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LA PALABRA EN NAVIDAD (IV)

Pedro Fuentes-Guío

España



La palabra rueda, se encrespa, tan altiva o evanescente, unas veces cmmo un isla y otras como un océano, o como un con-tinente. En su incombustible e incansable actividad, como pan-dero que no cesa de sonar, abre senderos para el pensamiento, para la idea, para las sensaciones, para sentimientos y hasta para dudas y esperanzas. Por la forma de ser aprovechada la palabra, o por su destrozo y apaleamiento, que de todo hay en la viña del Señor, solemos conocer el periodo de nuestra vida que hemos vivido o que estamos viviendo. Así de sensible, al par que elocuente, es la palabra, lo mismo cuando se la enaltece y aprovecha que cuando se la denosta o embadurna de basura.

En el último año, como bien escrito aparece en las estrellas, en el azul del cielo y hasta en el aire que respiramos, a la palabra la hemos ido empujando por los derroteros de la infamia, la insidia, la mentira, el falso testimonio, la ofensa, la calumnia, la falsedad, amén de otros escaparates que sólo proyectan sombras. Va de boca en boca, la palabra antiga o nueva, como venablo cargado de veneno. Lo peor no es el daño directo que ocasiona al golpear, como pedrada en ojo de boticario, con su filo hiriente y malévolo, sino la simiente que echa al surco de la vida, esa siembra que, abonada con estiercol de tiempo y complacencia, hace brotar la palabra odio, hermano mayor de las palabras resentimiento y venganza.

Así ha sido el rodar de la palabra en los últimos doce meses, ensuciándose con la saliva de nuestra boca, manchándose con el tacto de nuestras mentes, hasta llegar herida y sanqrante al final del año, empobrecida y mendicante. ¿Qué hacer con un instrumento tan imprescindible, tan insustituible, al que hemos dejado mutilado, caminando con muletas entre la oscuridad que pro-yectan sus aristas?

De pronto, como un simbuscarlo que aparece entre cartas credenciales, un aire cargado de fiesta, un soplo que abre puertas y ventanas a la sonrisa, al abrazo, a la alegría nueva y desbordada. Se entierran las palabras sucias, desdentadas, asmáticas, y se enarbolan nuevas letras iluminadas, brillantes, encendidas. Ha llegado Navidad, se canta, se bebe, la palabra es dulce, miel sobre el barbecho. Los ojos sonríen como estrellas, como duendes del placer y la alegría, en el escaparate del saludo, del vuelve a casa por Navidad, que camina en rueda de corazones.

Se ha olvidado la palabra odio, enterrada en el olvido junto a sus hermanas, las palabras resentimiento y venganza, por la mano de un sepulturero nacido en la noche, desprendido del brillo de una estrella. Un haz de luz, celistia en la oscuridad, nos inunda con un nuevo sonido, con la nueva palabra que se adueñará de labios y latidos. Nos llega envuelta en celofán de mil colores, en caja de incienso y mirra, caja que cada hombre se apresta a abrir con el sumo cuidado que el presentimiento de algo hermoso le aconseja. Abierta la caja, ésta es la palaldra que contiene: AMOR.

(Continuará)

Este artculo tiene del autor.

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