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BAJO EL SOL DE LA TOSCANA

Valentín Justel Tejedor

España



La nigérrima y fresca sombra de aquellos longevos cipreses, alineados en ringleras sempiternas de verdor, ofrecía un deseado alivio, bajo el abrasador sol de mediodía, -tórrido y canicular-, que aquella mañana iluminaba con severa intensidad, los ondulados alcores y colinas de la Toscana Italiana.

El invisible céfiro racheado, acariciaba sedosamente nuestra tez, mientras la mirada se perdía en el sinuoso, dicróico, y edáfico horizonte; donde convergían el melancólico y vetusto color cetrino de las vides, y la nostálgica y evocadora cromática azulina de unos cielos límpidos y transparentes, escasamente moteados por las níveas clareas de unos tímidos estratos.

En este maravilloso lugar la variedad de paisajes resulta sorprendente….Así, se columbran acanelados valles sembrados fuera de sazón, con geométricos surcos en riguroso paralelo, formando interminables estrías que se pierden en la lontananza acelajada; montañas albazanas y broncíneas, que despuntan con su tenue silueta en los corintos atardeceres, alfombrando sus inclinadas laderas con unas praderías, que abrazan los campos de cinzolinas amapolas; mediterráneos bosques verdinos, de hayas, encinas, y robles, que cautivan por su fronda y espesura; suaves desniveles melados y glaucos formando abancadas terrazas; feraces ribas fluviales exornadas de bucólica vegetación; y recónditas ínsulas bañadas por un sereno y cálido Mar Tirreno.

Los entrelazados caminos, que se tienden sobre aquella alfombrada superficie ondulante de quietud, aparecen escoltados por eremitorios y coníferas piramidales centenarias. Estos senderos polvorientos conducen a señoriales villas de una bellísima cromática rucia y terracota, con muros de piedra rural antigua, ventanales enrejados, sólidos portones con arquerías de medio punto, jácenas y travesaños de madera noble, resplandecientes interiores de cal natural, y hermosas techumbres a dos aguas. Construcciones solitarias enclavadas en el corazón de la campiña y del silencio, que semejan verdaderas islas de serenidad.

Si bien, un apacible paseo por los alrededores de una de estas villas puede provocar un verdadero delirio en los sentidos, desatando maravillosas sensaciones, al observar por ejemplo, el intenso color azufrado de los campos limítrofes, donde crecen las odorantes retamas con sus tallos fuertes, verdosos y cenicientos, con sus jaldes flores axilares, y oblongas, que con su agradable fragancia aromatizan estos momentos, que se convertiran en inolvidables recuerdos. Del mismo modo, inhalar el leñoso, severo, rancio, y penetrante aroma de los enhiestados cipreses, que se desdibujan por la almibarada campiña, como incandescentes llamas de un inextinguible fuego verde cinabrio, produce una mágica y taumatúrgica sensación, especialmente en el vespertino crepúsculo cuando el rubescente atardecer inunda el ocaso con su purpúreo arrebol. Contemplar la corriente de aquellas sosegadas aguas, que fluyen con premiosidad; descubrir los maravillosos matices que tiñen su lienta superficie de azulino,zarco, garzo, opalino…y respirar junto a sus sotos el profundo aroma de las odoríferas albahacas, con sus tallos ramosos y velludos, con sus hojas lampiñas de un verde esmeralda tan intenso, que eclipsa el color ampo y columbino de sus irisadas flores; todo ello supone una experiencia realmente fascinante.

En suma, la Toscana italiana muestra con todo su verismo, una realidad onírica dificil de olvidar, que parece pincelada por la mano del genial Leonardo Da Vinci.Es por ello, que esta es una tierra para los amantes del arte, de la luz, y de las bellas sensaciones.

Este artículo tiene © del autor.

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