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PEREGRINO DE LA PALABRA

Carlos Téllez Espino

Cuba



Temo a las cuevas... Más que temerles, las odio. Las cuevas son oscuras. Los animales que viven en cuevas generalmente son ciegos, y cuando no hay visión no se puede soñar.

Las cuevas son también húmedas y causan muchas enfermedades, sobre todo respiratorias. Los que viven en cuevas no tienen respiración, no tienen aliento para grandes proyectos y creo que en el mundo hay muchas personas que viven en cuevas, en cuevas mentales, que están andando ciegos, están viviendo enfermos, sin aliento, sin respiración, caminando amoldándose a las formas de las cuevas y eso les impide pararse y caminar con firmeza,  tener principios. Yo creo que el hombre está hecho para salir de sus cuevas mentales, para tener sueños grandes, para defender y vivir por esos sueños. Para eso tenemos la palabra, para soñar...

 

Y el hombre es porque habla, porque se da a la palabra y se descubre en ella y ahí, radica todo  poder, toda posibilidad de construir, de construirse.

 

Creo en el poder de la palabra. La palabra realmente tiene poder. Uno  la puede usar para bien o para mal. Alguien dijo que, para el triunfo del mal, solo era necesario que los hombres buenos no hicieran nada. Yo creo que los hombres buenos tienen que empezar por decir cómo debe ser la vida, cómo debe ser el arte. La palabra, si se usa bien va a edificar vidas, va a edificar hogares, va a edificar países, naciones completas, va a edificar el futuro de la humanidad. Nosotros, como poetas, como escritores, tenemos el oficio de nombrar las cosas, de dar testimonio de nuestro tiempo. Por eso la palabra tiene poder.

 

Y en el oficio de poder nombrarnos, de poder testimoniarnos, descubrimos cuánto fuimos, cuánto podemos ser, qué cosas fueron construyendo nuestra vida, cuáles no. En la palabra somos, también, particulares, únicos, diferentes.

 

El escritor, como todo artista, tiene obsesiones, y considero que, mientras menos sean, más van a calar  en la esencia del ser como escritor. Yo tengo, por supuesto, las mías. La muerte, que es una gran obsesión, Dios, el amor, el erotismo, la familia, sobre todo la relación padre e hijos y la escisión familiar. Creo que en estos tiempos cada día los hijos están más tiempo lejos de los padres y creo que debemos rescatar la relación, la comunión entre padres e hijos... Estas son mis obsesiones, por ellas escribo y con ellas

 

¿Voyeurista o protagonista? ¿Testigo o cómplice? ¿Cantor o público que aplaude o desalienta?

 

La poesía es como un salmo, es la fiesta íntima con la palabra. En la poesía, sobre todas las cosas, hablo de mí mismo, y eso es un poco lo que me hace diferente del narrador. Cena familiar, por ejemplo, es un libro muy personal, muy íntimo, muy pequeño, que habla de la familia, de la relación que precisamente yo quiero rescatar. Yo me he vuelto un hombre que quiere estar en familia, con mi esposa, con mis hijos, todo el tiempo que pueda, todo el tiempo que pueda. Cena familiar es un poco eso pero es también la memoria de mi familia que dejé en Santiago de Cuba, y de los que se han ido más lejos aún.

 Morir sin los ángeles es otro libro de poesía que se fue haciendo durante mucho tiempo, cuatro años, mientras pasaba por un desierto espiritual, por eso el título Morir sin los ángeles.

 Sueños sobre la piedra es muy especial para mí. Especial en primer lugar porque es un libro de décimas. Yo siempre decía que jamás iba a escribir décimas, pero un día le quise escribir un poema a mi esposa, un 14 de febrero, para enamorarla, porque a la esposa uno tiene que enamorarla constantemente... Le hice una décima y a partir de ahí empezó a venir como un río y en apenas un mes, del 14 de febrero al 14 de marzo de 1997  salio Sueños sobre la piedra. Es realmente un poemario río donde ya me he encontrado, ya no estoy en el desierto. Por eso el río de la poesía llegó con tanta facilidad, y me gusta mucho porque ahí están todas mis esperanzas.

 El Leopardo en la casa de Dios es el libro resumen de mi obra poética, recoge los poemas que me gustan de todas mis publicaciones anteriores. Por tanto, quien quiera conocerme a mí, quien quiera conocer a Alberto Garrido, debe leer esas páginas. Ahí está toda mi vida; resumidas en menos de cien páginas están todos mis sueños, todos mis fracasos, todas mis esperanzas. Ahí estoy yo declarado, escrito, desnudo, para compartirme. Realmente El leopardo en la casa de Dios es un viejo sueño que se cumplió, y quien quiera conversar conmigo puede ahí tener la vía para hacerlo.

 

Declarado, escrito, desnudo porque conversación también es el encuentro con los otros que nos habitan, que van construyendo los mundos que nos rodean, las otras palabras, los amores perdidos y encontrados, destruidos y salvados, los secretos públicos.

 

La narrativa es diferente. En la narrativa soy un poco el vouyerista que mira, que se asoma a los secretos, a lo que está escondido detrás de las máscaras de todos nosotros, y creo que eso es una diferencia sustanciosa entre el poeta que soy y el narrador que soy.

El otro viento del cristal es mi libro de iniciación como narrador. Es un libro de muchas experiencias formales, mucha experimentación, de mucha búsqueda, tratando de salir de la cueva. Es un libro mordaz, realmente, que, cuando se publicó en 1994, me dio una gran  satisfacción, como si hubiese nacido mi primer hijo.

