Con el brillo salado de sus horas vuelve.
Regresa articulado, se sostiene
en su cartabón de anuncios,
y el contacto empecinado de la corriente
malogra su apéndice precoz.
Los recodos que fueron fragmentos
no te buscan
ni la patria errabunda
ni el vínculo que la sostiene en tu séquito
logra el regreso de tu fuerza.
Me pregunto en qué plaza
anidó tu razón y cómo la mentira
en que se orquestan los elogios
pudo desbancarte.
Te bifurcas y traspones doloroso
en un solo de butaca;
Platero y Alamo blanco
sin su Juan Ramón,
pero tú te abrevias como un estallido,
porque sabes que aún queda una abertura
sin plagios, sin coartadas
ni eslabones que te lleven al azúcar.
María Eugenia Caseiro