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La niña de los fósforos (cuento de tradición oral) 11

Carmen María Camacho Adarve

España



La niña de los Fósforos

Caía la nieve y la noche se cernía sobre la ciudad. ¡Que frío tan atroz¡ La calles empezaron a quedar vacías de gente y en las casas se encendía luces brillantes el árbol de Navidad iluminaban los salones repleto de hermosos regalos.

La leña chisporroteaba alegre en la chismea. Se escuchaban alegres villancicos anunciado paz y amor. Los mas ricos manjares estaban ya servidos en la mesa.

Era Nochebuena. En medio del frío, de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos. Tenía en verdad zapatos, cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madrastra ya había usado; tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse al atravesar la calle para que no la pisasen los últimos carruajes que iban en direcciones opuestas. La niña caminaba pues, con los pies desnudos, que estaban rojos y azules de frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra.

Era muy mala noche para trabajar, aún no había vendido ninguna cerilla y tenía mucha hambre, mucho frío y un mísero aspecto. Se sentó en una plazoleta y se acurrucó en un rincón entre dos casas; no se atrevía a regresar a la suya sin vender una sola caja, pues su madrastra le maltrataría.

¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una de la caja y frotarla en la pared para calentarse los dedos! Pero todo acaba en el mundo.

La niña extendió sus piececitos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared; se hizo tan transparente como una gasa.

La niña creyó que estaba en un gran Salon lujosamente decorado con bellos adornos navideños y un abeto lleno de estrellitas con todos los colores del arco iris coronado por una bellísima estrella de luz azul junto a la chimenea encendida. La mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre la cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso.

¡Oh, sorpresa! ¡Oh, felicidad! De pronto tuvo una ilusión.

Un trocito de pavo asado saltaba de su plato sobre el pavimento y rodaba hasta llegar a sus piececitos.

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