella? ¿Por qué la guerra es la huella/ demencial de la ironía.

 

Odalis es autora además de los Meditaciones del cuerpo, (Editorial Ácana, 2005) y de La Antología  Arquetipos oral traumáticos en la décima de Odalys Leyva Rosabal, Frente de Afirmación Hispanista, México, 2005.

 

La poetisa Odalis Leyva Rosabal, continúa un camino sin fin que evoluciona en su poesía. Ya no escribe para las gavetas de su habitación, donde abrigaba su timidez; su poesía emerge “como la fruta, crece con el sol, la lluvia...” [1]

P.-S.

[1] Artista de la plástica guaimareño Roberto Fabelo.

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