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EPÍLOGO
 
 
 
 
Dibujo a plumilla de Manuel García Pérez, Garpe
 
 Auca, pese a su joven andadura, constituye un buen ejemplo a seguir por las publicaciones periódicas. Su primer número veía la luz hace menos de tres años y este ejemplar, dedicado a Gabriel Miró, es ya el noveno de esa trayectoria felizmente ininterrumpida desde entonces, y a la que auguramos una muy larga existencia. 
 Su subtítulo, Revista literaria y artística, perfectamente adecuado a sus contenidos, resume el eje central de sus preocupaciones y de su dedicación. Quienes hemos seguido el devenir de la revista admiramos la entrega y la enorme capacidad de trabajo de quienes la componen, ese colectivo heterogéneo „Ÿcomo ellos mismos se denominan„Ÿ, Auca de las Letras, cuya presencia es ya notable para quienes aman la poesía, la crítica de cine, la pintura, o cualquier otra manifestación cultural. Con alguno de ellos existían ya lazos firmes de amistad, de esas amistades capaces de resistir el paso del tiempo y sus circunstancias, que en ocasiones pueden alejarnos momentáneamente, pero que no logran que allí se instale el olvido. Ahora resulta todavía más grato para nosotros haber ampliado la nómina inicial de esos amigos, extendida a todo el grupo, con la certeza de que la literatura y el arte nos permitan mantener vivas esas relaciones tan sumamente enriquecedoras para todos.
 Si en uno de sus editoriales María José Arques, Directora de la revista, exponía las pretensiones de sus integrantes de que Auca constituyera “un escaparate, un medio de comunicación, una vía de transmisión para la divulgación y desarrollo de la producción creativa de escritores de lengua hispana repartidos por toda la geografía mundial, promoviendo y difundiendo, con rigor y seriedad, sus creaciones artísticas”, se puede afirmar sin género de dudas que lo están consiguiendo. Pese a las no pequeñas dificultades y a los obstáculos que encuentran sobre todo quienes no gozan de subvenciones estables, y han ido creciendo gracias a suscripciones, algunas ayudas, y, en este caso, a la asunción de un compromiso que merece toda nuestra gratitud, la revista continúa acudiendo puntualmente al encuentro con sus lectores.
Auca no es ajena al mundo en el que vive, y quizás sea éste uno de sus mayores aciertos: ni el inmenso dolor provocado por el terrorismo en Madrid, ni la subsiguiente alegría por el deseo de paz demostrado pocos días después por los ciudadanos, la Feria del Libro o la llegada del verano, el cine, la música, los relatos… Como decíamos antes, toda manifestación cultural tiene cabida en Auca.
 Y como no podía ser de otra manera, en enero de 2005 se sumaba a las distintas celebraciones que conmemoraron el IV Centenario de Don Quijote, obra clásica por excelencia de la literatura española, reconocida como tal por el resto del mundo, y en la que el colectivo se volcó a través de sus propios escritos y con las colaboraciones aportadas. Tuve el honor de coordinar la presentación del número y, generosos como son, además de su afecto „Ÿimpagable para mí„Ÿ guardo desde entonces un delicado recuerdo, que me acompaña todos los días en el despacho, y que me impide olvidarme de ellos si es que, por alguna extraña circunstancia que no se me ocurre, deseara hacerlo.
 El reconocimiento del trabajo realizado debe merecer apoyo por parte de las instituciones; eso es algo en lo que creemos firmemente y quizás, en alguna de sus siempre concurridas presentaciones, o en cualquiera de las visitas que los miembros de Auca realizan a nuestra Biblioteca, recibieron nuestro ofrecimiento de subvencionar un número de la revista. Y con la generosidad y entrega que ya hemos mencionado, ellos mismos se marcaron un compromiso: dedicarlo a Gabriel Miró. Nuestra satisfacción pueden imaginarla; el tiempo dedicado, los esfuerzos, posiblemente no. O al menos, no hasta que hayan podido leer estas páginas, mirar con detenimiento las espléndidas ilustraciones que nos aguardan desde la portada.
 

Dibujo a plumilla de Manuel García Pérez, Garpe
 Posiblemente conocen ustedes, estimados lectores, el compromiso que existe desde hace muchos años „Ÿalgunos más de cincuenta„Ÿ entre la actual Caja de Ahorros del Mediterráneo y Gabriel Miró. La Biblioteca que lleva su nombre „Ÿinaugurada en 1952„Ÿ, el Premio de Cuentos que ya ha alcanzado su LII edición, la publicación de sus Obras Completas, y distintas actividades como simposios y exposiciones dedicados a nuestro gran escritor. El Despacho-Biblioteca de Gabriel Miró, su legado, nos fueron confiados por su familia y, desde entonces, preservar y difundir su obra es un compromiso grato que forma parte de nuestro quehacer cotidiano.
 Leer a Gabriel Miró no es, posiblemente, una tarea sencilla. Pero el encuentro con su literatura siempre deja una huella profunda y constituye un gran descubrimiento para quienes se adentran en las páginas, hermosas e inolvidables, de sus libros. Auca de las Letras así lo ha hecho y queremos pensar que pasan a formar parte de los fieles mironianos. Después de su entrega, del cariño y las horas dedicadas a este número, sólo nos resta, de corazón, darles las gracias.
 
 
Rosa María Monzó

 


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