Llego otra vez la noche,
llego otra vez mi dÃa,
poco a poco, mis músculos
se fueron haciendo mas elásticos.
Los sonidos que hasta mà llegaban,
el perfume de la gente,
hasta el trozo de cielo que podÃa ver
no era como el de siempre:
Se habÃa perdido el olor a canela
de los niños recién bañados,
el agridulce del adolescente en celo,
el espeso perfume de la puta vieja
y el olor a lavanda del ama de casa.
No habÃa olor a incienso, ni a cera.
El galán de noche, el jazmÃn tan intensos
apenas eran un sutil aroma.
Se olÃa a miedo, se mascaba el terror,
y, yo, en mi lecho de siglos, lloré.
Lloré lagrimas de sangre;cerré mis sentidos y
una vez mas, burlando a la misma muerte,
cacé para vivir.
Meria Albari
En Baza a dos de enero del 2000