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El duende de las buenas razones

(cuentos de tradición oral) 6

Carmen María Camacho Adarve

España



El Duende de las Buenas Razones

Al espantapájaros alguien le había puesto un corazón.

No era sólo un muñeco de paja, de traje raído y sombrero ladeado que ahuyentaba a los pájaros.

Era casi una persona.

El Duende de las Buenas Razones quiso que aquel fantoche clavado en mitad del campo tuviera sentimientos.

De este modo, el espantapájaros supo lo que era sufrir, porque aquel corazón que le había regalado el Duende tenía una especial ternura hacia los pájaros.

Y sin embargo su misión era ahuyentarlos y que no comieran en los sembrados.

El Duende, que creía una “Buena Razón”, que todos tuvieran un corazón en el pecho, le había hecho un espantapájaros triste sin sentimientos.

El espantapájaros hubiera estado asustando a los pájaros que se aproximaban a los sembrados y así estaría cumpliendo su deber.

Pero aquel corazón que latía bajo la chaqueta vieja deseaba que las aves se posaran en sus hombros, que le hablaran de sus largos viajes por el cielo.

Y sin embargo, ni un solo pájaro se posaba sobre él.

– Duende de las Buenas Razones, ¿qué has hecho de mí?,-gemía-
– Â¿Quién te mandó darme un corazón?.

Nadie había pedido un corazón para el espantapájaros.

El Duende de las Buenas Razones, que creía saber lo que debía hacer, se había equivocado.

Nadie está en posesión de la verdad.

A partir de ese momento,
El Duende supo que no era más sabio que cualquier otro duende y decidió llamarse,
Desde entonces,
El Duende de las Equivocaciones.

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