La necesidad espiritual de Mansur de postrarse en íntima oración con la Divinidad nosotros no la pondríamos en entredicho, si fuese de veras un impulso interior que ocupase el ámbito religioso personal y recóndito de su devoción. Al exteriorizarla y hacerla pública con algarabía y publicidad evidencia su clara intencionalidad política y su sentido expansionista y dominador con el que están cumpliendo la invasión silenciosa de España y de todo el Occidente Cristiano. Es la nueva yihad propuesta por el Islam y sus dirigentes propulsores.
En España, esta yihat viene a ser una reconquista, la toma de un territorio previamente islamizado que se conciliará en sí mismo, cuando desentierre su raíz islámica, inserta en su cultura. Precisamente, desde los atentados del 11 de marzo, aquí se ha acelerado, en el fondo, la destrucción de la nación española; no es, desde la perspectiva de las huestes musulmanas, más que el primer paso, la fase experimental del proceso que se aplicará dentro de algún tiempo en el resto de Europa. Ya lo decíamos en el pasado mes de julio: “El complicado y extenso entramado de la yihad neosalafista global se propone el impulso islámico de la juventud musulmana en Europa, la reeducación que combate la integración y suscita la incitación a la yihad, la obtención de fondos y la difusión de consignas islamistas. El ámbito de operaciones yihadistas, como ya expresó el instigador Ben Laden allá por los noventa, no se encuentra limitado por ninguna circunstancia ni esfera geográfica; su idea es conseguir la reunificación política del dominio musulmán en un imperio político islámico: la refundación de un gran califato, cuyo poder abarcará, desde el extremo occidental del Mediterráneo, hasta los territorios del sudeste asiático”.
Orar a Dios con auténtica fe es el resorte más poderoso en manos del creyente. Jesucristo lo dice con manifiesta contundencia: "Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a ese monte, vete y se iría; nada os sería imposible; pero, esos demonios no se pueden echar, sino por la oración y el ayuno” (Mt 17,20). Y, ante la tormenta, les increpa: ¿Por qué tembláis, hombres de poca fe? (Mt 8,26). El Evangelio muestra el énfasis que Jesús pone en su enseñanza sobre la oración, la fuerza que imprime en el alma la capacidad de unirse a Dios y obrar portentos e imposibles, a la vez que es la energía contundente y efectiva contra los embates demoníacos.
No dudamos que, en el Islam, hay hombres devotos y místicos fervientes. Pero, el caso, al que nos referimos, no presenta los rasgos pertinentes, como el Maestro de Nazaret indica: “Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse entre los hombres. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu casa y, cerrando la puerta, ora a tu Padre, que está presente en el secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”(Mt 6,5). Esta oración silenciosa es el signo de la auténtica espiritualidad; es una resistente palanca que suscita el poder mental para impulsar el enorme ímpetu del espíritu hacia Dios. El orante, con humildad y en intimidad, lo alaba, la da gracias por tenerlo ante su mirada, le ruega sus favores y acepta sus designios insondables, pues, cuando oréis, les dijo, llamadlo Padre de todos, santificadlo y pedidle que venga su Reino y se haga su Voluntad. La oración externa es otra cosa. Saben que Occidente, en su papanatismo miope y melindre, ha dejado de rezar, ha claudicado de su cristianismo y se apresuran con su impetuoso ejército inmigrante a invadirlo con su Islam.
La historia pasará cuenta a estos que, con su pasividad victimista y su islamofilia destructora de la sagrada tradición cristiana, favorecen las pretensiones inauditas.
CICERÓN