¿Quién tiene el conocimiento, la experiencia? ¿Ellos, los polÃticos que ejecutan? ¿Nosotros que vivimos la crisis?
Si tenemos experiencia. Si podemos. Somos desempleados.
“Nada más triste que esas multitudes que se agolpan a las puertas de un establecimiento de caridad en busca de mezquino socorro, y cuando esas multitudes se componen de (mujeres) hombres sanos, robustos, hábiles y nada perezosos, no se sabe qué pensar de la organización del trabajo de nuestras sociedades. El gran problema social que, según todos los sÃntomas, va a ser la gran batalla del siglo próximo…”
Benito Pérez Galdós. Cronicón. Madrid, Febrero 17 de 1885.
Es época electoral en España. En el discurso oficial las cifras no son cifras que golpean a la población, son una especie de avance, un trampolÃn para decir que estamos bien, pero si mal no recuerdo, por mi poca formación en matemáticas, un 23,2% de paro, es mucho, pues la estadÃstica solo toma en cuenta la búsqueda de empleo activo, pero los otros, los desanimados, los invisibles, los que no tienen ni para pagarse el transporte. ¿Cuentan? ¿Están en esa cifra? Creo que son más y más.
AndalucÃa, Canarias, Ceuta superan el 29 %. Es mucho o poco si se compara con otros años. Por arte de magia de las palabras y las cifras, los datos son buenos para los que tienen el poder, que siempre han mentido. Por eso nos explican un cuento y nos cuentan a golpe de números su poca eficacia, sus polÃticas de números sin nombres propios.
Y ese 23,2% general, y ese 50,7 de paro juvenil, y ese 21,1 de más 25 años, y pare de contar, que para contar, un desempleado tiene sus dedos y las monedas sueltas en su bolsillo vacÃo.
Las estadÃsticas, para una familia sin trabajo, lo único que afirma es que: el sufrimiento es común, el hambre es colectiva, las limitaciones es el pan nuestro de cada dÃa. Ciudadanos de segunda, desempleados y sin derecho al paro. No disfracemos las cifras, detrás y delante de ellas hay rostros.
Las palabras, de los administradores del estado, pierden su sentido real y se transforman en demagogia, muro de contención contra la crisis y paraguas electoral, bombas caza bobos para ganar votos. Argumentos para descalificar al otro, cuando la práctica, la realidad y la experiencia los descalifica a ellos.
Las estadÃsticas y la experiencia de los gobernantes, van directamente asociada a un discurso que tiene olor a fracaso, y si me apuran, a mala gestión, debido a su experiencia e intereses. Cada dÃa escuchamos que los que han estado en el gobierno (PP y PSOE) nos piden (al ser común, a los hombres y mujeres de la calle) experiencia de gestión, especialización y hasta un discurso común: “solo los elegidos por nosotros son la salida de la crisis” No podemos apostar, no podemos tener un futuro, tenemos el que ellos dictan y deciden por nosotros.
Si bien se mira, la afirmación: “hay que tener experiencia para hacer las cosas”, tienen razón. Somos los ciudadanos de a pie, somos nosotros, los elegidos por sus malas polÃticas económicas, los que sufrimos la crisis, los mejores conocedores de sus consecuencias a nivel real, no estadÃstico, ni televisado, ni debatido por sus “opinantes” de turno en las tertulias. Tenemos la experiencia necesaria para cambiar y construir una sociedad justa. Tenemos mucha calle, mucho caminar, por nuestra piel han pasado los recortes, los desahucios, la llamada de los bancos cobrando, las ganas de comer y solo tener para una o dos comidas.
La privación y el lucro del estado de bienestar. Ellos tienen la experiencia de convertir el bienestar en un malestar que nos hace pensar, que nos hace unirnos en muchas voces. Y, señores la experiencia colectiva es la suma de la realidad. De muchas realidades.
Y ahora, nosotros elegimos. Tomamos posición por aquellas agrupaciones que nos muestran un futuro posible. Que PODEMOS ser dueños de nuestro destino. Quizás no sabremos de números escondidos, de interpretaciones. Tenemos experiencia y ganas de edificar, de confeccionar, de tejer, con la suma de todos, de todas, de muchas experiencias nuestros sueños. Con la consciencia clara: que es nuestro futuro y nosotros sabemos administrarnos, ya tenemos mayorÃa de edad. Ya Galdós lo escribÃa en 1885, buena edad para cambiar. ¿No?