ArtÃculo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 3 de julio de 2014.
Este artÃculo, continuación de otro anterior, señala la creciente movilización de la población más vulnerable en Brasil frente al enorme coste que ha significado el Mundial de Fútbol a costa de las prioridades sociales que la población desea. El artÃculo también critica que el próximo Mundial sea en un régimen feudal como Qatar, que hoy está siendo promovido por el club de fútbol español que habÃa sido en el pasado un punto de referencia para las fuerzas democráticas de España: el Fútbol Club Barcelona.
El Mundial de Fútbol está a punto de terminar. Brasil, uno de los paÃses más desiguales del mundo y con mayor pobreza de América Latina, ha vivido unas semanas de fantasÃa durante las cuales 32 paÃses han competido para conseguir el tÃtulo de Campeón Mundial de Fútbol. Brasil, que ha ganado este campeonato nada menos que cinco veces, intenta ganarlo una vez más, satisfaciendo el “orgullo patrio”, ese sentimiento tan utilizado por las estructuras de poder financiero, económico, mediático y polÃtico, para conseguir la adhesión y sumisión de las clases populares a su liderazgo. El nacionalismo futbolÃstico juega un papel muy importante en garantizar la pasividad y complicidad de las masas hacia el establishment (la estructura de poder) en cualquier paÃs. El supuesto que sostiene este nacionalismo es que si gana el equipo nacional quiere decir que el paÃs va bien y está bien dirigido. El fútbol es no solo una gran distracción, sino un gran elemento de engaño nacional.
Hubiera sido útil para aquellos que intentan recuperar la decaÃda popularidad de la MonarquÃa en España que el dÃa de la coronación del nuevo Rey, Felipe VI, hubiera coincidido con la victoria del equipo español en Brasil. Esto no ocurrió y el establishment español se movilizó inmediatamente para indicar que la profunda derrota del hasta ahora campeón mundial, el equipo español, era una mera anécdota, algo que les pasa a todos, incluso a los hijos de las mejores familias.
En Brasil hay indicios de que las clases populares no están cayendo en esta trampa y se están resistiendo a la manipulación. En 2008, cuando se eligió a Brasil como la sede del Mundial del 2014, la mayorÃa de la población estaba de acuerdo con la decisión (74%). Este año, el porcentaje pasó a un 48%. Una causa de este colapso del apoyo fue la toma de conciencia de los costes (11.000 millones de dólares) que han conllevado estas inversiones, en Estadios e instalaciones suntuosas, incluyendo grandes hoteles, a costa de disminuir los gastos públicos sociales. En las constantes movilizaciones que han tenido lugar durante los juegos (una de ellas, de 10.000 personas pertenecientes a la Asociación de los Sin Techo, cortó hace unos dÃas la autopista que llevaba al Estadio Arena Corinthians, uno de los monumentos faraónicos construidos para el Mundial) aparece claramente esta percepción. Uno de los estandartes señalaba el número de viviendas y escuelas que podrÃan haberse construido con el dinero utilizado para edificar cada estadio (200 escuelas públicas por el Estadio de Maracaná, como ejemplo). Y han aparecido muchos grafitis con expresiones orientadas a la población extranjera (Uno de los más repetidos es Fuck the World Cup!, Fuera el jodido mundial). Y las protestas no van a disminuir, en realidad, han iniciado un movimiento en contra de los Juegos OlÃmpicos (otra muestra faraónica) que están programados en RÃo de Janeiro, también en Brasil, dentro de dos años a partir de ahora, en el 2016). Ni que decir tiene que los partidos de la oposición en Brasil, la mayorÃa de derechas, están intentando utilizar esta rebelión popular para desacreditar y deslegitimar al gobierno del Partido de los Trabajadores, tal como ha denunciado el propio Maradona en la cadena TELESUR. Pero tales movilizaciones se han generado por un malestar popular, crÃtico del Estado brasileño, por las prioridades que ha mostrado a través de sus polÃticas públicas, tanto en la preparación faraónica de tales juegos como en los gastos en preparación de las Olimpiadas en RÃo de Janeiro (ver mi artÃculo “La otra cara del Mundial de Fútbol”, Público 15.06.14).
La protesta internacional
Una nueva dimensión de la protesta que se está convirtiendo en un movimiento internacional es que se hagan estas celebraciones en paÃses donde hay una clara violación de los derechos humanos, como es el caso de Qatar, un paÃs dictatorial, con un sistema de gobierno feudal. La ofensa de tener el Mundial en 2022 en Qatar es semejante a que se hiciera en Sudáfrica durante el periodo del Apartheid, o en Corea del Norte hoy. En cambio, apenas ha habido protestas en los mayores medios. La riqueza de Qatar se basa en la explotación del petróleo, realizada por trabajadores carentes de cualquier tipo de derechos laborales, sociales y polÃticos, que viven y trabajan en condiciones de esclavitud. Según el libro de Nathalie Baptiste Foreign Policy in Focus y su artÃculo “Soccer is Democratic. The World Cup is Oligarchy”, CounterPunch, 20.06.14 (del cual extraigo gran parte de los datos presentados en este artÃculo), ya ha habido más de 200 trabajadores accidentados y muertos en la construcción de los estadios. Un régimen puede ser enormemente opresivo, alcanzando niveles de crueldad y, en cambio, ser respetable si tiene dinero y está aliado con los gobiernos occidentales.
La dirección del Barça, un club históricamente conocido por su tradición democrática antifascista, es hoy el máximo promotor de Qatar. Su camiseta, que solÃa promocionar UNICEF, hoy promociona Qatar. Y su dirección ha sido el instrumento utilizado por aquel gobierno medieval para comprar votos que aseguraron la elección de Qatar como sede del Mundial dentro de seis años. Es la conversión de un club que, de ser un punto de referencia para las fuerzas democráticas del mundo, se ha transformado en un portavoz (legal) de un paÃs feudal. Asà de claro.
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