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Mitigaciones por la lectura

Carlos Penelas

Argentina



Mi hermana suele hablar de las sandeces que los engendros de la sociedad muestran en la televisión. Ante la sandez y la tontería, ante la total memez y la imbecilidad uno queda perplejo. Y por momentos, agobiado. Memorables criaturas famosas - nunca célebres - que deambulan sin sentido, sin vocabulario, donde mezclan sin pudor cima con sima aparecen en los medios masivos. Sin culpa alguna, naturalmente. ¿La historia fue siempre así ? Un poco, sin entrar en grandes detalles. Ahora vemos, sin metáforas ni eufemismos, la imbecilidad reflejada en políticos, economistas, intelectuales y demás yerbas. Los mandarines y las niñas ligeras se muestran en la historia del hormigueo humano con total desenfado. Y tienen, como decía María Elena Walsh “la sartén por el mango y el mango también.”

Hay un tema que es interesante : la anorexia en las santas. Hubo muchas que aborrecían las comidas. No podemos dejar de nombrar a Santa Clara de Asís, Teresa de Ávila, Sor Juana Inés de la Cruz, Viridiana, Santa Juana de Arco… Una carta que fue escrita por Catalina de Siena a su confesor Raymond de Capua es sólo un ejemplo : “Querido padre, le agradezco toda la santa dedicación y celoso cuidado que usted muestra hacia mi alma, porque me parece que usted se preocupa mucho cuando escucha cosas sobre mi vida… usted me escribió aconsejándome que le pida a Dios que me haga comer, yo me obligo a ingerir algún alimento una o dos veces por día…Me miro a mi misma para entender mi enfermedad y la bondad de Dios, que por una gracia muy especial me permitió corregir el vicio de la glotonería.”

 Otro ejemplo es el de Benvenuta Bojani quién abundó en flagelaciones y torturas, además de la consabida privación de alimentos, que su confesor trataba de atemperar infructuosamente. Una curiosidad, diferente, es la de santa Eugenia que recurrió al extremo de vestirse de hombre a fin de entrar en un monasterio ocultando su identidad. Fue una mártir romana del siglo II que escapó de Alejandría disfrazada de hombre para entrar en un monasterio del cual llegó a ser abad. Sus problemas comenzaron cuando rechazó las insinuaciones de una mujer. Despechada, ésta acusó a la santa de haberse propasado con ella. Eugenia se vio obligada a revelar su sexo y por lo tanto abandonó el convento. Finalmente fue decapitada por no renunciar a su fe. Hay otras historias que son de trágicas y risueñas, que exaltan o envilecen, que seducen o asquean. ¿Cuáles son los modelos a seguir que la sociedad nos propone ? Además, ¿cómo juegan estas conductas ? Y otras, querido lector, y otras conductas que hablan de lo hormonal pero también de la corrupción, la hipocresía, la intolerancia , el crimen y el poder.

Nos queda el compromiso por la lectura, el apostolado de la lectura contra los medios masivos de alienación humana. Comprender la creación artística y la ética individual ante lo que esta sucediendo en el nuevo milenio, buceando en las contradicciones desde una cultura clásica, con rigor intelectual.

El drama estaría en las palabras de Leonard Wolf, ese intelectual vinculado con las mentes más brillantes del siglo pasado, cuando manifiesta con “la confesión más bien humillante” de haber arado la propia existencia con “algo así como ciento cincuenta y doscientas mil horas de trabajo perfectamente inútiles”.

 

Carlos Penelas

Buenos Aires, abril de 2007

Este artículo tiene © del autor.

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