ArtÃculo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 30 de enero de 2014
Este artÃculo muestra la falsedad de los argumentos utilizados por la sabidurÃa convencional en los foros polÃticos y económicos dominantes para justificar los enormes recortes del Estado del Bienestar en España.
PermÃtame, Sr. lector, que le hable como si estuviéramos tomando un café, explicándole algunas de las mayores falsedades que se le presentan a diario en la prensa económica. DeberÃa ser consciente de que gran parte de los argumentos que se presentan en los mayores medios de información y persuasión económicos del paÃs para justificar las polÃticas públicas que se están llevando a cabo, son posturas claramente ideológicas que no se sustentan en base a la evidencia cientÃfica existente. Le citaré algunas de las más importantes, mostrándole que los datos contradicen lo que dicen. Y también intentaré explicarle por qué se continúan repitiendo estas falsedades, a pesar de que la evidencia cientÃfica las cuestiona, y con qué fin se le presentan diariamente a usted y al público.
Comencemos por una de las falsedades más importantes, que es la afirmación de que los recortes de gasto público en los servicios públicos del Estado del Bienestar, tales como sanidad, educación, servicios domiciliarios, vivienda social, y otros (que están perjudicando enormemente el bienestar social y calidad de vida de las clases populares), son necesarios para que no aumente el déficit público. Y se preguntará usted, “y, ¿por qué es tan malo que crezca el déficit público?”. Y los reproductores de la sabidurÃa convencional le responderán que la causa de que haya que reducir el déficit público es porque el crecimiento de este déficit determina el crecimiento de la deuda pública, que es lo que el Estado tiene que pagar (predominantemente a la banca, que tiene algo más de la mitad de la deuda pública en España) por haber pedido prestado dinero a la banca para cubrir el agujero creado por el déficit público. Se subraya asà que la deuda pública (que se considera una carga para las generaciones venideras, que tendrán que pagarla) no puede continuar creciendo, debiéndose reducir recortando el déficit público, lo cual quiere decir para ellos recortar, recortar y recortar el Estado del Bienestar, hasta el punto de acabar con él, que es lo que está ocurriendo en España.
Los argumentos que se utilizan para justificar los recortes no son creÃbles.
El problema con esta postura es que los datos (que la sabidurÃa convencional oculta o ignora) muestran precisamente lo contrario. Los recortes son enormes (nunca se habÃan visto durante la época democrática unos tan grandes), y en cambio, la deuda pública continúa y continúa creciendo. Mire  lo que está pasando en España, por ejemplo, con la sanidad pública, uno de los servicios públicos más importantes y mejor valorados por la población. El gasto público sanitario como porcentaje del PIB se redujo alrededor de un 3,5% en el periodo 2009-2011 (cuando deberÃa haber crecido un 7,7% durante el mismo periodo para llegar al gasto promedio de los paÃses de semejante desarrollo económico al nuestro), y el déficit público se redujo, pasando del 11,1% del PIB en 2009 al 10,6% en 2012, y en cambio la deuda pública no bajó, sino que continuó aumentando, pasando del 36% del PIB en 2007 al 86% en 2012. En realidad, la causa de que la deuda pública esté aumentando se debe, en parte, a los recortes del gasto público.
¿Cómo puede ser eso?, se preguntará usted. Pues la respuesta es fácil de ver. El descenso del gasto público implica que disminuye la demanda pública y con ello el crecimiento y la actividad económica, con lo cual el Estado recibe menos ingresos por vÃa de impuestos y tasas. Y al recibir menos impuestos, el Estado debe endeudarse más, con lo cual la deuda pública continúa creciendo. Ni que decir tiene que el mayor o menor impacto estimulante del gasto público depende del tipo de gasto. Pero se está recortando en los servicios públicos del Estado del Bienestar, que son los que crean más empleo y que están entre los que estimulan más la economÃa. PermÃtame que repita esta explicación debido a su enorme importancia.
Cuando el Estado (tanto central como autonómico y local) aumenta el gasto público, aumenta la demanda de productos y servicios, y con ello el estÃmulo económico. Cuando baja, disminuye la demanda y desciende el crecimiento económico, con lo cual el Estado recibe menos fondos. Es lo que en la terminologÃa macroeconómica se conoce como el efecto multiplicador del gasto público. La inversión y el gasto públicos facilitan la actividad económica, lo cual es negado por los economistas neoliberales (que se promueven en la gran mayorÃa de medios de mayor información y persuasión del paÃs), y ello a pesar de la enorme evidencia publicada en la literatura cientÃfica (ver mi libro Neoliberalismo y Estado del Bienestar, Ariel Económica, 1997).
Otra farsa: nos gastamos más de lo que tenemos
La misma sabidurÃa convencional le está diciendo también que la crisis se debe a que hemos estado gastando demasiado, muy por encima de nuestras posibilidades. De ahà la necesidad de apretarse el cinturón (que quiere decir recortar, recortar y recortar el gasto público). Por regla general, esta postura va acompañada con el dicho de que el Estado tiene que comportarse como las familias, es decir “en ningún momento se puede gastar más de lo que se ingresa”. El Presidente Rajoy y la Sra. Merkel han repetido esta frase miles de veces.