Nostalgia de septiembre es el libro de mi éxodo personal hacia Las Tunas, donde ahora vivo, de mi memoria y mi nostalgia a la familia que quedó atrás, en Santiago de Cuba, de la familia que se fue hacia Ciudad de <?xml:namespace prefix = st1 ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags" />la Habana, mi padre. Es un libro hecho con mucha nostalgia, realmente. Es un libro muy querido por eso, porque es sobre mi familia.

 El muro de las lamentaciones, que es mi cuaderno de   relatos más conocido, empezó a escribirse en 1993 y el último cuento es de 1996. Es un viaje de la vida a la muerte, que pasa, por lo tanto, de lo carnavalesco, de lo festivo, a lo trágico, aunque, de alguna manera, algunos de estos cuentos es un homenaje a Boccacio, que escribió una obra maestra en tiempos de gran descenso espiritual y económico. Todo estaba mal en Italia en esos tiempos y Boccacio escribe unos cuentos que daban ganas de vivir, a pesar de esos problemas. Yo quise, en medio de un tiempo tan convulso como el Período Especial en Cuba, escribir unos cuentos que fueran festivos, que la gente se contentara, se alegrara al leerlos, que son las primeras historias del libro. Ahora, también están algunos cuentos sobre la guerra, ya un poco diferentes a los de mi primer libro de narrativa, pues aparecen cuentos mirando a la guerra desde otro punto de vista, la guerra universal, la guerra que destruye. Realmente, cada día hay rumores de guerras, hay más guerras y destrucción, y son oportunos estos cuentos para defender el derecho a la paz, a la vida.

La novela La leve gracia de los desnudos forma parte de una trilogía que quiere abarcar la trinidad del hombre. Yo creo que el ser humano está compuesto por espíritu, alma y cuerpo. Entonces, cada una de estas novelas intenta referirse, precisamente, a cada una de estas esferas del ser humano. La Leve gracia de los desnudos trata sobre el cuerpo, sobre la insaciabilidad del ser humano de atrapar la belleza del cuerpo a través de la pintura, a través del lienzo, a través de la textura, a través del color.

La segunda, que es El círculo de los infieles, es la novela      que abarca la esfera del alma, el alma que se sabe vacía, que reconoce su breve tránsito por la tierra, el alma que está en disyuntiva... El círculo de los infieles tiene dos ediciones, una cubana y otra de República Dominicana.

 La tercera, que estoy terminando de escribir, es La fe y los condenados, que es la más larga de las tres. Realmente, mientras las esferas del ser van cambiando, las novelas se van alargando. En La fe y los condenados, como es la que trata sobre el espíritu del hombre, va a tratar sobre la necesidad de la fe que tenemos nosotros, ese instinto de salvación que hay en todo ser humano. Es la novela más ambiciosa de las tres, también, porque trata de la crisis de fe humanística, la crisis de fe religiosa, la crisis de fe política, la crisis de fe artística... En fin, el hombre espiritual.

 

Somos lo que decimos, lo que escribimos. Nadie se  esconde, nadie puede limitarte, limitarse. Entre palabras nadie escapa, pero nadie puede encerrarse en una sola palabra. 

 

Encerrar a un escritor en un tema es como encerrar a un actor en un personaje, en un tipo de personaje. Es un mito la idea que hay por ahí de que soy un escritor erótico, simplemente erótico, y ese es sólo uno de mis temas. Hay otros que son incluso más importantes... El problema de la guerra, el problema de la muerte, el problema de la familia, tienen un peso más grande en mi obra. Lo que sucede es que algunos de mis textos eróticos han sido premiados, han tenido un reconocimiento público mayor, y por eso tal vez el mito de Garrido erótico o nada más erótico.

 

Somos el testimonio de las palabras que somos.  Habrá responsabilidad o no habrá testimonio. Habrá justificación u obra creadora.

 

El escritor es totalmente responsable tanto con las obsesiones que tiene como con los personajes que dictaron esas obsesiones. Aunque los personajes no piensen igual que tu, no hablen igual que tu, aunque no se parezcan a ti, eres responsable por lo que ellos dicen. Yo creo que el escritor debe asumir la responsabilidad de todo cuanto escribe. Tampoco se escribe para ganar la gloria, porque la gloria sólo la da Dios. El escritor no escribe para ganar dinero, porque se ha demostrado que de cada 150 libros que se publican uno sólo se hace un Betseller. El escritor escribe sólo por una cosa y es porque en la palabra, en la escritura, encuentra un espacio de libertad donde puedes inventar mundos, donde puedes descubrir cosas esenciales que no la dan el dinero, no la dan la fama, y que sólo en esa libertad de las palabras podemos encontrar.

  Creo que soy un peregrino sobre esta tierra, que soy un viajero que anda caminando y que realmente mis pies están puestos para caminar. No tengo raíces echadas sobre la tierra, por eso me considero, sobre todas las cosas, un peregrino, un peregrino de la palabra. 

P.-S.

ESTA CONVERSACION CON EL ESCRITOR CUBANO ALBERTO GARRIDO RODRIGUEZ SE REALIZO PRIMERO PARA UN PROGRAMA DE LA TV TERRITORIAL DE LAS TUNAS, CUBA, BAJO GUION Y CO-DIRECCION DE CARLOS TELLEZ ESPINO, Y BAJO EL TITULO PARA EL MILAGRO.

Este artículo tiene © del autor.

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