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LA CABRA Y EL AGUACATE

Emilio Lanza



El Abuelo es como la mayoría de los abuelos. Todos los abuelos que he conocido me han contado historias llenas de cosas que no sé, de esas cosas que las personas adultas dicen que están llenas de sabiduría por obra de la experiencia.
Quisiera escribir las historias de todos los abuelos del mundo para que mis amigos sepan muchas cosas, pero creo que mi cuaderno tiene pocas páginas para escribirlas todas, aunque ya comencé a escribir la del tigre del papá del Abuelo.

Para el Abuelo los aguacates son una comida deliciosa, en eso me parezco al Abuelo. Recuerdo la primera vez que comí un aguacate, en ese tiempo apenas estaba aprendiendo a escribir mis primeras palabras, ese día el Abuelo llevó a la casa una bolsa llena de esa fruta. Me sorprendió ver esa semilla tan grande que no podía taparla con mis dos manos cerradas.
Cuando le dije al Abuelo que me gustaba la comida me dijo que si hacía un agujero en la tierra y metía en el agujero esa semilla en forma de pelota y le echaba agua todos los días después saldría un árbol que me daría muchos aguacates para comer. Al día siguiente comencé según dice el Abuelo: “a escarbar como un topo” aunque si no es por el Abuelo que me ayudó creo que aun seguiría sacando tierra.

Todos los días después de venir de donde me enseñaban a escribir palabras le llevaba agua con un bote a la montaña de tierra donde enterramos la semilla. Pasaron días y días, solo miraba que la montaña se hacía más pequeña pero nada más, el Abuelo me dijo que tuviera paciencia que esperara y que si quería comer muchos aguacates tenía que seguirle echando agua todos los días, y como yo quería comer muchos aguacates le hice caso.

Un fin de semana fuimos con mis papas a la casa de la mamá de mi mamá, me preocupé porque ya no podía seguir llevando agua pero el Abuelo se quedó cuidando la casa y me ayudó con el agua. Cuando regresé había una ramita con dos hojas verdes donde estaba la montaña de tierra, me alegre porque había nacido mi árbol. El abuelo me explicó que esa mañana mi árbol había nacido así como nace el sol de la tierra y que tenía que cuidarlo aun mas ahora mientras fuera un bebé. Mi mamá me había leído un libro sobre un príncipe que tenía una rosa y que para cuidarla, una vez que hizo un viaje, le había colocado una campana de vidrio, le dije a mi abuelo que yo quería proteger igual mi árbol pero él me explicó que para una rosa era bueno como hizo el príncipe porque las rosas son muy delicadas y hermosas así que con la campana no le pasaría nada y se lograría ver la belleza a través del vidrio pero no se podría regar muy bien además que nos sería muy difícil conseguir una campana de vidrio porque ninguno de los dos era un príncipe. Me dio una idea de lo que podíamos hacer; me dijo que construyera un castillo “una fortaleza alrededor del árbol”. Las piedras eran pesadas y me costó mucho moverlas pero como el Abuelo es fuerte lo construimos ese mismo día.

 

Yo regaba el árbol todos los días, vi como poco a poco iba haciéndose más grande con más ramas y más hojas, “El sol le da calor y alimento, el agua le quita la sed y así crece todos los días” me explicó el Abuelo.


Creció tanto que el castillo ahora parecía pequeño al lado del árbol y se sentía que esas piedras grandes ya no lo protegerían, pero yo miraba al árbol tan fuerte y grande que pensé que no necesitaría mucha protección, aunque el Abuelo dijo que sería tan grande que tocaría el cielo y desde allá caerían las frutas, además dijo que algunas cosas cuando uno está pequeño las mira muy grande e importantes pero cuando las personas crecen ya las miran con menos importancia como si ya no les sirviera nada y no ocuparan su ayuda pero siempre todas las personas necesitan ayuda.
Un día al lado de mi casa llegaron unos camiones que comenzaron a construir una carpa, traían algunos animales con ellos, la semana siguiente fuimos al circo con mi papá, el Abuelo no fue con nosotros me dijo que no le gustaban las personas que se ponen mascaras o se pintan la cara para ocultarse, yo no le entendí en ese momento pero ahora le entiendo. ¡El circo era gigante! cabían más de cuarenta personas, habían payasos que son unos hombres tan torpes que se caen mucho los pobrecitos, es que con esos pies tan grandes que tienen es difícil caminar me imagino.

 

Lo que más me sorprendió del circo ese día fue una cabra trapecista que presentaron, ella caminaba por encima de su dueño por una cuerda delgada llevando en su cabeza un mono y nadie le ayudaba para que no se cayera, cuando paso al otro lado yo le aplaudí mucho hasta que me dolieron las manos.

 

A la cabra la mantenían amarrada en una estaca al lado del circo todo el día, yo la miraba y pensaba que tendría ganas de jugar, a mi no me gustaría que me tuvieran amarrado sin poder jugar, pero más tristeza me daba ver a una guacamaya encerrada en una jaula, se miraba tan triste y con ganas de volar. Cuando le pregunté al Abuelo que porqué la tenían allí me dijo que porque las personas le gusta tener cosas hermosas encerradas, recordé que mi mamá me decía que yo era muy hermoso y me asusté porque pensé que si otras personas pensaban lo mismo me podrían meter en una jaula y no podría jugar.




 

Así como de repente vino el circo, así se fue, un día entero hubo movimiento de gente y cosas, al día siguiente que me desperté ya no había nada solo la estaca y un pedazo de la cuerda con la que amarraban siempre a la cabra trapecista. Esa mañana fui a que me enseñaran a escribir cosas nuevas y cuando regresé le llevé agua al árbol como todos los días pero lo encontré sin ninguna hoja, me asusté muchísimo porque pensé que se había muerto y me salieron muchas lágrimas de los ojos. 

Salí corriendo a buscar al Abuelo, el me dijo que me tranquilizara que el árbol aun no estaba muerto pero sí que estaba muy enfermo por tanto daño que le hicieron que seguramente las hojas se las había comido la cabra trapecista del circo pero que ella ya se había ido así que ya no le haría más daño y el árbol podría recuperarse. “Las hojas son las que alimentan el árbol y hace que crezca, cuando las pierde se pone en peligro pero si es fuerte por dentro, si no le siguen maltratando y recibe ayuda de un amigo, retoñaran las hojas, se cubrirá de verde otras vez y seguirá creciendo, pasa lo mismo con las personas” todo esto me explicó el Abuelo.
Yo seguía preocupado y esa semana pasé muy pendiente de mi árbol, lo regaba, cuidaba que no llegara ninguna cabra a quererlo comer y el abuelo me enseño a echarle abono que es como las vitaminas que me da mi mamá. Así le fue saliendo nuevas hojas y comenzó a crecer. ¡Qué alegre me puse y el Abuelo también!

 


Ahora el árbol es más grande que yo y puedo sentarme debajo de él a escribir historias que me cuentan los abuelos. Hoy me comí el primer aguacate. “El primero de muchos deliciosos aguacates” me dijo el Abuelo cuando le di la mitad del aguacate que corté.

Ver en línea : http://emiliolanza.blogspot.com/201...

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