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SEÑOR, TÚ SABES QUE TE QUIERO

Camilo Valverde Mudarra

España



Domingo III T. Pascual. Ciclo C

Hch 5, 27-32.40-41; Sal 29,2-13; Ap 5,11-14; Jn 21,1-19

Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis algo que comer?» «No» Él les dijo:«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis» La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua.

…Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan… Jesús les dice: «Vamos, almorzad» …Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero» Dicho esto, añadió: «Sígueme»

«Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la gloria y la alabanza». Testigos de ello somos nosotros y el Espíritu Santo. Históricamente la Iglesia comenzó a existir como una pequeña comunidad de testigos de Cristo, dispuestos a obedecer a Dios antes que a los hombres. Cristo, Cordero degollado en la Pasión, ha quedado constituido, tras la Resurrección, en Señor de la historia. La Iglesia es el signo y el testigo de su obra entre los hombres.

La tercera aparición del Resucitado describe una escena admirable en varios cuadros: los discípulos en el mar y Jesús en la playa; después, todos en la playa, con los peces y, en fin, confesión y ratificación del primado de Pedro, es ungido el primer responsable del Amor y de la Iglesia Viva de Cristo entre los hombres. Sobre esta piedra la ha edificado el Señor.

Pedro y Juan miran. Pedro mira sólo con los ojos. Juan rotundo, contundente descubre en la ribera al desconocido: "¡Es el Señor!"; mira con el corazón. El discípulo amado capta y entiende rápido; es prototipo y paradigma del discípulo de Jesús. Posee la visión de la profundidad, el sentido de "los que se dejan llevar por el Espíritu". Apoyado en el discernimiento de Juan, Pedro corre se lanza al agua, para llegar cuanto antes al Señor. Los dos se necesitan, se complementan. Aceptar el Espíritu es entrar en la dinámica del cristianismo que exige lanzarse en renuncia seria de todo lo vano, descubrir a Jesucristo y tomar el compromiso vital y radical; es apostar por el mensaje evangélico sin dilaciones, sin dudas ni esperas; es, en la dedicación a Cristo y al prójimo, y no en la prudencia y ponderación, donde el verdadero discípulo se inmola y donde la Iglesia realiza su sacramento de salvación. La Comunidad Cristiana, desechando los bagajes, poderes y concesiones de este mundo, ha de caminar y atenerse sólo al su entrega de fidelidad a Cristo y a su palabra en el Evangelio.

Esta iglesia que se acerca al hombre de la increencia y llama a los jóvenes del trabajo y de los estudios, alejados y distantes, porque no comulgan con parte de la historia y ciertas formas de la Iglesia de hoy, ha de presentarles el rostro de Cristo, el reto de su mensaje de amor, de perdón y de misericordia, darles las razones de vivir el ideal de esperanza de los grandes cristianos de nuestro siglo: Juan XXIII, Juan Pablo II, Martin Luther King, Oscar Romero, Madre Teresa de Calcuta, Raúl Follereau, Helder Cámara... Todos ellos se movieron en las aguas evangélicas; testigos que buscaron e hicieron la "voluntad de Dios", expresada en el Sermón de la montaña, norma suprema de vida. Dios quiere siempre el máximo: "No le basta, dice Hans Küng, media voluntad, pide la voluntad entera. No sólo espera sanos frutos, exige el árbol sano. No sólo el obrar, también el ser. No algo de mí, sino mi propio yo, y éste entero". La resurrección de Jesús es el máximo testimonio en favor de la vida, pues es testimonio contra la muerte y contra todos los que se arrogan el derecho a matar salvajemente

Las estructuras indican dónde se encuentra el Señor; y Él señala dónde y cómo hay que pescar; obedecer, y reconocerlo es carisma concedido por el Espíritu como él quiere. Por eso a todos se dirige la pregunta fundamental: ¿Me amas? La respuesta es esencial. El amor como condición previa para seguirlo. El seguimiento es múltiple en sus formas, el amor es único.

El sentido de la reunión es la comensalidad del Resucitado en que flota la "reinstitución" de la Eucaristía en el encuentro. Los discípulos reconocen ahora a Jesús con una expresión de fe pascual: "Es el Señor". "Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado". "Era la tercera vez que Jesús se aparecía a los discípulos".

Camilo Valverde Mudarra

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