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Más allá de la puerta

Eleanne Triff Delgado

CUBA



Con la sonrisa abierta
asombrando a la vida
y a la raíz y al odio
y a la muerte vencida.
R. Chacón Nardí 

Siempre llegaba por un pasillo oscuro a la puerta roja de filos azules luminosos. Llegaba después de vagar mucho tiempo por la nada donde no sabía si caminaba o flotaba, iba con el corazón en las manos, con la órbita empapada, con el miedo helado y frío de quién se acerca a lo desconocido y presiente lo que hay al final, con el miedo de quien sabe y no quiere saber. Más, cuando la puerta ya estaba ante sí se detenía, se ahogaba en la angustia, se despertaba incapaz de una lágrima porque la inercia del susto vencía al cuerpo. Muchas veces repitió aquel viaje a lo incierto dentro de su mente. Lo condenó a quedarse allí para siempre en lo más recóndito del alma, a la irrealidad, porque al fin y al cabo era sólo un sueño, un sueño puesto en quien no tenía el don de interpretarlo.

Aquel día de enero en que el cielo parecía inquietarse encontró a su amigo sentado, triste, macilento; al amigo de todos los días de sus mundo; al amigo inseparable.

-         ¿Qué tiene?- preguntó.

-         Nada- dijo él sonriendo triste y levemente con la mirada perdida.

Sobre el mar que se extendía ante ellos corrió la brisa más fría de entonces y sobrecogió los cuerpos en un escalofrío. No sabía por qué la tristeza de su amigo, se internó en su mente. Viajó despacio por los secretos pasadizos y halló un pasillo oscuro como el de sus sueños, allá en lo profundo sólo se distinguía un brillo. Muy lentamente flotó en la nada, con la pupila muy abierta, con el corazón en un vuelco. Llegó a la puerta roja de los filos azules luminosos, se detuvo y preguntó a su amigo:

-         ¿Qué hay detrás de la puerta?.

Entonces él, sorprendido en su secreto,  pero tranquilo, contestó:

-         La muerte.

Ella comprendió, miró la puerta a través de la lágrima que no fuera concebida. Entendió que no era su muerte, sino la de él la que había visto llegar tantas veces. ¿Por qué temerle? No era para sí, y sin embargo, abrió la puerta; la abrió ella para que no lo hiciera él.

Dicen que hay quien regresa cuando los filos azules luminosos no se apagan, pero lo normal es morir, sin miedo.

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