“He dado al teatro muchas horas de mi vida. Tengo un concepto del teatro en cierta forma personal y resistente. El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y, al hacerse, habla y grita, llora y se desepera".
(Federico G. Lorca en La Voz de Madrid , 7 del IV de 1936).
El “Teatro y Expresión corporal”, en el itinerario docente de los Institutos de Bachillerato, era una materia cursada por los alumnos de modo opcional y como complemento a su formación. Normalmente acudían aquellos que sentían una ignota inclinación, que en algunos casos se resolvía en una firme vocación y son muchos los que, desde allí, han dirigido su vida hacia el estudio y dedicación del arte dramático. Fueron tiempos fructíferos en que desenvolvimos parte de nuestro trabajo en este mágico quehacer.
Puede parecer excesivamente aleatoria la enseñanza de la interpretación teatral. Somos conscientes de la enorme complejidad de la empresa. Nuestra acción consistió en introducir una actividad abierta y libre, en una acumulación de prácticas diversas para el aprendizaje de técnicas escénicas concretas: preparación de la voz y del cuerpo (expresión oral y corporal), movimiento y dominio de la escena, decorados, vestuario, efectos especiales y hasta la elección de obra. Intentamos despertar las capacidades que permiten la imitación, la creación, la incorporación de personajes en acción. Es un trabajo creativo que fundamenta la educación de la sensibilidad, de la inteligencia, de la memoria, de la voluntad, de la observación ... En su conferencia, sobre el teatro, que pronunció en 1935, Lorca afirmaba que “el teatro es una escuela de llanto y de risa y una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equívocas y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y del sentimiento del hombre”.
Este es nuestro caso. La E.A.T.P. de teatro se convertía en verdadera escuela de llanto y de risa, de esfuerzo e ilusión, de valores permanentes. Cada año, cuando, al final, tras largas horas de preparación y trabajo, fuimos abriendo las puertas del salón de actos y repleto de público, representábamos nuestras obras, comprobábamos, en el propio dominio y hábil destreza de los alumnos, los efectos educativos que produce la didáctica del teatro.
Muchas timideces, complejos e inhibiciones, incorrecciones de dicción, pronunciación y entonación, desajustes del sentido comunicativo, del significado léxico y comprensión del texto vienen a corregirse por el aprendizaje teatral. Empezábamos por introducirlos en un ambiente de comunicación, participación y toma de decisiones: búsqueda y elección de las obras, distribución de los papeles y seguimiento de la expresión oral y corporal, movimiento, captación de espacio y ensayo. Ello exige inteligencia para entender, voluntad para querer y memoria para situar y recordar. El primer acercamiento se produce en el contacto directo con los textos literarios con la elección de las obras a representar. En esta labor, el alumno vuelve a la literatura y en la lectura de distintos textos encuentra el valor poético y humanístico de la creación literaria. Una vez elegida, su lectura, en el escenario, en voz alta, supone emprender el camino de la corrección y comprensión de la estructura espacio-temporal del núcleo temático.
La Literatura es una de las materias de mayor carga humanística, el roce con los textos literarios proporciona la emoción de la palabra bella, el goce estético de la palabra. Es evidente la dimensión de la educación lingüística en la formación integral del hombre; y, sobre todo, la objetividad vital de la educación de la expresión oral, esencial en el desarrollo del resto de los procesos intelectuales. La palabra es instrumento de expresión y por tanto pensamiento mismo. Todo ejercicio lingüístico conlleva una actuación de la vida intelectual. Por el lenguaje ordena el hombre la realidad subjetiva, su mundo interior. El lenguaje, dice Chomsky, “acompaña y sirve de base a cualquier acto de la imaginación creadora, sin importar el medio en que se lleve a cabo”. La valoración humanística del teatro, en cuanto palabra y actuación, es una afirmación del poder de la lengua en la creación artística.
Ese mutuo entronque de arte y vida es motivo de por sí valioso para indicar la eficacia formativa del teatro; y se patentiza a diario, al reflexionar sobre los valores específicos que aportan los textos dramáticos. Esta convivencia con los textos y con los autores incrementa y suscita el goce estético y el hábito lector.
En acción introspectiva el alumno va relacionando sus creencias y vivencias con las realidades vividas por otros y que él constata en el teatro. Razonamientos muy personales de orden moral, social o lúdico motivarán normas en el interior de su conciencia; se revelan así unos asideros y actitudes como armas para enfrentarse al hombre, al mundo y a sus situaciones. “El teatro -decía Federico G. Lorca, en 1935- es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso”.
El teatro impulsa las facultades internas y cimenta la personalidad, la confianza y el dominio de sí mismo. El introducirse en la obra y en el personaje, y siempre desde su propio juicio crítico, vigoriza su entendimiento y sensibilidad en el desciframiento de su temática y en la determinación de lo correcto o incorrecto. La resolución de las dificultades escénicas por el alumno genera su inventiva, establece el refuerzo mental e implanta el sentido del buen humor, tan necesario para afrontar con sabiduría el difícil acontecer de la existencia.
Finalmente, el teatro acrecienta la competencia lingüística del adolescente con términos, giros, y frases nuevos. Sin el conocimiento amplio de las estructuras léxicas del idioma nunca el hablante superará el nivel coloquial y vulgar de lengua para cambiar de registro idiomático en el momento necesario.
Así pues, la Literatura, y en este caso el teatro, ofrece unos beneficios ilimitados en su actuación expresiva, intelectiva y comunicativa.
Camilo Valverde Mudarra