ArtÃculo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento CrÃtico” en el diario PÚBLICO, 17 de junio de 2014
Este artÃculo critica el debate sobre los méritos o deméritos de la MonarquÃa versus la República, que adolece de un academicismo sin considerar el contexto histórico-polÃtico que determinó el establecimiento de la MonarquÃa en España, la cual es el centro del establishment español responsable de las limitaciones de la democracia española y del enormemente insuficiente bienestar de su población.
La gran mayorÃa de artÃculos publicados en los mayores rotativos escritos en España a raÃz de la abdicación del Rey Juan Carlos I se han centrado en los méritos de un sistema polÃtico-institucional monárquico versus otro republicano, presentando una lista de argumentos a favor y en contra de cada sistema. Ni que decir tiene que la gran mayorÃa de artÃculos permitidos ha sido a favor de la MonarquÃa, con muy pocos a favor de la República. No desmerezco la importancia de este debate (si es que se puede definir como tal), discutiendo la validez de uno u otro sistema. Tal debate, sin embargo, tiene el riesgo de un cierto academicismo, pues puede aparentar centrarse en las virtudes de un sistema polÃtico-institucional basándose en los méritos de los argumentos, ignorando el contexto polÃtico que determina el mérito o demérito de cada alternativa. Es decir, discutir los méritos de una monarquÃa tomando Suecia, por ejemplo, como punto de referencia, sin analizar el contexto polÃtico e histórico que determinó la existencia de la MonarquÃa en aquel paÃs, es un ejercicio de limitado interés si el objetivo de la discusión es analizar su aplicabilidad en España, donde la historia y el contexto que determinó la MonarquÃa son totalmente distintos. Solo olvidando este hecho se puede concluir que una sociedad pueda ser muy democrática y muy desarrollada socialmente, y tener una monarquÃa. AsÃ, muchos de aquellos que hoy defienden la MonarquÃa (la mayorÃa definiéndose como republicanos, lo cual hacen para intentar ganar mayor credibilidad), ignoran que esta monarquÃa que tenemos no es una monarquÃa cualquiera homologable a cualquier monarquÃa europea.
En estos argumentos pro-monárquicos se olvida que la MonarquÃa española está basada en un golpe militar apoyado por el nazismo y el fascismo internacional, en contra de un Estado republicano con un gobierno democráticamente elegido. Sin ese golpe militar, hoy España no serÃa una monarquÃa: serÃa una república. Es más, esta MonarquÃa se diseñó para que fuera el centro del establishment español, es decir, la estructura de poder económico, financiero y polÃtico del paÃs. Y el Monarca (que lideraba las fuerzas conservadoras que controlaron la transición de la dictadura a la democracia) guió y dirigió tal proceso. Tanto el Rey como la MonarquÃa tienen una responsabilidad directa en las limitaciones que dicho proceso determinó, es decir, las enormes insuficiencias de la democracia española y las grandes insuficiencias de su Estado del Bienestar.
¿Es posible una segunda Transición bajo la MonarquÃa?
La crisis actual, con su enorme impacto polÃtico, ha causado un gran deterioro de aquel establishment y de la MonarquÃa que lo apuntaló. Pedir, pues, la continuación de la MonarquÃa, es pedir que el establishment conservador continúe dominando el Estado español. Y es ahà donde el debate deberÃa centrarse. ¿Existe hoy la posibilidad de hacer una segunda Transición, de la democracia incompleta a otra más madura, que conllevara la corrección del enorme déficit de bienestar de la población española, manteniendo la MonarquÃa? Este es el punto clave que no centra el debate, y deberÃa hacerlo.
Mirando el panorama y la situación polÃtica, es difÃcil no ver que hay un enorme enfado y desafección de la población hacia el Estado, incluyendo la MonarquÃa, del cual es el centro. Y existe una amplia percepción de que este Estado y su Constitución no son instrumentos válidos para realizar las profundas transformaciones que la población desea. Y también existe la percepción de que aquellos que promueven con mayor intensidad el statu quo (la gran patronal bancaria, la gran patronal, los grandes grupos mediáticos, la Iglesia Católica, el Ejército) son también los defensores de la MonarquÃa y sus principales paladines. ¿Creen los autodefinidos republicanos que defienden la MonarquÃa que con esta MonarquÃa vamos a poder tener una auténtica segunda Transición? DeberÃa ser obvio que la persistencia de la MonarquÃa será un dique frente a grandes cambios.
Ni que decir tiene que el fin de la MonarquÃa no quiere decir el establecimiento de una República. Y ahà hay diversas versiones, pues una III República podrÃa transmitir una visión de España que no fuera .profundamente justa y democrática, y que no fuera sensible a la plurinacionalidad del Estado español. Hemos leÃdo artÃculos, incluso en Público, de fervientes republicanos del centro de la PenÃnsula que han dejado muy intranquilos a republicanos “periféricos”. Una República no puede ser el sistema polÃtico español que tenga, en lugar del Rey, un Presidente democráticamente elegido. Aun cuando ello serÃa un paso positivo, lo que se requiere es un sistema mucho más democrático, mucho más justo, y mucho más sensible a la riqueza y diversidad de los pueblos y naciones que lo componen, basado en el policentrismo, en lugar del centralismo, y respetuoso de la riqueza plurinacional del Estado español, lo cual no ocurre ahora, y es más que improbable que ocurra bajo la MonarquÃa. Esta República exigirÃa un cambio sustancial en la distribución del poder de clase social, de género y de nación, al que el establishment español se opondrá por todos los medios, incluida la fuerza fÃsica. No pasa desapercibido que el nuevo Monarca vaya a ser el Jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas. Y tampoco es un tema menor que haya escogido llevar puesto su uniforme militar en su nombramiento, para que quede claro, por si alguien no se habÃa dado cuenta. ¿Que no lo entienden? Representa el establishment español de la España uninacional, con escasa conciencia social y temerosa de la democracia directa participativa, tolerando solo una democracia representativa poco proporcional y muy vigilada, con una carencia casi total de pluralidad en los medios. Asà de claro, aunque esto, usted, lector, no lo leerá en los medios. En ninguno de los rotativos más importantes del paÃs este artÃculo serÃa publicado. Y a esto le llaman democracia. AgradecerÃa que este artÃculo fuera ampliamente distribuido.
Ver artÃculo en PDF