Me ha regalado una guitarra eléctrica por mi cumpleaños. Cuando abrí la caja casi lloro. Estaba allí, lacada, brillante y vírgen, con mi nombre serigrafiado en la caja, como si yo fuera Dick Dale. Hay tres guitarras en casa, pero yo no solía tocar ninguna, porque siempre las desafinaba y me sentía culpable. Era una culpabilidad que me subía ella solita, porque Karlos nunca se quejaba. Solo interrumpía de pronto los punteos con una sonrisa y decía "mh...alguien ha tocado esta guitarra" y a mí se me ponían las orejas como dos farolillos de puticlub. "¿Cómo sabes si la han tocado o no?" "Porque me lo ha dicho ella." A Karlos las guitarras le hablan. Dentro de un año (o diez), cuando ya la tenga dominada, yo también cogeré mi Fender, haré un punteo y diré "mh... alguien ha tocado esta guitarra..."
Y la guitarra me responderá "ya, bueno...dudo mucho que lo sepas, si no me conectas al ampli, inútil."
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Este artculo tiene del autor.
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