Esta frase tiene un componente de hipocresÃa y otro de falsedad. Déjeme que le explique el por qué de cada uno. Yo no sé cómo usted, lector, compró su coche. Pero yo, como la gran mayorÃa de españoles, compro el coche a plazos, es decir, a crédito. Todas las familias se han endeudado, y asà funciona su presupuesto familiar. Pagamos nuestras deudas a medida que vamos ingresando los recursos que, para la mayorÃa de españoles, proceden del trabajo. Y de ahà deriva el problema actual. No es que la gente haya ido gastando por encima de sus posibilidades, sino que sus ingresos y sus condiciones de trabajo han ido deteriorándose más y más, sin que la población sea responsable de ello. En realidad, los responsables de que ello ocurra son los mismos que le están diciendo que tienen que recortarse los servicios públicos del Estado del Bienestar y también bajar los salarios. Y ahora tienen la osadÃa (para ponerlo de una manera amable) de decir que la culpa la tenemos usted y yo, porque hemos estado gastando más y más. Yo no sé usted, pero le garantizo que la mayorÃa de las familias no han estado comprando y amasando bienes como locos. Todo lo contrario.
La misma hipocresÃa existe en el argumento de que el Estado ha estado gastando demasiado. FÃjese usted, lector, que el Estado español ha estado gastando, no mucho más, sino mucho menos de lo que han gastado otros paÃses de similar nivel de desarrollo económico. Antes de la crisis, el gasto público representaba solo el 39% del PIB, cuando el promedio de la UE-15 era un 46% del PIB. Ya entonces, el Estado deberÃa haberse gastado como mÃnimo 66.000 millones de euros más en gasto público social para haberse gastado lo que le correspondÃa por su nivel de riqueza. No es cierto que ni las familias ni el Estado se hayan gastado más de lo que deberÃan. Y a pesar de ello, le continuarán diciendo que la culpa la tiene la mayorÃa de la población que ha gastado demasiado y ahora tiene que apretarse el cinturón.
También habrá usted escuchado que estos sacrificios (los recortes) hay que hacerlos “para salvar al euro”.
De nuevo, esta cantinela de que “estos recortes son necesarios para salvar al euro” se reproduce constantemente Ahora bien, en contra de lo que constantemente se anuncia, el euro no ha estado nunca en peligro. Ni tampoco hay la más mÃnima posibilidad de que algunos paÃses periféricos (los PIGS) de la Eurozona sean expulsados del euro. En realidad, uno de los problemas de los muchos que tienen estos paÃses es que el euro está demasiado fuerte y sano. Su cotización ha estado siempre por encima del dólar y su elevado poder dificulta la economÃa de los paÃses periféricos de la Eurozona. Y otro problema es que el capital financiero alemán ha prestado, con amplios beneficios, 700.000 millones de euros y quiere ahora que los paÃses periféricos los devuelvan. Si alguno de ellos dejara el euro, la banca alemana podrÃa colapsar. Esta banca (cuya influencia es enorme) no quiere ni oÃr hablar de que estos paÃses deudores se vayan del euro. Les aseguro que es lo último que desean.
Esta observación, que es obvia, no es un argumento, por cierto, a favor de permanecer en el euro. En realidad, creo que los paÃses PIGS deberÃan amenazar con salirse del euro. Pero es absurdo el argumento que se utiliza de que España tenga que ver reducido el tiempo de visita al médico todavÃa más para salvar al euro (que es el código para decir, salvar a la banca alemana y devolverle el dinero que prestó consiguiendo enormes beneficios).
Estas son las falacias que constantemente se le exponen. Pero le aseguro que se le presentan sin que exista ninguna evidencia que las avale. Asà de claro.
La causa de los recortes
Y se preguntará usted, ¿por qué se hacen entonces estos recortes? Y la respuesta es fácil de ver, aunque raramente la verá en aquellos medios de información y persuasión. Es lo que solÃa llamarse “lucha de clases”, pero ahora aquellos medios no utilizan esta expresión por considerarla “anticuada”, “ideológica”, “demagógica” o cualquier epÃteto que utilizan para mostrar el rechazo y deseo de marginalización de aquellos que ven la realidad según un criterio distinto, e incluso opuesto, al de los que definen la sabidurÃa convencional del paÃs.
Pero, por mucho que lo quieran ocultar, esa lucha existe. Es la lucha (lo que mi amigo Noam Chomsky llama incluso guerra de clases –como expone en su introducción al libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España, de Juan Torres, Alberto Garzón y yo) de una minorÃa (los propietarios y gestores del capital, es decir, de la propiedad que genera rentas) contra la mayorÃa de la población (que obtiene sus rentas a partir de su trabajo). Ni que decir tiene que esta lucha de clases ha ido variando según el periodo en el que uno vive. Era distinta en la época de nuestros padres y abuelos de la que está ocurriendo ahora. En realidad, ahora es incluso más amplia, pues no es solo de las minorÃas que controlan y gestionan el capital contra la clase trabajadora (que continúa existiendo), sino que incluye también a grandes sectores de las clases medias, formando lo que se llaman las clases populares, conjuntamente con la clase trabajadora. Esta minorÃa es enormemente poderosa y controla la mayorÃa de los medios de información y persuasión, y tiene también una gran influencia sobre la clase polÃtica. Y este grupo minoritario desea que se bajen los salarios, que la clase trabajadora esté atemorizada (de ahà la función del desempleo) y que pierda los derechos laborales y sociales. Y está reduciendo los servicios públicos como parte de esta estrategia para debilitar tales derechos. También es un factor importante la privatización de los servicios públicos, que es consecuencia de los recortes, y que permite la entrada del gran capital (y muy en particular del capital financiero-banca y de las compañÃas de seguros) en estos sectores, aumentando sus ganancias. Usted habrá leÃdo cómo en España las compañÃas privadas de seguros sanitarios se están expandiendo como nunca antes lo habÃan conseguido. Y muchas de las empresas financieras de alto riesgo (que quiere decir, altamente especulativas) están hoy controlando grandes instituciones sanitarias del paÃs gracias a las polÃticas privatizadoras y de recortes que los gobiernos están realizando, justificándolo todo con la farsa (y créanme que no hay otra manera de decirlo) de que tienen que hacerlo para reducir el déficit público y la deuda pública.
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