Texto: El desamor 1.
Por Juan MartÃn Tinajero
Él, B espero el tiempo de tres semáforos para levantarse del banco de la plaza.
Una y otra vez se preguntó el por qué “A” y “B” ya no podÃan ser pareja; ni siquiera amigos en el mundo anónimo de faceboock. Recordó a la actriz Anna Magnani en VOCE UMANA o L` AMORE de Rosselli, aquella pelÃcula vista una tarde en un cine club perdido. Para esperar una llamada de amor no voy al cine, dijo B. Cuando A, una tarde le contó el argumento.
Asà se enamoró de un amor viajero, que querÃa ser pasajero del mundo. B solo querÃa viajar. A solo querÃa leer, ver pelÃculas y viajar a su interior.
Dos rutas. Nunca A y B tuvieron una ruta C de tránsito. Uno vivÃa de las experiencias ajenas, de la imaginación de otros, alimentando sin pensar su propio cuento, reconstruyendo diariamente una historia por contar; B vivÃa en lo que recorrÃa sin destino geográfico, llenando sus ojos del paisaje real, con argumentos de colores, de luces de geografÃas por descubrir.
A nunca olvido la pelÃcula de Roberto. Y, no la puede olvidar pues espera un mensaje de
Facebook que nunca llega.
Texto: El desamor II
A abrió el libro en cualquier página, un libro común, comprado en un aeropuerto. Libro nunca leÃdo para B. Siempre recitado en el interior para poder, algún dÃa, recitarlo en voz alta y ser personaje de Ray Bradbury, un bombero salvador de historias.
A no podÃa dormir, su memoria se movÃa sobre el cuerpo de B, una ecologÃa conocida, cómoda. A querÃa atrapar ese recuerdo, detenerlo, pero sabÃa que todo lo que se detiene, se muere para sÃ. Todo lo que se va muere en uno y resucita en otras caricias, en otros abrazos, al principio incómodos y al final los cuerpos se hacen hábito, prolongación de otros, ropa para el frÃo del corazón.
A también tenÃa la intención de plagiar a Bradbury y ser el Hombre Ilustrado, tatuarse el cuerpo con la historia de su amor. A, sospechaba que los tatuajes dan dolor. Un artista podrÃa utilizar su cuerpo como un lienzo para contar y dejar, a otras lectoras, leer su cuento con B. Y un dÃa dejarÃa que la lluvia borrara su tatuaje, asà se liberarÃa del dolor, de su pasado.
A tenÃa esa certeza en las nalgas, esa manera de presentir el miedo, podÃa sin necesidad de horóscopos, ni bolas mágicas saber el momento justo cuando B hacia el amor con otro, cuando era acariciada en los lugares comunes que, una y otra vez, visitaron como viaje de intimidad.
A se llevó las manos al bolsillo y, encontró el sexo de B, húmedo. Con los puños cerrados intento guardar el último aroma del amor. Dejo de dormir.
Marzo 2016
El desamor III
Medio Marzo 2016
Una lluvia menuda estaba en su ventana. Se despertó en un sitio extraño, la radio no está encendida en las noticias, el ruido de la cafetera no avisaba su olor, la tetera no silbaba, para la infusión de B y el sonido del agua cayendo, salpicando; B y sus cremas, B vistiéndose, B buscando combinaciones en su ropero, B auscultándose en el espejo las cervezas del fin de semana. Todas esas cosas cotidianas no estaban presentes.
A no habÃa dormido, era hora de cerrar los ojos y soñar con las sencillas razones perdidas. Encendió la radio la muerte de Berta Cáceres en Honduras lo traslado a un mundo de violencia exterior, donde las ideas se pagan con la vida. Ya en el mundo se paga una cuota de hambre naciendo pobre, en la muerte qué se pagara.
B en algún momento dijo: que me entierren en la tierra, es bonito morir y degradarse en ella. A sembró un árbol en su jardÃn, A ya está enterrado en el jardÃn.
Esas ideas de mañana, ya no las podÃa compartir, en el medio desayuno, en la no sobremesa de los horarios.
A apago la radio. Puso la cafetera, espero. Ni el ruido, ni el olor eran el mismo. B no estaba allà para escuchar las malas noticias de la radio. El café no sabia igual.
La vida siempre comienza cada mañana y en la noche te acuestas sin futuro sentimental.