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HOMENAJE

Adrián N. Escudero

ARGENTINA



HOMENAJE

A la Cruz.

En especial, al Maestro de Oficio, Edgardo A. Pesante, consejero amable y estoico viajero inesperado, in memoriam...

Sabía que sucedería. Que algún próximo día sucedería con él.

Hablo de mi amigo.

No creí, sin embargo, haberlo pronosticado tan claramente aquella tarde en el Bar de la Academia de los Otros, Igualmente Venerables Amigos. Ya en ciernes de abandonarlo, de haberle pedido me reemplazara en su (nuestro) amado, responsable, estoico y un tanto inútil programa de radio-nadie escucha, donde él, perdurando y transfiriendo su talento y Oficio, su conocimiento literario y su generosidad hacia la comarca, la región y el mundo, iba grabando las huellas inefables de una lentitud cada vez más despiadada; efecto de aquella juvenil ceguera que había venido afirmándose sobre sus hombros como una cruz sombría y agridulce mansamente acogida, más allá de asombradas admiraciones o tímidas reflexiones de compasión.

Porque mi amigo volvíase hacia las tinieblas diabéticas, bordeando ahora los sesenta, y, al par de agudizar su inteligencia, contradiciendo esa potencia natural que urgía por desbordarlo, allí estaba esa boca fina intentando coordinar ideas que, al principio y durante un buen tiempo sonaron con voz firme en el misterio radiofónico del aire modulado por su eco grave y candoroso, para luego atrasar -inexorable y fatalmente- sus revoluciones hasta estacionarse en aquellos breves silencios (¡Dios, que en radio suenan a siglos!) y que ninguna ráfaga musical disimulaba: puesto que así lo había decidido; un programa lineal, en una radio formal, académica y poco propensa a los enredos comerciales de la competencia. Estilo de emisora oficial que él respetaba, o, más bien, soportaba.

Y de allí mi congoja, desesperación casi. Problemas laborales de mi parte impedirían seguir apoyándolo como un escudero en su arremetida de quijote cultural, intentando vanamente aunar voluntades, despejar conciencias creativas encandiladas por porteñas luces, llamando a la siembra en el lugar, al conocimiento de la tierra, al abrazo interior del interior marginado en las antologías argentinas como ciudadanos de segunda clase; porque así él lo expresaba... Y, no obstante haberle fallado -en cierto modo-, tras forzada huida de colega -por un lado- y aprendiz -por otro-, me apreciaba; sabía que me apreciaba y comprendía... Mi juventud y familia numerosa, la dulce tiranía de edificar una Pequeña Iglesia peregrina, en esa muchedumbre de voces e ideales que pugnaban, como yo, por construir un Reino en este mundo; algunos sobre cosas, otros, sobre sueños o valores... Pero esto sería harina de otro costal...

Porque de él hablaba, y quiero seguir hablándoles, contándoles, mientras recuerdo su lejano ritmo y ejecutiva firmeza de director artístico, de incansable guía de audaces principiantes tentados por las bondades del arte dándose cita semanal, ininterrumpida y festiva, en el inmortal taller literario que dirigía, junto a otro majestuoso arquitecto de la Palabra y auspiciado por la decana entidad que agrupaba a los escritores locales de la época; taller mudado una y mil veces en el periplo de cortas beneficencias oficiales o privadas, pero irrefrenable y dúctil, versátil y consecuente en el logro de sus objetivos gratuitos y sin alardes, salvo, y, para nuestro propio Oficio, por alguna que otra antología oral o edición cooperativa.

Bendito Cristo, maravilloso maestro del alma en el perfil comprensivo de su andar despacioso y leve, después lentificado duramente, y hoy... Que allí lo veo, recorriendo el Gólgota del mercadeo, obnubilado entre hortalizas y legumbres, seleccionando con lente telescópico de único ojo viviente -pues ya había perdido uno- el azar de su supervivencia y la de aquellos progenitores que resguardaron su pureza de niño grande, donde el perfume de mujer era tan solo incienso de un ritual imaginado y poblado de hijos que nunca vinieron...

Y el chirriar del asfalto y el gesto airado de quien no sabe nada de la vida y méritos de los demás, recibiendo injustos improperios y maldiciones domésticas; en tanto él, tenuemente apartando el paragolpes de ese irreverente automóvil que, al igual que otros, casi -a diario- amenazaban con truncarle la vida cada vez que intentaba cruzar la calle y aún antes de su diabetes invencible...

Así fue dejando la caminata del centro a su casa, reemplazada primero por el ómnibus del trabajo al hogar, y, finalmente, por el coche negro y numerado -agradecido el taxista en época de crisis como aquélla- donde invertía sus escasos recursos... (Quién no conoce el frustrado jubileo de que sufre, en agónico desenlace, una vida legalmente útil). Aunque él ni cuenta se diera. O, mejor aún, ni darse cuenta quisiera: apóstol de los estoicos, enemigo de los epicúreos y respetuoso de los escépticos, atrincherado griego después de Queronea.

