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11: Leer la Argentina: una lástima

Carlos O. Antognazzi

Argentina



Fallido intento este esfuerzo de la Fundación Mempo Giardinelli y el Gobierno nacional. Y, como del Gobierno se trata, al pato (y los miles de ejemplares que se editaron) lo pagan los ciudadanos. Los que leen y los que no, los que saben de las andanzas de ciertos personajes y los que ignoran lo más elemental. Curiosa contradicción cuando el intento de esta edición ha sido “ilustrar”, digámoslo así, a los argentinos más necesitados.

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Leer la Argentina: una lástima

Fallido intento este esfuerzo de la Fundación Mempo Giardinelli y el Gobierno nacional. Y, como del Gobierno se trata, al pato (y los miles de ejemplares que se editaron) lo pagan los ciudadanos. Los que leen y los que no, los que saben de las andanzas de ciertos personajes y los que ignoran lo más elemental. Curiosa contradicción cuando el intento de esta edición ha sido “ilustrar”, digámoslo así, a los argentinos más necesitados.

Yerros

Sobresalen los yerros, no importa por dónde se abran los siete tomitos de la antología. En algunos casos, se sospecha que más que “errores” se trató de otra cosa. Decir, por ejemplo, que Manuel Puig se exilió durante el proceso militar es una burda mentira, que se “comprende” a la luz de la militancia kirchnerista del compilador Giardinelli (fue el único escritor invitado a disertar en el Primer Encuentro de Cultura que el Gobierno organizó este año en Mar del Plata).

Puig se exilió en Brasil en 1973, durante el gobierno peronista, porque la Triple A, con López Rega a la cabeza, lo amenazó luego de la publicación de The Buenos Aires Affair (paradójicamente, fue seleccionado un fragmento de esta novela). Puig, además, no falleció en Río de Janeiro, como se asegura (tomo 1, p. 83), sino en Cuernavaca, México. El Gobierno no habría visto bien recordar que su propio partido había amenazado a Puig, y fue políticamente correcto “hacerlo exiliar” durante el proceso. ¿Qué son tres años más o menos?

Algunos autores son precoces, pero es difícil creer que Mirta Itchart (tomo 1, p. 85) nacida «en 1986» haya publicado un libro de cuentos en «1990». El cuento de Amalia Jamilis está acompañado por los datos biográficos de Daniel Moyano (tomo 1, p. 99-100), y el cuento de Ricardo Piglia anunciado en el índice no aparece en ninguno de los siete volúmenes de la antología. Sí aparece un fragmento de Joaquín V. González (p. 101) que no figura en el índice, pero acompañado con los datos de Graciela Falbo (p. 105), que sí menciona el índice, pero cuyo cuento no se publica. Lícitamente el lector puede preguntarse qué hace Joaquín V. González en el tomo correspondiente a La Pampa y Provincia de Buenos Aires, y la respuesta surge en el tomo 2, destinado al NOA (Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, La Rioja y Catamarca): allí aparece el mismo fragmento del riojano González (p. 101-106), acompañado de sus datos correctos.

Pero en este tomo 2 el cuento de Daniel Moyano (p. 88) está acompañado por los datos de Carlos Mastronardi (p. 97), autor que, como todo lector atento sabe, nació en Gualeguay, Entre Ríos. Por ello, siguiendo los aleatorios caminos del azar, que difícilmente deseen o puedan realizar los escolares a quienes va destinada esta antología, podemos encontrarnos nuevamente con Mastronardi en el tomo 6 (p. 95-97; ahora sí, fragmento y datos), dedicado a las provincias de Santa Fe y Entre Ríos. En este tomo hay otros yerros: Marta Rodil no nació en 1950 (p. 71), sino en 1941 (cfr. Gloria de Bertero, Quién es ella en Santa Fe, 1995. p. 480). Alfredo Di Bernardo (p. 23) no es abogado, sino escribano.

En el tomo 1 se dice erradamente que «La serie de Oxford» es una novela de Guillermo Martínez (p. 110). Martínez publicó en Argentina Crímenes imperceptibles, que está ambientada en Oxford, y que se publicó en España con el título Los crímenes de Oxford. En el tomo 3 (p. 126), se dice que Raúl Novau falleció en Posadas «en 2001». Sin embargo en octubre de 2006 Novau asistió al encuentro de escritores de Iguazú, donde fue homenajeado.

Compilador (es) compilado (s)

En el tomo 6 encontramos un fragmento que permitiría intuir el verdadero motor de la antología: en los datos de Daniel González Rebolledo (p. 94) encontramos que «participó con este relato de una experiencia particular y novedosa en la Argentina en su momento, como lo fue la del Taller abierto que mantuvo por años la prestigiosa revista Puro Cuento». Recordemos que Leer la Argentina fue compilada por Mempo Giardinelli, creador de Puro Cuento; a él pertenecen, entonces, los adjetivos. El autobombo se refina cuando vemos que en el tomo 3 (NEA: Chaco, Corrientes, Formosa y Misiones) Giardinelli autoseleccionó su cuento Zapatos (p. 26-28), y que en el tomo 5 (Cuyo y Centro: San Juan, Mendoza, San Luis y Córdoba) fue seleccionado un fragmento de Graciela Bialet (p. 132-136), que es, casualmente, la otra compiladora. Ambos figuran como tales en todos los tomos, p. 3.

