Una de las primeras imágenes de El ruido y la furia, protagonizada y dirigida por James Franco.
Es difícil imaginar una adaptación cinematográfica de El ruido y la furia, aunque nos enteremos ahora de una hecha en 1959 por Martin Ritt, pero James Franco se ha atrevido y acaba de presentarla en la Mostra de Venecia, fuera de competición. Todos sabemos que Franco tiene una carrera exitosa como actor pero pocos sabemos que ha dirigido algunas películas, que estudió filología inglesa y escritura creativa en las Universidades de Yale y California, que publicó un libro de cuentos, que imparte clases en algunas universidades y que se interesa particularmente por las películas que tengan una relación más estrecha con la literatura. El asunto es que últimamente James Franco ha estado haciendo películas basadas en obras literarias o en escritores: una versión de Mientras agonizo, de Faulkner, otra sobre Bukowski, otra sobre Allen Ginsberg... Pero volvamos a El ruido y la furia, de la que hasta el momento no se ha dicho mucho:
"La novela escogida por el actor, hijo de una profesora de literatura y autora de
libros infantiles, no era la más sencilla que podía adaptar. Franco, que se reserva el papel de Benjy en un auténtico festín de
histrionismo interpretativo, ha apostado por una simplificación de la
novela en esta adaptación. Para empezar, se ha desprendido del último
capítulo, relatado por un narrador omnisciente, y ha apostado por
centrarse en los
pasajes
que más le interesaban para comprimir las 350 páginas de la novela en
110 minutos de metraje" (
El País).
"H
ay algo
esencialmente admirable en un tipo que se lanza a la dirección
adaptando a Faulkner, McCarthy y otra vez a Faulkner. Y que lo hace
buscando soluciones estéticas y narrativas (por muy discutibles que
sean) que sirvan visualmente a los experimentos con el lenguaje y el
punto de
vista
de los escritores que le gustan. Todos los que hayan leído «El ruido y
la furia» saben que es tan imposible de adaptar como el «Ulises» de
Joyce. Sin embargo, y fuertemente influido por el estilo asociativo de
Malick, James Franco logra que los monólogos interiores de cuatro de los
miembros de la familia Compton se traduzcan en imágenes mentales que se
corresponden con el carácter y la sensibilidad de cada uno de ellos, y a
pesar de los saltos en el tiempo, la historia llega con claridad al
espectador". (
La Razón).
“Mis películas como director nunca serán blockbusters, ni quiero que lo sean. El cine
también puede ser arte puro y no solo entretenimiento para ganar
dinero”, dice Franco, que además es profesor de literatura en
Yale, integrante del grupo musical Daddy y autor de un libro de relatos,
Palo Alto, inspirado en su adolescencia.