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DOLOR DE ESPALDA (4ª parte)

Antonio Nadal Pería

España



Carlos y Marta compran en el supermercado y buscan la caja en donde se encuentra María, que una vez más se muestra nerviosa al verles, recordando las sesiones de masaje en su casa. "¿Qué tal te encuentras’", le pregunta Marta. "Bien", contesta. "Sabes que puedes venir a casa cuando quieras", le recuerda Carlos. "Un momento", dice la cajera, habla con una compañera y se aparta de su puesto de trabajo, indicando al matrimonio que le sigan. Se detienen en mitad de un pasillo por donde no circula nadie en ese momento. "Quería decirles que intento convencer a una compañera para que vaya a su casa y se acueste en la camilla", les dice en voz baja. "¿Quién es?", se interesa Marta. "Ahora no está aquí, tiene turno de tarde. Quiero estar presente en el masaje si la convenzo". "¿Te gusta?, le pregunta Marta, con nosotros no tienes que disimular". "Digamos que tengo un interés morboso", responde. "De acuerdo, esperamos que den fruto tus intentos", le dice Carlos. "La semana que viene coincidimos en el turno, tal vez después de las tres de la tarde podamos ir. A la chica le duele a menudo la espalda".

Carlos y Maerta suben en el ascensor a su casa y se encuentran a un vecino de enfrente, un joven de unos dieciséis años, sentado en la escalera. "Me he dejado la llave dentro", les informa. "Pasa a nuestra casa, no te quedes ahí sentado", invita Marta. "No quiero molestar", dice el joven. "No es molestia, pasa y tómate algo", insiste Marta.

Pasan a la vivienda los tres. Carlos le ofrece una cocacola al joven, que la acepta. "Siéntate en el sofá y ponte la tele, si quieres", ofrece Carlos. "Mi marido me va a dar un masaje, pero tú podrías ayudarle y así aprendes algo nuevo", sugiere Marta ante la sorpresea de Carlos. El joven es tímido y no dice ni que sí ni que no. "Me voy al gabinete y cuando esté preparada os aviso", dice Marta. Carlos y el chico se miran. "Es buena la idea de mi mujer, te gustará la experiencia", asegura Carlos. "¿Cómo te llamas". "Jorge", reponde el joven. Se oye la voz de Marta diciendo que ya está preparada. Carlos abre la puerta del cuarto destinado a masajes y le indica a Jorge que pase delante de él. Marta está acostada boca abajo en la camilla, huele a incienso, luz tenue, tapada hasta mitad espalda con una sábana. Carlos se pone ante la cabeza de su mujer y baja la sábana hasta su cintura. Le dice a Jorge que se coloque a sus pies y le suba la sábana hasta la parte superior de las piernas. Le entrega un frasco de aceite. "Imprégnate las manos con ese aceite y frótale suavemente las piernas de abajo hacia arriba", le señala. Jorge procede con cuidado y suavidad. "Puedes frotar con más fuerza", indica Marta. Carlos se humedece las manos en el aceite y masajea su espalda de arriba hacia abajo hasta la cintura. Marta va sintiendo poco a poco que se excita y Carlos se percata. Le quita la sábana, que deja sobre una silla. Marta está completamente desnuda. "Frota por sus nalgas sin temor", dice Carlos a Jorge. El joven acaricia más que masajea las nalgas de la mujer. Marta separa ligeramente las piernas y el joven contempla, lo que le permite la luz tenue del cuarto, lo que escondían sus nalgas apretadas.Carlos se coloca a un costado de la camilla y trabaja con energía las nalgas de su mujer, se las amasa y returce. "Tienes que hacer así, sin temor", le dice a Jorge. Jorge se emplea a fondo en las nalgas de la mujer, muy excitado. "Lo haces muy bien", le susurra ella. Carlos le indica al cabo de unos minutos que se detenga y le indica a su mujer que se dé la vuelta en la camilla. "Antes quiero que Jorge se ponga delante de mi cara", dice ella. Carlos le hace una indicación al joven para que cumpla el deseo de ella. Jorge se encuentra evidentemente excitado. "Pégate a la camilla", le dice Marta. Obedece. Ella le baja los pantalones y el slip. Coge su pene, lo agita suavemente y luego se lo mete en la boca. El chico presiona con sus manos la espalda de la mujer mientras ella le absorbe y le chupa. Carlos los mira con placer y no puede evitar acariciar las nalgas del chico. El cuerpo del joven se estremece, emite un prolongado gruñido y descarga el semen en la boca de la mujer, que no le hace ascos. Al cabo de un rato, cuando ya se siente algo calmado, se aparta de la camilla y se coloca la ropa. "Otro día seguiremos, no has acabado la faena", le dice Carlos. El muchacho sale de la habitación y se va de la casa. 

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