Igualmente llama la atención que se incluya un cuento de Margarita Eggers Lan (tomo 7: Área Metropolitana. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Conurbano bonaerense. p. 32-37), que es la «coordinadora de campaña nacional de lectura» (figura así en todos los tomos, p. 2). En la misma página se lee que «la realización integral de estos ejemplares fue supervisada por el equipo de Campaña Nacional de Lectura del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología». ¿Supervisaron también los yerros? ¿Eggers Lan se hará responsable? El prólogo de todos los tomos es el mismo, y está firmado por «Plan Nacional de Lectura». Una vez más encontramos que alguien es juez y parte.

Este es un viejo problema que no termina de solucionarse, y curiosamente no responde siempre a la misma formación. La autoselección se da tanto en compiladores de bajo nivel cultural como en otros que, como en el caso de Giardinelli, se suponen mejor preparados. El sentido común sugiere que alguien se autoselecciona porque duda de ser elegido si el compilador es otro, o para ubicarse a sí mismo con autores a los que admira o envidia (otra forma de la admiración). Se parte de un temor y una inseguridad, y se trata de “remediar” la posible falta de otro compilador y quedar registrados en un canon hecho a medida. El caso de Eggers Lan, que no es compiladora pero aceptó ser incluida, tiene que ver con un “sentido de oportunidad”, por usar un eufemismo.

En los tres casos se trata de una carencia de ética, y de soslayar una regla no escrita: no se debe ser juez y parte. Pueden comprenderse la actitud de Bialet y Eggers Lan, porque difícilmente sean consideradas en otra antología del cuento argentino. Es más llamativo el caso de Giardinelli, porque sin ser un buen cuentista ha sabido construirse un nombre dentro del ámbito literario, y eso, en ciertas esferas de poder, cotiza al margen de la calidad.

Ejemplos locales

La falta de autorización para publicar los textos, en varios casos, y los cuantiosos yerros, hacen pensar que Leer la Argentina fue preparada a las apuradas y con un criterio más demagógico que docente. O sea: que el proyecto utilizó a la lectura para otras cosas, como la prebenda gubernamental y, quizás, el fortalecimiento de una Fundación de marcado egocentrismo y prensa exagerada, que no parece condecirse con los logros ni la seriedad. Que Giardinelli aproveche los datos biográficos de algún escritor para cantarse loas a sí mismo por la revista Puro cuento, que dirigió hace años, da que pensar sobre los criterios de objetividad y ponderación mínimos necesarios para compilar una antología. Que los mismos antólogos se autoseleccionen es incurrir en la desvergüenza del que ejerce una doble función, porque mientras desconocen o relegan a otros autores no vacilan en treparse al podio de los “elegidos”. La vulgaridad del gesto define mejor que mil palabras.

El problema, además, es que a esta antología no la pagó la Fundación Mempo Giardinelli sino el Estado nacional, más el aporte editorial («diagramación e impresión») de Eudeba (Editorial Universitaria de Buenos Aires). En la p. 4 de todos los tomos figura que el copyright de la antología es de 2005 y pertenece al «Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación» y a la «Fundación Mempo Giardinelli».

Fue usado dinero de la ciudadanía, y esto es lo que finalmente duele: que con el mismo costo en tiempo y dinero se podría haber hecho algo mucho mejor. Si pueden “equivocarse” un par de antólogos creídos, no debería caer en la misma incorrección el Estado, que es en definitiva quien maneja los dineros públicos. ¿Todo es segual cuando se trata del erario público? ¿Y los autores que no fueron consultados para ser incluidos y se encontraron con la sorpresa ya editada y, en algún caso, con groseros errores en sus datos personales?

En Santa Fe tenemos dos hechos sintomáticos: la Nueva Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe (1991-1994), con “olvidos selectivos”, y Santa Fe en la literatura (1989), una antología compilada por Felipe Justo Cervera en donde el antólogo autoseleccionó tres cuentos de su autoría, en tanto de los demás sólo elegía uno. Cervera ya había revelado su glotonería en Antología literaria regional Santafesina (1983), en donde se había autoseleccionado cinco cuentos. A pesar de este esfuerzo, Cervera sigue siendo un mal escritor. El hábito, como se sabe, no hace al monje. El problema es que el hábito se expande a otras latitudes, con similar desparpajo.

Leer la Argentina se distribuye gratuitamente en escuelas del país, pero atenta contra la formación de los educandos porque se aportan datos incorrectos. No se consideran autores de mayor valía que muchos de los seleccionados (y aquí me incluyo, pues figuro en el tomo 6, p. 34-37), y nadie aclara porqué además de cuentos no se seleccionaron poemas, por ejemplo, y sí fragmentos de novelas. Si ya una antología aporta un saber fragmentario porque el lector no termina de ubicar al texto dentro del ámbito de la obra del escritor, más fragmentario aún será leer dos o tres páginas de una novela. Este absurdo y los yerros, que aún no han sido aclarados por los responsables, deberían constituirse en un llamado de atención para futuros emprendimientos de este tipo.

P.D. Este artículo fue censurado, completo, por Mariano Zmutt, director responsable del periódico "El Santotomesino", de Santo Tomé, Santa Fe, Argentina, en la edición Nº 101 correspondiente a octubre de 2006.

© Carlos O. Antognazzi

Escritor.

Santo Tomé, agosto/ octubre de 2006.

Publicado en el mensuario “El Tábano” Nº 4 (Rafaela, Santa Fe), de octubre de 2006. Copyright: Carlos O. Antognazzi, 2006.

Este artculo tiene del autor.

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