Un poco orgulloso, mas, no soberbio. Con el amor propio de alguien que ha intuido y experimentado la profunda nobleza de la equidad. Incapaz de una traición, delicado en su crítica madura y certera. Sin endosiarlo de mi parte, pero admirándolo. Viéndolo debatirse primero a diez, luego a cinco, y, más tarde, a tres, dos y un centímetro de la hoja de papel que tantas veces poblara de personajes reflejos de su interioridad, de su oculta esperanza por poseer una fe en Dios no asumida totalmente mediante sacramentos visibles, pero viva, operante y enderezada desde sí mismo hacia los demás...

Sin pretender biografiarlo, sólo pespuntearlo, rozarlo con el temblor sencillo con que nos unimos a los santos en sus pétreos altares. Como un anticipado homenaje a esa estatua que ahora miro y remiro y no quiero que nadie toque, porque todavía mis lágrimas no han podido bendecirla toda de agradecimiento, y tal vez no lo logre, y necesite llorar hasta el instante de mi propia muerte para bañarla toda, y dejar luego, sí, que los demás, abran sus ojos, y lo miren bien, y se fijen en él -aunque tarde, y no antes cuando en verdad los necesitaba- y pregunten y pregunten acerca de cómo pueden suceder estas cosas, y le rindan tributo y alaben su decena de libros de cuentos y sus ensayos humorísticos y su conducta recta y su testimonio austero, de monje cuidador de un padre viejo y fallecido ya, y de una madre anciana y ruda, bondadosa y algo terca, que también le llora desde su lecho parco de enferma, estremecida de raíz, una raíz muy seca y temblorosa, alargada en huesos también resecos, también quebradizos, también casi muertos...

Él, pantalón de dormir y camiseta gringa, camino de la cocina, las manos hacia delante, tanteando el espacio en el tiempo y en el Misterio, completamente ciego, petrificado.-

ADRIÁN N. ESCUDERO - Santa Fe (Argentina), 1987. Texto ajustado: 13-09-2006. NOTA: Este relato fue escrito hacia mediados de 1987 y anticipó -intuitivamente- la muerte del gran escritor santafesino, Edgardo A. Pesante, acaecida en su ciudad natal, Santa Fe (Argentina), un 22 de marzo de 1988 a la edad de 56 años. Todavía en vida, Pesante aceptó escucharla, pero pidió a su amigo y autor que no la publicara sino oportunamente. Así fue hecho. Con devoción e in memoriam.

Publicado en Diario “El Litoral” de Santa Fe (Argentina), 27-10-88.
Premio Selección “Ediciones PEGASO” - Rosario, Provincia de Santa Fe (Argentina) - Antología “Nueva Narrativa” (Febrero de 1988).
Su versión original integró la primera edición del presente Libro “Breve Sinfonía y otros cuentos” (Ediciones Colmegna S.A. - Santa Fe (Argentina), Marzo de 1990), págs. 65/68
.-

P.-S.

ADRIAN N. ESCUDERO - Santa Fe (Argentina). Breviario curricular: Nacido en SANTA FE (ARGENTINA) (1951) - Autor de los libros de cuentos editados: “LOS ULTIMOS DIAS” (1977); “BREVE SINFONIA Y OTROS CUENTOS” (1990) y “Doctor de Mundos I - EL SILLON DE LOS SUEÑOS” (2000); continuado en saga con “Doctor de Mundos II - VISIONES EXTRAÑAS” (Inédito, 2005-2006) y “Doctor de Mundos III” - LOS ESPACIALES (2005, en desarrollo); así como, entre otros, de los libros de cuentos inéditos: “NOSTALGIAS DEL FUTURO” - Antología Fantástica (Ficción científica) (La Botica del Autor, 2005); “MUNDOS PARALELOS y Otros Cuentos para un Semáforo” - Colección de Realismo Mágico (La Botica del Autor, 2004-2006, en desarrollo); “DESDE EL UMBRAL - Terrores Cotidianos y de los otros” - Colección de Horror (La Botica del Autor, 2005-2006, en desarrollo); LA TORRE DE LOS SUEÑOS (Y LOS SUEÑOS DE LA TORRE) (La Botica del Autor, 2005, en desarrollo), y “EL EMPERADOR HA MUERTO y Otros Relatos” - Colección de Realismo Mágico (La Botica del Autor, 2005, en desarrollo); todo sobre relatos inscriptos bajo registro en la Dirección Nacional del Derecho de Autor (Ministerio de Justicia y Culto de la Nación). Domicilio particular: Obispo Gelabert 3073 - (3000) Santa Fe (Argentina) - Te.: (0342) 455-4811 - E.mails: adrianesc@fibertel.com.ar y adrianesc@hotmail.com.-

Este artculo tiene del autor.

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