El Duende de las Buenas Razones
Al espantapájaros alguien le habÃa puesto un corazón.
No era sólo un muñeco de paja, de traje raÃdo y sombrero ladeado que ahuyentaba a los pájaros.
Era casi una persona.
El Duende de las Buenas Razones quiso que aquel fantoche clavado en mitad del campo tuviera sentimientos.
De este modo, el espantapájaros supo lo que era sufrir, porque aquel corazón que le habÃa regalado el Duende tenÃa una especial ternura hacia los pájaros.
Y sin embargo su misión era ahuyentarlos y que no comieran en los sembrados.
El Duende, que creÃa una “Buena Razón”, que todos tuvieran un corazón en el pecho, le habÃa hecho un espantapájaros triste sin sentimientos.
El espantapájaros hubiera estado asustando a los pájaros que se aproximaban a los sembrados y asà estarÃa cumpliendo su deber.
Pero aquel corazón que latÃa bajo la chaqueta vieja deseaba que las aves se posaran en sus hombros, que le hablaran de sus largos viajes por el cielo.
Y sin embargo, ni un solo pájaro se posaba sobre él.
– Duende de las Buenas Razones, ¿qué has hecho de mÃ?,-gemÃa-
– ¿Quién te mandó darme un corazón?.
Nadie habÃa pedido un corazón para el espantapájaros.
El Duende de las Buenas Razones, que creÃa saber lo que debÃa hacer, se habÃa equivocado.
Nadie está en posesión de la verdad.
A partir de ese momento,
El Duende supo que no era más sabio que cualquier otro duende y decidió llamarse,
Desde entonces,
El Duende de las Equivocaciones.